Las claves de la semana: Política de carambola
Sánchez ha puesto en marcha su enésima carambola para aumentar su leyenda de que es capaz de reponerse al más adverso de los escenarios.
Dos meses ya desde el 28-A. Seguimos sin noticias. No de Gurb, sino de la investidura de Pedro Sánchez a la Presidencia del Gobierno. Esta historia no tiene como protagonista a un extraterrestre como el de la novela de Eduardo Mendoza, pero aporta similares dosis de extravagancia y carnavalada. La diferencia es que con la literatura se disfruta y con la excentricidad en política se corre el riesgo de hastiar al respetable.
Para resumirles mucho el minuto y resultado de esta semana, quédense con una frase del presidente en funciones en declaraciones a La Vanguardia. “No comulgaré con ruedas de molino”, que viene a ser lo mismo que no tener intención de “tragarse el sapo” de Podemos. El ultimátum de Pedro Sánchez a Pablo Iglesias va en serio. Pero el líder de los morados le ha contestado “eso ya lo veremos”, “estamos más cerca de un gobierno de coalición”.
Todo esto lo hemos sabido después de una cita discreta en la que el candidato del PSOE reiteró su oferta para un gobierno de cooperación y el de UP le despachó con un “ahí te quedas”. La conversación fue fría y distante y eso que Iglesias prometió a su interlocutor, no amor eterno, pero sí lealtad y perfil bajo en asuntos como Cataluña o la política europea. Ni por esas. El presidente no se fía y rechaza que haya ministros morados.
Prefiere el coste de un nuevo giro en su estrategia, desoír el clamor del “no con Rivera” de sus bases y buscar un apoyo por la derecha, aunque Rivera no haya dado una sola muestra de plegarse a las presiones internas ni externas. Así es como poco a poco España se aproxima a una situación de bloqueo institucional idéntica a la vivida hace tres años, tras el “pasopalabra” de Rajoy a Felipe VI y la investidura fallida de Sánchez que puso en marcha el reloj de la democracia que transitó inexorablemente a una repetición electoral.
La diferencia es que antaño el presionado para la abstención, después de volver a pasar por las urnas, fue el PSOE y ahora es Ciudadanos, pero dentro de unos días puede serlo el partido de Pablo Casado. Ya hay señales que apuntan en esa dirección, después de que Rivera se haya pasado lo que considera una intimidación a su autonomía política por el forro de la bandera que tanto agita.
Ciudadanos atraviesa la crisis más profunda desde su creación como partido; han dimitido el mismo día dos miembros de su Ejecutiva; el cabeza de lista a las elecciones europeas se ha erigido ya en corriente crítica y a esta se ha sumado el candidato de Castilla y León. Y el estallido de sus costuras solo ha servido para comprobar que las zapatiestas internas en los de la nueva política se resuelven igual que en los de la vieja, con un aviso a navegantes: el que quiera que se vaya o cree otro partido. Al parecer la democracia interna era esto: mostrar la tarjeta roja al discrepante y agitar una buena campaña en las redes contra el que, en un ejercicio de coherencia impropio de estos tiempos líquidos, se ha ido después de alertar del alto precio para España de las estrategias meramente partidistas. Es lo que ha hecho Toni Roldán a quien, según información de Radiocable, el PSOE ha reservado ya un puesto en el próximo Gobierno de Sánchez.
Antes, claro, el candidato a la Presidencia del Gobierno tendrá que anunciar el martes próximo la fecha de esa investidura fallida por la que está dispuesto a pasar y, después, lograr que tras el verano ceda Rivera, ceda Casado o ceda Iglesias. Sánchez ha puesto en marcha su enésima carambola para aumentar su leyenda de que es capaz de reponerse al más adverso de los escenarios. Recuerden su dimisión como secretario general, su renacimiento orgánico en unas primarias cainitas, su posterior irrelevancia parlamentaria y su segunda resurrección tras la moción de censura que le coronó hasta La Moncloa.
Su nueva jugada, como en el billar francés, es sobre tres bolas (Podemos, Ciudadanos y el PP). El taco y la tiza están preparados. Si le sale bien, uno de ellos facilitará la investidura o tras el parón estival o tras la repetición de elecciones en otoño. Serían las cuartas en tres años. Ahí es nada.
Si llega el caso, solo quedará saber si se cumple el pronóstico “monclovita” de que el PSOE crecerá en votos y escaños y tendrá más fácil gobernar y la derecha más complicado el bloqueo o si, por el contrario, aciertan quienes alertan de que el hartazgo llevará a la desmovilización de la izquierda y esta facilitará el regreso de una derecha ya reunificada a La Moncloa. Si eso pasara, Sánchez habría sepultado para siempre su carrera política y su leyenda de ave Fénix. Pues aún así parece dispuesto a asumir el riesgo.