"¿Y no podemos pactar una abstención?"
La conclusión de los morados es que, tras dos estrategias fallidas que dentro y fuera del PSOE atribuyen a Iván Redondo, hay margen para el acuerdo.
Se abre el telón y sobre la escena aparece Adriana Lastra. Ofendida por el desacuerdo, la portavoz del PSOE acusa a Podemos de anteponer los nombres a los contenidos en la negociación para la investidura y abocar a España con su estrategia a unas nuevas elecciones generales. Se trataba, sin duda, de escenificar la ¿ruptura? Y para cargarse de razones responsabilizó a Pablo Iglesias de filtrar el contenido de conversaciones anteriores con el presidente del Gobierno.
Mal día para sacar pecho a este respecto. Y es que no había acabado de terminar su exposición, cuando desde La Moncloa, el secretario de Estado de Comunicación, Miguel Ángel Oliver, ya había enviado un mensaje de WhatsApp a unos cuantos periodistas en el que atribuía el bloqueo de las negociaciones a la presunta exigencia de Pablo Iglesias de reclamar a Pedro Sánchez una vicepresidencia en el próximo Gobierno. La directora de Comunicación del PSOE, Maritxa Ruiz Mateos, difundió la misma información en conversación telefónica con otros “plumillas” y detallaba la negativa del presidente a transigir con una propuesta que Podemos negó. Por primera vez, y sin que sirva de precedente, la sinergia operó entre los departamentos de Comunicación de La Moncloa y Ferraz. No es habitual, ya que la relación es inexistente y la animadversión entre ambos departamentos, sus responsables y sus equipos, pública y notoria.
La escena da idea de la batalla por el relato para ver quién aparece ante la opinión pública como responsable de una posible repetición electoral si esta llegara: Sánchez por cerrarse a un gobierno monocolor como si las urnas le hubieran otorgado mayoría absoluta o Iglesias por empeñarse en formar parte del próximo Ejecutivo.
Pues, no tan deprisa. En política, nada es como se cuenta y lo que parece no siempre es. Desde luego, de la quinta reunión celebrada entre Sánchez e Iglesias desde el 28-A no todos coligen que se pueda hablar de ruptura ni de falta de avances en la negociación. Mucho menos después de que el encuentro se prolongara durante casi dos horas y de que los interlocutores se emplazaran a mantener abierta la interlocución si fuera preciso incluso durante las vacaciones de agosto.
“¿Y entonces no podemos pactar una abstención?”, le preguntó el presidente a Iglesias pasada la primera media hora de la cita y en busca de ser investido en segunda votación solo con los votos favorables del PSOE. Era la segunda vez que se lo proponía. Y la respuesta volvió a ser el mismo “no” que la vez anterior, aunque siempre tras haber consultado a los inscritos.
Siguiente pregunta: “¿Tu entrada en el Gobierno sigue siendo innegociable?”, le espetó al de Podemos. Iglesias respondió de forma irónica si la del presidente también lo era y si en su caso estaba dispuesto a que se propusiera a Carmen Calvo como candidata a la presidencia del Gobierno, tras el parón vacacional. En ningún momento, según fuentes de los morados, Iglesias exigió una vicepresidencia, como difundieron las terminales socialistas. Es más, se comprometió a no exigir ni Ministerios de Estado ni un número de carteras proporcional a sus 42 diputados. Y esto, después de que en el primer encuentro tras el 28-A, Sánchez ofreciera a los morados las carteras de Comercio, Industria y una de nuevo cuño con competencias en materia de Juventud, e Iglesias le replicara que aspiraba a tener responsabilidad -que no la titularidad- en áreas como Medio Ambiente, Hacienda y Trabajo.
Que Sánchez se ha movido del Gobierno de coalición al de cooperación es tan cierto como que Iglesias ha ido rebajando sus pretensiones y modulando posiciones, especialmente en el asunto catalán y en aras a estar sentado en la Mesa del Consejo de Ministros. Ninguno de los dos partidos a los que representan están dispuestos a asumir el riesgo de unas nuevas elecciones. El PSOE, para no arriesgarse a que Sánchez acabe en el basurero de la historia. Y Podemos, ante el temor de descender aún más en el tablero electoral y ser sorpassado por el más que probable proyecto nacional que sería impulsado por Errejón ante una hipotética repetición electoral.
El miedo a una más que posible desmovilización de la izquierda como consecuencia de la desaparición del efecto VOX y el hartazgo ante una clase política incapaz de alcanzar acuerdos es compartido tanto en Podemos como en el PSOE, si bien en este último las voces críticas se mantienen, de momento, en el anonimato.
La conclusión de los morados, más allá del argumentario sobre el fracaso impuesto en los medios por los socialistas, es que tras dos estrategias fallidas que dentro y fuera del PSOE atribuyen a Iván Redondo, el todopoderoso jefe de gabinete del presidente, hay margen para el acuerdo. Dicho de otro modo: ni funcionó la presión sobre Ciudadanos para que facilitara la investidura ni surtió efecto sobre los morados la amenaza de la repetición electoral. Ahora sólo queda evitar, como expresó literalmente Sánchez ante Iglesias, “que eso acabe con que yo he cedido ante vosotros”. Lo dicho: la batalla por el relato.