Caso Couso: 15 años de justicia desenfocada

Caso Couso: 15 años de justicia desenfocada

Una concentración recuerda esta mañana al reportero de Telecinco, asesinado por un tanque de EEUU en Bagdad el 8 de abril de 2003.

EFE

Aquel 8 de abril de 2003, José Couso estaba en el balcón de la habitación 1.403 del Hotel Palestina de Bagdad para que tú supieras qué estaba pasando. Desde primera hora, grababa el avance de las tropas de EEUU por la capital de Irak -más un paseo que una batalla-, hasta que un tanque norteamericano con munición de 120 milímetros disparó: mató en el acto al camarógrafo de ReutersTaras Protsyuk y causó graves heridas al reportero de Telecinco, que falleció dos horas más tarde. Este domingo se cumplen 15 años de una muerte sin consuelo y sin justicia, por la que nadie ha pagado y que, en el camino hacia la verdad, se ha encontrado con innumerables obstáculos. Este jueves, en la Sala Mon de Madrid, artistas como Amaral, Vetusta Morla o Zahara se sumaron a la familia Couso para recordar que la causa sigue abierta y espera reparación.

Los hechos

La noche del 7 de abril de 2003 hubo una reunión informal entre los miembros de la tribu española, los periodistas que estaban cubriendo la guerra y se alojaban en el Palestina. Comentaban el mazazo del día: la muerte del reportero cordobés Julio Anguita Parrado en un ataque iraquí con misiles al sur de Bagdad cuando estaba empotrado con tropas de EEUU. Los combates se habían recrudecido en la zona y había quien apostaba por volver a casa. "Hay que estar. Hay que quedarse. Tenemos que contar la historia completa. Si no hay testigos, ¿quién va a contarle a la gente lo que le pasa a los iraquíes?", defendió Couso. Los demás acabaron por darle la razón.

Por la mañana, tras una madrugada de combates cruzados, Jon Sistiaga, el redactor que acompañaba a Couso, lo levanta de la cama. "Despierta, los americanos ya están aquí", le dice. Y allí estaban, los tanques sobre el río Tigris. Durante horas, los reporteros gráficos instalados en el establecimiento -más de 200 informadores internacionales estaban alojados en el edificio- se apostaron en los balcones para grabar sus movimientos. La zona gubernamental, en la orilla contraria, ya estaba prácticamente controlada, por lo que apenas llegaban fogonazos esporádicos.

Hubo un ataque de EEUU contra las oficinas de la cadena de televisión catarí Al Jazeera (donde murió el periodista jordano Tarek Ayub) y otro, muy seguido, a la central de la cadena oficial de Abu Dhabi (con daños materiales). Pero, en general, la cosa estaba tranquila. Tanto, que los plumillas (los que escriben) llevaban horas ya en el interior del Palestina, cansados de mirar el mismo panorama, y los gráficos acabaron por aburrirse y se fueron retirando.

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No todos: Protsyuk y Couso estaban cada uno en su posición, en las plantas 15 y 14 del edificio, respectivamente, cuando el sargento Shaw Gibson disparó desde su tanque, último eslabón de una cadena de mando completada por el capitán Philipe Wolford y el teniente coronel Philip De Camps. El primero murió en el acto; el segundo fue trasladado sobre un colchón, en un taxi, primero a un hospital que no tenía UCI, el San Rafael, y, luego, al Al Nafis. Tenía heridas en una pierna, en la mandíbula y en el pecho. No se recuperó por completo de la anestesia que le pusieron para amputar la extremidad y curar el resto de sus heridas. Couso se murió con una redacción de amigos al pie, que se negaban a dar aquella noticia.

Sistiaga explica en el documental Hotel Palestina que Couso estaba "despierto" cuando lo encontró herido en su habitación y que fue "consciente de quién lo mataba", que pudo decirle claramente que era un tanque, un carro de combate M1 Abrams, con visores optométricos de cuatro kilómetros de alcance, el que había efectuado el disparo.

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  Cintas, baterías, cigarros y un trípode, en uno de los balcones atacados del Palestina.Getty Images

Las excusas

Que el Palestina era el hotel de la prensa era de dominio público en Bagdad. Más de 200 informadores no se ocultan fácilmente. Allí se habían concentrado después de dos hechos: el bombardeo, el 29 de marzo, del Ministerio de Información de Irak, donde estaba el centro de prensa y donde muchos informadores acudían a hacer directos o enviar sus piezas, y el traslado del equipo de la CNN desde otro hotel, el Al Rashid, hasta entonces considerado más seguro. "Donde se mueva la tele estrella de EEUU, no pasará nada", pensaron los demás.

La prensa, como cualquier otro grupo de civiles, está protegida por las leyes de la guerra, es decir, no debe ser atacada por los bandos en conflicto. No es un objetivo legítimo. Entonces, ¿por qué dispararon los norteamericanos? Al poco de conocerse su ataque al hotel y a las oficinas de los otros dos medios árabes, el Pentágono explicó que, supuestamente, desde el hall del establecimiento habían recibido un ataque y lo que hicieron fue responder. Hasta la saciedad, periodistas españoles -Sistiaga, Olga Rodríguez, Carlos Hernández, Ángeles Espinosa, Pedro Lázaro...- e internacionales negaron este hecho: no hubo disparos desde el hotel. De haberlos y de haberse producido con lanzagranadas o fusiles, como dijo EEUU, no habrían podido cubrir la distancia entre el edificio y los tanques, un kilómetro y medio.

Más tarde, a los periodistas empotrados con tropas de EEUU, les empezaron a contar que no sabían que había periodistas en los balcones, que deberían haber puesto sábanas blancas. ¿La mayor inteligencia del mundo no sabía nada, tras horas con tropas apostadas tan cerca de la torre? A continuación, vino la excusa del "observador": pensaron que en los balcones había hombres que espiaban para darles a las tropas de Sadam Hussein sus datos de localización. Gibson, el sargento que disparó, declaró a un medio belga que él vio a alguien con unos "grandes prismáticos" en un balcón. "Yo no vi cámaras, me parecieron prismáticos (...) No sabía que había periodistas". La confusión también es difícil de entender, por cuanto la mira de su carro de combate es de enorme precisión y es capaz de aportar una imagen nítida a esa distancia, suficiente para distinguir unos prismáticos de una cámara.

Yo no vi cámaras, me parecieron prismáticos (...) No sabía que había periodistasSargento Gibson

El 2 de mayo de 2003, durante una visita a España, el entonces secretario de Estado de EEUU, el republicano Colin Powell, habló de la muerte de Couso como un "trágico accidente de guerra", aunque asumió, por primera vez, que "sabían" que en el hotel estaban los periodistas. La agencia Associated Press, de seguido, desveló una llamada entre los mandos del 64 Regimiento al que pertenecía Gibson -apodados Los Asesinos- en la que quedaba claro el caos en la toma de decisiones: "¿Quién ha disparado al Hotel Palestina? ¿Has disparado al jodido hotel?". Según la ONG independiente Reporteros Sin Fronteras (RSF), el hotel estaba descrito como "zona de seguridad" y recomendado por las propias autoridades estadounidenses.

¿Los militares sobre el Tigris tomaron una decisión personal sin contar con los mandos? ¿El Pentágono no informó a la cadena de mando de que la prensa estaba en el hotel y, por eso, era inviolable? ¿Tiraron a propósito para amedrentar a los informadores? En nada de eso quiso entrar el entonces presidente de EEUU George W. Bush quien, con el que era presidente del Gobierno español, José María Aznar, a su lado en Washington dijo: "La guerra es un lugar peligroso, nadie mataría a un periodista intencionadamente".

Cuatro meses después del ataque, el Departamento de Estado hizo pública su investigación sobre el caso, en la que defiende la tesis del "observador", insiste en que sus tropas recibieron disparos y que "la actividad en los balcones era similar a la de un combatiente enemigo". Fue un disparo "en defensa propia", contra "alguien con prismáticos". RSF, en su informe Dos crímenes por una mentira, concluyó que esa tesis de la "legítima defensa" era solo "una mentira de Estado".

  Un tanque M1 Abrams, del Ejército de EEUU, ante el Hotel Palestina, un mes después de la muerte de Couso y Protsyuk.Reuters Photographer / Reuters

Los obstáculos, la pelea

David Couso, hermano del reportero gallego, es bombero, pero tras lo que ocurrió en Bagdad también se ha convertido en un "activista social contra la Impunidad", como se lee en su perfil de Twitter. En una entrevista telefónica con ElHuffPost, relata cómo el caso les sonó "raro" desde el principio. "Disparan contra Al Jazeera, disparan contra la sede de Abu Dhabi, luego a la planta 15 de un hotel en el que decían que les disparaban desde el lobby... No querían que hubiera testigos, sencillamente", denuncia.

Su madre, Maribel Permuy, y sus hermanos, pasaron en shock aquellos primeros días de duelo pero, luego, a su dolor sumaron la "desatención" por parte del Gobierno central y las trabas para investigar por derecho lo ocurrido. "Hemos visto cómo el Ejecutivo, entonces de Aznar, no condenaba el ataque y daba por buenas las declaraciones de EEUU. Tuvimos que interponer nosotros una querella porque el Estado no actuó de oficio, pese a que había muerto un español y, desde entonces, todo han sido problemas. En nombre de la Asociación Hermanos, Amigos y Compañeros (HAC) de José Couso, hemos ido recurriendo a los tribunales desde octubre de 2003 pero se nos iban cerrando las puertas: en dos ocasiones el Supremo que nos dio las razón para empezar el proceso de nuevo, pero nos topamos con problemas como que la Interpol, por primera vez en la historia, se negó a seguir la orden de un juez de busca y captura para los tres militares a los que queríamos investigar. Luego, hemos visto cómo los Gobiernos del PP, en 2009 y en 2014, ha ido modificando la Ley Orgánica del Poder Judicial, acabando con el principio de justicia universal y cerrando la posibilidad de procesar en España a esos militares de EEUU, y luego, cuando los socialistas han estado en La Moncloa, hemos visto cómo colaboraban con la Embajada de EEUU para archivar la causa", se duele.

El caso Couso ha llegado a estar incluso en las revelaciones de WikiLeaks. "Los ministros españoles trabajan para que no prosperen las órdenes de detención", decían los cables de la legación de EEUU en Madrid, constatando contactos entre el embajador y varios ministros de José Luis Rodríguez Zapatero y hasta el fiscal general del Estado. "De estos movimientos extraemos que no quieren que haya justicia para José, para un periodista, para un ciudadano español", resume David Couso. Habla directamente de un "estado bananero" que ha estado "siempre en actitud genuflexa" con Washington y ha dejado "desatendida" a su familia. "No esperábamos más que nadie ni deferencias especiales, pero teniendo en cuenta que investigamos los crímenes más graves, los de guerra y lesa humanidad, no podíamos aguardar que el caso se quedara sin condenar, sin investigar, acusándonos de antipatriotas, cambiando las leyes, colaborando con una potencia extranjera para torpedear la causa que en otro país hubiese sido alta traición... Hemos visto que hay víctimas de primera y de segunda, porque entendemos que si a José lo hubiera matado ETA con un coche bomba en vez de un carro de combate norteamericano, seríamos recibidos con altos honores de estado y tratados como patriotas", lamenta.

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  Protesta ante la embajada de EEUU de Madrid, en 2004, reclamando justicia para José Couso.Andrea Comas / Reuters

Ahora, tras el archivo y reapertura de la causa, pasados momentos de mayor esperanza como cuando el juez de la Audiencia Nacional Santiago Pedraz retomó la causa en 2014 y hasta hizo una reconstrucción de lo ocurrido viajando a Irak, lo que está vivo es un proceso en el Tribunal Constitucional, interpuesto en 2017 y aún por resolver. Con él se pretende que se declare la nulidad de la reforma de la justicia universal y se ordene a un juez que reabra la causa de esta "víctima incómoda". "Sólo queremos un juicio justo y que no haya trabas del Gobierno, de las embajadas, de los fiscales", repite Couso.

También hay otra vía "ilusionante" por la que lograr esa justicia ansiada: en marzo se aprobó en el Congreso una proposición de ley auspiciada por ERC para derogar la reforma de la justicia universal que aprobó el PP con su mayoría absoluta de 2014. No sólo está en juego que se aclaren casos como el del camarógrafo de Telecinco, sino otras 11 causas, como el genocidio en el Tíbet, el asesinato del jesuita de Ignacio Ellacuría en El Salvador o el ataque de Israel a la Flotilla de la Libertad de Gaza. "No estamos locos, confiamos en la justicia de este país y esperamos que nos acaben protegiendo los protolocos internacionales que firmamos en los años 50, como la Convención de Ginebra, que forman parte del ordenamiento jurídico del país y obligan a los estados a investigar estos crímenes", insiste el hermano del reportero.

David Couso insiste en que quieren saber "la verdad", que están "abiertos a las investigaciones", pero no deja de insistir en que los norteamericanos "sabían perfectamente a lo que disparaban", que José aquella mañana hasta se saludó con los soldados desde su balcón sin presentar amenaza alguna. "Hay unas imágenes míticas de mi hermano en las que grabó a los soldados en el Tigris, dándose un baño, frente al hotel donde estaban los periodistas. Tranquilos, porque sabían que no había enemigos allí", recuerda.

El legado

El asesinato de Couso fue un golpe insólito para el periodismo español. Otros reporteros murieron antes, demasiados, en el ejercicio de su oficio, pero el hecho de que no se produjese en la calle, en un combate abierto, sino en un hotel, zona protegida, las manos de las que vino el disparo, las condiciones de trabajo en que estaba... Todo sumó para que hubiera "un antes y un después". Así que su muerte también hizo que la pelea de su familia se impregnase de un mensaje claro de reivindicación por la dignidad del periodismo y de sus trabajadores.

"Siempre hemos sido muy críticos con la profesión. Empezamos viendo el seguro de vida de José, que eran 100.000 euros, y luego nos dimos cuenta de cómo trabajan muchos: muchos no tienen ningún seguro, se tienen que costear los chalecos y los cascos, se someten a un trato muy injusto por parte de las grandes agencias de información, hay muchos falsos autónomos, contratos de seis euros la hora... ¡para cubrir una guerra! Veo que no ha cambiado nada, en 15 años. Casi no hay periodistas fijos en el terreno, son freelances o escriben alejados de las situaciones de conflicto o muchas de las informaciones tristemente nos llegan por los comandos centrales de los ejércitos", explica Couso.

Le gustaría pensar que el legado de su hermano al oficio fue una mejora de las condiciones generales, pero no, vino "más precarización"- "Veo que mucha gente se ha olvidado del tema de José Couso -lamenta-, muchas personas de la prensa nos han dejado de lado, no sé si por nuestro discurso o nuestra lucha. Dicen que lo politizamos todo. Pero también se ha sumado gente que no era periodista ni amigo, que defiende la libertad de expresión y el derecho a la vida y lo básico, que es que queremos saber la verdad. Eso es impagable", concluye.

Esa solidaridad se ha dejado ver en la convocatoria del concierto del pasado jueves -previo a la concentración de este domingo ante la Embajada de EEUU en Madrid-, para el que las entradas se acabaron en cinco horas.

"Siempre nos hemos alejado de esa melancolía que hay cuando hay víctimas. Vamos a sacar una sonrisa esta noche, la antesala de la victoria que sé que vamos a tener un día", explica. Las manifestaciones convocadas por los Couso siempre han ido acompañadas de música, sin buscar "la lágrima fácil", y así será hoy. La idea es lograr fondos para pagar los procesos judiciales, ya que se autofinancian básicamente con la venta de camisetas, chapas o libros. Con ellos siempre han estado Vetusta Morla o Amaral, "muy cerca". "Una vez, ante la embajada norteamericana, se nos paró un generador y siguieron cantando a capela; Eva Amaral hasta cogió un megáfono de los trabajadores de Coca Cola y siguió a lo suyo. Son un gran apoyo".

Unos han ido por la música, otros por la causa, pero todos se llevaron un mensaje claro: "que hay una muerte que clama justicia y vamos a conseguirla entre todos". Y que, pese a las consecuencias, José Couso estaba haciendo lo que debía: contarlo. Para eso fue a la guerra, para eso vamos, para eso iremos.

¿Y cómo era José Couso?

La risa de David Couso estalla ante la pregunta. "¿Mi hermano? Mi hermano representa una sonrisa", dice sin duda. De 38 años, casado y con dos hijos, estaba especializado en la cobertura de conflictos armados y desempeñó distintas funciones para medios como Reuters y Canal Plus antes de incorporarse a Telecinco. Era su tercer viaje a Irak, cubrió la guerra de Kosovo, la crisis del Prestige o la expedición del Hespérides a la Antártida, entre otros acontecimientos. Para su hermano, José era "un superviviente", procedente de una familia de cinco chavales sacados adelante por su madre -icono en las protestas ante la embajada-, que estaba "enamorado" de su oficio. Mientras se sacaba la carrera de Imagen y Sonido, trabajaba a la vez en una gasolinera para llevar dinero a casa.

"¡Y muy pesado con lo suyo! Ver una película con él al principio era un infierno, porque estaba tumbado en el sofá y decía: "¡Contrapicado! ¡Primer plano! Y tal". Y le decíamos: "Que te calles ya, pesado". Vivía su profesión. Siempre contamos la anécdota de que el típico ministro de turno de por aquel entonces le hizo una entrevista y después de una hora le dijo que la iluminación no estaba bien, que lo estaba revisando y era mejor repetir, pero el político se negó." A mí me da igual, si usted quiere trasladar este mensaje gráfico a sus votantes o a los ciudadanos... Que lo sepa", le dijo. Y volvió a grabarlo. Otra hora. Disfrutaba su oficio y lo hacía muy bien", añade.

No era "ni un loco ni un kamikaze", nada que ver con el mito incorrecto del llamado corresponsal de guerra. "Detrás de esa independencia que se pide al periodista, el lo vivía, le encantaba. Era una persona que aprovechaba la vida al máximo".

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Licenciada en Periodismo y especialista en Comunicación Institucional y Defensa por la Universidad de Sevilla. Excorresponsal en Jerusalén y exasesora de Prensa en la Secretaría de Estado de Defensa. Autora de 'El viaje andaluz de Robert Capa'. XXIII Premio de la Comunicación Asociación de la Prensa de Sevilla.