Cataluña, sin estado de alarma pero sin bares: “Lo de Madrid es una insensatez”
A la gente le cuesta entender que Madrid esté en estado de alarma pero con la hostelería abierta, justo al contrario que en Cataluña.
Cataluña: 272 casos de coronavirus por 100.000 habitantes diagnosticados en los últimos 14 días. Cierra todos los bares y restaurantes, tanto en exterior como en interior, durante las próximas dos semanas. Sus ciudadanos pueden moverse libremente dentro y fuera de la comunidad.
Comunidad de Madrid: 450 contagios por 100.000 habitantes registrados en los últimos 14 días. Nueve municipios, incluida la capital, en estado de alarma desde el viernes pasado. Sus habitantes no pueden salir de la ciudad a menos que sea justificado. Los bares y restaurantes están abiertos hasta las 23 horas al 50% de aforo, tanto en terraza como en interior.
Las disparidades no acaban ahí. La Justicia catalana ha ratificado este viernes las restricciones aprobadas por la Generalitat, a diferencia de lo que ocurrió con el Tribunal Superior de Justicia de Madrid, que tumbó los confinamientos perimetrales y llevó al Gobierno central a aprobar el estado de alarma. Dentro de lo complicada que es la situación, en Cataluña parecen fluir las decisiones.
Este viernes, en una entrevista en Cadena Ser, la alcaldesa de Barcelona, Ada Colau, ha evitado entrar en polémicas “como han hecho en la Comunidad de Madrid”. “[El cierre de bares] es una medida muy drástica, pero hemos escuchado los datos que nos han dado en la Generalitat. Hay que actuar, la salud es lo primero. Aprendiendo del pasado, han visto que la mayoría de los contagios se producen en el ámbito doméstico y al socializar en las terrazas donde nos quitamos la mascarilla. Había que intervenir para interrumpir la velocidad de contagio”, ha señalado.
En general, los catalanes, debatiéndose entre la sorpresa y la resignación que ya vivieron los madrileños hace unos días, entienden que la situación es preocupante y que era necesario tomar medidas. Les cuesta entender, sin embargo, que Madrid esté en estado de alarma pero mantenga bares y restaurantes abiertos.
“¿Pero podéis salir a la calle un poco a pasear y tal? ¿O es en plan el confinamiento total de marzo?”, pregunta Joana, una traductora portuguesa de 28 años residente en Barcelona, a una amiga que vive en Madrid. “Sí, sí, nos podemos mover como si nada por la ciudad. Los bares, restaurantes, cines y teatros están abiertos”, responde su amiga. “Hala, qué guay”, contesta Joana.
Aun así, a Joana no le parece mal que cierren los bares durante dos semanas en Cataluña. “Creo que la gente abusó un poco, sobre todo en verano, que estaba todo llenísimo”, dice. “La gente no usa mascarilla, porque obviamente están comiendo o bebiendo. Así que entiendo que se haya tomado esta decisión, aunque también sé que es muy complicado a nivel económico. Es difícil encontrar un equilibrio entre salud y economía”, reflexiona. “Cuando me enteré de que en Madrid, con estado de alarma, sí que se puede ir a los bares, me pareció un poco raro. Pero bueno, son ciudades distintas”, concluye la joven.
“En ocasiones normales tendría un conflicto de intereses, pero dada la situación que tenemos en Catalunya en general y, en concreto, en mi comarca, Vallès Occidental, es más que entendible y lógica la medida”, apunta Pol (nombre ficticio), de Bellaterra (Barcelona). “Dentro de lo que afecta, tanto a consumidores como a propietarios de bares, me lo tomo bien, ya que es cuestión de priorizar la salud pública, porque sin esta, tampoco habría economía”, comenta.
La “incongruencia” de Madrid
Lo de que Madrid no cierre la hostelería pese al estado de alarma le parece “una incongruencia”. “Lo veo improcedente con la que está cayendo en la Comunidad de Madrid”, sostiene Pol.
Dani, de Badalona, también es muy crítico con la gestión de la pandemia en Madrid. “Es lamentable. Están llevando a cabo políticas incoherentes y que no benefician a la salud pública, sino todo lo contrario”, opina. Tampoco le gusta que se cierren los bares en Cataluña, pero lo acepta. “Es una medida drástica que recuerda al confinamiento y al estado de alarma. Anímicamente es muy duro, porque parece que después de tantos meses no hemos avanzado y las limitaciones, aunque necesarias, afectan directamente a nuestras vidas”, lamenta.
A Pablo, ambientólogo de 29 años residente en Barcelona, el cierre de bares le parece una “muy buena medida”. “Mucha gente se pregunta por qué cierran también las terrazas. En realidad, la idea con este tipo de medidas es que la gente se encuentre con menos personas a lo largo del día. Si no vas al bar y trabajas desde casa, quizás ves a dos o tres personas a lo largo del día; si vas al bar, ese número aumenta terriblemente”, explica. “¿Que quizás esta actividad se traslada a otros lugares? Sí. Pero también habrá mucha gente que con el cierre de bares se juntará con muchas menos personas”, zanja.
Con él coincide Adrià, que opina que “el cierre de los bares y, en general, limitar cualquier contacto social, es necesario en este momento, sobre todo viendo cómo está el panorama en el resto de Europa”. “Evidentemente, se tiene que hacer planificando bien el impacto económico en esa industria, asegurándose de que los trabajadores de los bares tienen algún tipo de ayuda”, añade. En cambio, la situación en Madrid le parece “más política, no basada en criterios sanitarios”. “Ni lo entiendo ni comparto la decisión”, apunta.
Mayor restricción, ¿menos tiempo?
La esperanza de muchos catalanes es que el cierre se mantenga sólo dos semanas, y esa es la idea inicial de la Generalitat, que sin embargo no descarta por completo ampliar estas medidas. La intención de tomar una decisión tan drástica es evitar después un confinamiento más duro, o una extensión excesiva de restricciones más laxas.
“Tenemos en juego la vida de muchas personas y no podemos permitir que los contagios se nos escapen de las manos”, comenta Agustí, arquitecto catalán. “Entiendo perfectamente las quejas del sector de la hostelería. No podemos permitir que la economía pare, pero precisamente por eso necesitamos adelantarnos a una situación peor, que nos obligue a un cierre absoluto. Creo que vale la pena actuar e ir previniendo con pequeñas actuaciones para controlar los contagios”, opina.
La postura del Gobierno madrileño le parece “una insensatez”. “Los números hablan por sí solos. Cada comunidad es libre de aplicar las medidas que considere necesarias, pero debería ser con la evidente intención de controlar los contagios”, señala.
Lise, traductora francesa afincada en Barcelona, se confiesa “un poco sorprendida” ante la decisión de Cataluña de cerrar los bares. “Llevan mucho tiempo abiertos sin que parezca un problema, pero por otro lado tiene sentido que los cierren, porque es el único sitio del espacio público donde no se lleva la mascarilla. A mí no me molesta mucho, sobre todo si sólo son dos semanas y si puede ayudar a evitar un confinamiento total, pero es verdad que impactará mucho a la hostería a nivel económico”, reconoce.
Una mezcla de sentimientos encontrados
“Sentimientos encontrados” es lo que podría resumir la sensación de muchos catalanes estos días. Así lo define Marc, de 27 años. “Por un lado me parece necesario para controlar posibles contagios, porque todos nos relajamos en ambientes sociales, pero por otro no estoy seguro de que sea la mejor medida si lo que buscamos es controlar los contagios. ¿Qué pasa con el metro o las oficinas que no mantienen las condiciones sanitarias? Por no hablar del hecho de la precariedad que van a vivir otra vez muchos trabajadores de bares y restaurantes”, plantea.
La situación de Madrid, no obstante, le parece “bastante ilógica, como todo lo que ha ido pasando en Madrid”. “Visto desde la distancia, parece que las decisiones se toman casi tirando una moneda: confinamientos contradictorios con los desplazamientos, actuar tarde y mal... No me parece que nadie se esté tomando la salud de la gente en serio”, sentencia.
“Que en Madrid se pueda ir a los bares me parece bastante ridículo”, sostiene también Pablo, el ambientólogo de 29 años. “En general, durante toda la pandemia nos hemos encontrado con medidas absurdas como el cierre de parques, o que gente de determinados barrios sólo podía salir a trabajar mientras en los barrios altos seguían llenos los bares. Claramente aquí hay un tema político”, reflexiona.
En parte, entiende la dificultad de encontrar un equilibrio óptimo. “A la hora de tomar medidas, entran en juego preguntas como ‘¿qué se puede hacer? ¿Esta medida es buena epidemiológicamente? ¿Es mala económicamente?’. Es un debate complicado. Imagino que la Comunidad de Madrid no quiere cerrar los bares por lo que esto comporta porque, políticamente, es un suicidio”, apunta el joven. En cualquier caso, Pablo echa en falta “más unidad” entre las instituciones.
A falta de bar, ¿buenas son casas?
En este “debate complicado” entra también la cuestión de si, ahora que se cierran los bares, la gente empezará a reunirse en las casas. “El otro día un amigo me dijo que como ya no hay actividad nocturna habían alquilado una casa y se iban de fiesta”, cuenta Pablo. “Habrá gente que se pasará la normativa por el forro, pero seguramente son personas que ya antes lo hacían”, se resigna.
Joana confiesa que ya ha hablado con una amiga para organizar una cena. “Pero será como máximo con cuatro personas, o cinco como muy máximo”, matiza enseguida. “Creo que en casa no es tan arriesgado como dentro de un bar, porque en el bar aunque sólo estés con dos personas, tienes a mucha gente comiendo y bebiendo cerca de ti. Creo que ese ha sido el problema”, opina.
Para Pablo, actualmente hay otro problema. “Me da la impresión de que se ha dejado de hablar de los contagios, sobre todo en los medios, para ponerse a hablar de las medidas, la gestión y el debate político en torno a ello, y creo que es un error. La gente tiene ahora menos miedo, y además está más cansada, pero estamos en una situación epidemiológica bastante jodida”, afirma.