Cadenas
Son muchas las cadenas que atrapan a las mujeres que sufren violencia de género.
Son muchas las cadenas que atrapan a las mujeres que sufren violencia de género. Sin lugar a dudas, la más gruesa y rígida es la de la normalidad y todos sus candados, como el del silencio, el de la invisibilidad, el del anonimato... También está la cadena de la credibilidad, la de los mitos y estereotipos y, por supuesto, la cadena de la propia violencia y sus eslabones afilados que aprietan y cortan al mismo tiempo.
La solución pasa por liberar a las mujeres de las cadenas, no en soltar algunas de ellas para poner otras alrededor de sus cuerpos y de sus vidas.
La docuserie sobre Rocío Carrasco está causando de momento un efecto distorsionador, por un lado, genera una mayor respuesta social frente a la violencia de género, como se ve en el aumento de llamadas al 016, y por otro, tal y como revelan las encuestas de la audiencia, refuerza el posicionamiento social androcéntrico que lleva a creer más a su exmarido que a ella.
Toda esta situación es consecuencia del propio planteamiento del programa, el cual no se centra en el análisis de la violencia que sufren las mujeres, sino en la respuesta que la protagonista da a todo lo que se conoce de su vida, matrimonio, separación, relación con su hija e hijo... y demás elementos sobre los que la prensa del corazón ha puesto el foco durante estos años atrás, y sobre los que ella ha guardado silencio hasta ahora.
Nadie esperaba el relato sobre su experiencia como víctima de violencia de género, al menos como elemento esencial de la historia, ni siquiera la propia cadena responsable del programa.
La violencia de género ha aparecido como un hallazgo inesperado para la mayoría de la audiencia, situación que ha agitado la conciencia social sobre esta violencia a través de una serie de elementos:
Si el posicionamiento contra la violencia de género depende del programa de Rocío Carrasco o de programas donde mujeres famosas cuenten su historia, no se conseguirá una conciencia crítica suficiente, pues al final la propia experiencia de estas mujeres quedará aislada de la situación social que define la realidad de una violencia que sufren cientos de miles de mujeres, y reforzará el mensaje construido por el machismo, de que la violencia de género es consecuencia de circunstancias particulares y de elementos individuales que giran alrededor del agresor, la víctima o el contexto.
Confundir el nivel de audiencia del programa con el nivel de concienciación social es un error, ya hemos comentado cómo tras el caso de Ana Orantes, es decir, tras el caso de su asesino, José Parejo, tuvieron que pasar 7 años para que el Parlamento aprobara la ley integral. Y hoy, 23 años después y con una media de 60 mujeres asesinadas cada año, el porcentaje de población que considera la violencia de género entre los problemas graves es el 0’2% (Barómetro del CIS, febrero 2021).
Para concienciar sobre la violencia que sufren las mujeres como consecuencia del machismo, los testimonios de las mujeres que la sufren son importantes, pero debemos hacer algo más, entre otras cosas ser conscientes de que el silencio también forma parte del relato de las historias de la violencia de género. Ni son hechos aislados, ni la información puede darse de forma puntual e inconexa a partir de casos particulares, como ocurre ahora alrededor de los homicidios o de las experiencias personales de mujeres famosas.