España, en déjà vu
Gobierno o elecciones. Esa es hoy la apuesta. Hace una semana, no había alternativa.
Gobierno o elecciones. Esa es hoy la apuesta. Hace una semana, no había alternativa. ¿Recuerdan? “O gobierna el PSOE o gobierna el PSOE”. Pedro Sánchez amenaza con llamar otra vez a las urnas si PP, Cs y Podemos no facilitan su investidura. En la ecuación ya no entran ni PNV, ni CC, ni UPN, ni ERC… Quiere una reelección en la que se impliquen solo los cuatro grandes. Navarra, de pronto, ha salido del marco y ya no es decisiva. María Chivite tiene el camino despejado para un gobierno de progreso con la abstención de Bildu.
El órdago o farol -según se mire- lo lanzó el secretario de Organización del PSOE, José Luis Ábalos. Ni un titubeo. Para que no hubiera dudas, leyó el mensaje que Sánchez quiso trasladar a PP, Cs y Podemos a 24 horas de celebrar la ronda de consultas con los líderes de las tres formaciones políticas. “La alternativa a un Gobierno socialista es que los españoles vuelvan a votar. Y no les quepa ninguna duda de que las urnas tienen memoria. No perdonarán a quienes pongan en solfa la viabilidad de la Legislatura”, dijo.
Todo dicho. España en un déjà vu de 2016. El regreso a la puesta en marcha del reloj de la democracia. Artículo 99.5 de la CE: “Si transcurrido el plazo de dos meses, a partir de la primera votación de investidura, ningún candidato hubiere obtenido la confianza del Congreso, el Rey disolverá ambas Cámaras y convocará nuevas elecciones con el refrendo del Presidente del Congreso”. El órdago lo ha lanzado Sánchez, que dice estar dispuesto a pasar por segunda vez por una investidura fallida. Veremos si todo forma parte del mismo cortejo para que Rivera se pliegue a las presiones de sus socios europeos. Si no es así e Iglesias, como parece, mantiene el pulso de entrar en el Gobierno con carteras sociales, aquí no hay suma posible para una investidura.
Los socialistas cuentan, en todo caso, con que una segunda vuelta les beneficiaría a ellos, como le ocurrió a Rajoy en 2016, y quizá también al PP mientras que Podemos y Ciudadanos saldrían perjudicados. O jugamos todos o se rompe la baraja para los más pequeños, en especial para los de Iglesias. En Ferraz dan por seguro que ante ese escenario, Iñigo Errejón competiría en la escena nacional en detrimento de Iglesias.
Y todo esto llega ahora porque el PSOE no quiere a Podemos en el Gobierno, como demanda Pablo Iglesias en pago al apoyo de sus 42 diputados. El líder de los morados ha aprendido que con el PSOE los acuerdos programáticos son papel mojado y que, salvo que los suyos se sienten en la mesa de Consejo de Ministros, los socialistas pactarán la política económica con Ciudadanos.
Iglesias pretende hacer valer sus escaños y aguantar hasta el final el pulso, convencido de que aunque a su partido le fuera mal en una segunda vuelta, el PSOE lo tendría aún más difícil para gobernar de lo que ya lo tiene en el actual contexto. Los morados entienden que si los socialistas les tendrán de socios de gobierno en Valencia, Canarias o La Rioja, acabarán aceptando que sea igual en España, y que lo de ahora no es más que un farol para redoblar la presión en busca de una abstención de PP y Ciudadanos, pese a que el mensaje de sus bases la noche del 28-A fue “con Rivera, no”.
Los populares, pese a la sugerencia de Esperanza Aguirre e Isabel Díaz Ayuso, ya han dicho que en ningún caso facilitarán la investidura. Y eso que hay quien en el PP ve con buenos ojos una operación que, además de cotizar al alza en el parqué de la responsabilidad institucional, noquearía a un intransigente Rivera, alejaría a Podemos de Sánchez y haría inviable la gobernabilidad en los próximos años. Pese a todo, un Casado en horas bajas, no está por la labor de asumir el desgaste por el que pasó el PSOE hace cuatro años cuando hizo lo propio con Rajoy.
Ciudadanos, con un Rivera en agitación permanente por el codiciado liderazgo de la derecha, no parece tampoco que vaya a virar el rumbo. De ahí que Iglesias acuda este martes a su cita en el Congreso de los Diputados con disposición de escuchar y tomar nota de lo que le proponga el presidente en funciones, a quien pedirá por escrito cualquiera que sea su oferta para, después, someterla al parecer de los inscritos con un relato que prevé favorable. Bastará con plantear sin más el rechazo a un candidato que ganó contra las derechas y ahora les pide ayuda para gobernar. Esto sin necesidad de echar la vista atrás para recordar que Sánchez se impuso en las primarias de su partido con el discurso de Podemos, que su éxito le vino en buena medida por no parecerse al PSOE y que ahora implora el apoyo de la derecha.
Esto empieza a parecerse mucho a 2016, salvo que sea un farol que persiga que los negociadores se achanten. Mejor no apuesten. Con Sánchez nunca se sabe.