Lo que está ocurriendo en el Amazonas, en realidad, no está ocurriendo
Cómo su pasión por esa "rica parte de Brasil" ha convertido a Bolsonaro en una víctima.
Lo que está ocurriendo ahora mismo en Brasil es de todo menos responsabilidad del Gobierno. Hay una siniestra trama montada en contra del país que está impidiendo al presidente Jair Bolsonaro hacer su trabajo.
Para empezar, los países europeos quieren “robar” el Amazonas. Por si no fuera suficiente, las ONG están involucradas en actividades delictivas para desacreditar al presidente.
El propio país está implicado. Los datos en tiempo real sobre deforestación de las imágenes satélite proporcionadas por el sistema DETER (parte del Instituto Nacional de Pesquisas Espaciales, INPE) son mentira. Los estudios públicos, disponibles en tiempo real, se publicaron para manchar la imagen del país dentro de la escena internacional.
El problema no es el aumento del 278% de la deforestación en julio de 2019 en comparación con las cifras del año pasado. El problema son los equipos que detectan esa deforestación. ¡Pues compramos otro equipo diferente! ¿Y esos incendios? ¡Venga, hombre! “Están ocurriendo porque las ONG han visto que les hemos recortado el dinero”. Además, los gobernadores de los estados del norte, a los que Bolsonaro discretamente declina nombrar, “no están levantando un solo dedo para ayudar a combatir esos fuegos, porque están disfrutando de la situación”.
Como señala el general Augusto Heleno, del Gabinete de Seguridad Institucional (GSI), al presidente Jair Bolsonaro le “apasiona esa rica parte de Brasil”, es decir, la selva amazónica. No permitiría su destrucción. Heleno insiste en que el presidente “nunca permitiría que se degradara, ya fuera mediante la deforestación, los fuegos o algún tipo de exploración que no fuera sostenible”.
El ministro también dice que “Brasil es el mayor protector del medio ambiente del mundo”.
Para el Gobierno, Brasil es una víctima. Lo que está ocurriendo, en realidad, no está ocurriendo.
Puede que el hollín del humo provocado por los fuegos, que ha viajado 2000 kilómetros hasta llegar a São Paulo, no fuera el único motivo por el que el cielo de esta ciudad se oscureció esta semana a las tres de la tarde. Sin embargo, los análisis de las aguas de lluvia registraron niveles de hollín siete veces más altos de lo normal.
Pero una cosa no tiene que ver con la otra, claro. ¿Por qué iban a estar relacionadas? Hacer esas conexiones es fake news, según Ricardo Salles, ministro del Medio Ambiente.
Además, el Ministerio de Medio Ambiente también está haciendo lo suyo. “Pese a las dificultades presupuestarias, a un problema de infraestructura y a una serie de limitaciones pasadas de Administración a Administración, estamos haciendo uso de toda nuestra capacidad administrativa para reunir, por ejemplo, a todos los equipos de Prevfogo [la organización federal para combatir los fuegos y las quemas no autorizadas]. Estos recursos están ahí a disposición de los gobiernos, que están llevando a cabo la monitorización. Se seguirán poniendo en marcha todas las medidas de conservación necesarias, así que todo está bajo control”.
Todo está bajo control.
Así que, cada uno a lo suyo. Brasil quiere que Noruega —donante principal del Fondo Amazonia— coja su dinero invertido para combatir la deforestación en Brasil y se lo dé a la canciller alemana, Angela Merkel, para la reforestación en Alemania. Berlín, que también ha suspendido su inversión en la preservación de nuestra selva, puede ahorrarse su dinero. El presidente ya lo ha dicho: “Brasil no lo necesita”.
Hay un problema con este relato: mientras que el Gobierno señala con el dedo, saca conclusiones y rechaza la ayuda, el Amazonas sigue quemándose. Los fuegos han superado todos los récords de los siete pasados años. Según el INPE, hubo 72.843 incendios entre enero de este año y el pasado lunes, 19 de agosto. Eso supone un incremento del 83% sobre la cifra registrada el año pasado.
El diario Folha do Progresso señala que los agricultores y ganaderos del estado de Pará en el norte de Brasil cuentan que, como la única forma de mostrar al presidente que querían trabajar era despejando la tierra, decidieron crear el “día del fuego”.
Bolsonaro apunta que le han acusado de ser Nerón, el emperador que incendió Roma.
Mientras que el Gobierno alega que estamos en la temporada seca, más propicia a los fuegos, el INPE señala que estos incendios no son por causas naturales. “Las condiciones secas son favorables a la propagación del fuego, pero cuando el fuego comienza, es por la acción humana, ya sea de forma intencionada o por descuido”, explica Alberto Setzer, coordinador del grupo del INPE que monitoriza los incendios.
Este año, la deforestación en el Amazonas ha afectado a 5.000 kilómetros cuadrados de selva. Esto es un incremento del 15% en los 12 últimos meses en comparación con el mismo período el año pasado, según Imazon, una organización sin ánimo de lucro dedicada a conservar la selva amazónica, cuya metodología es distinta a la del INPE. Sólo en julio, la zona afectada por la deforestación era de 1.287 km², un 66% más que en la misma época del año pasado.
En resumen: primero se abrió la puerta a la deforestación, lo que propició más fuegos, y, por último, se está haciendo la vista gorda.
Según el Observatorio Brasileño del Clima, hasta abril de 2019 ha habido un 58% menos de operaciones de supervisión llevadas a cabo por el Instituto Brasileño del Medio Ambiente y de los Recursos Naturales Renovables (IBAMA), en comparación con el mismo período del año pasado. Si sólo nos atenemos al Amazonas, esa disminución llega al 70%.
Además, un estudio llevado a cabo por Folha de Sao Paulo muestra que, entre enero y junio de este año, las multas por deforestación han caído un 23% en comparación con el mismo período de 2018.
Y todo esto es lo que está ocurriendo, aunque el presidente eluda su responsabilidad y lo achaque a una “psicosis medioambiental”.
Este artículo fue publicado originalmente en el ‘HuffPost’ Brasil y ha sido traducido del inglés por Marina Velasco Serrano