'Bien está que fuera tu tierra, Galdós', un caramelito para Galdós y para el público
Una obra que cuenta no solo quién fue Galdós y cómo fue su tiempo, sino que es capaz de releer la vida y las circunstancias del escritor.
Bien está que fuera tu tierra, Galdós de Alma García dirigida por José Gómez-Friha producida por la compañía Venezia Teatro en el Teatro Fernán Gómez surge, si se ha de creer lo que cuentan en la obra, del rosario de homenajes a Galdós que se suceden por doquier debido a que hace cien años que murió. En este caso, de una lectura organizada en la Biblioteca Nacional donde a los componentes de esta compañía se les revela la existencia de un manuscrito que parece ser una autobiografía rechazada por el propio autor. Un texto que ellos deciden dramatizar tras solicitar los permisos a las autoridades correspondientes y buscarse un socio, un teatro, como es el Fernán Gómez donde han estrenado ya varias obras.
Ese detonante les permite plantear la obra como el relato de un work in progress. Es decir, el relato de cómo fueron trabajando el texto y su puesta en escena al alimón. Un formato condicionado, mucho, por una burocracia que les iba dando páginas de a poco y pidiéndoles resultados dramáticos aceptables para funcionarios que no tenían su puesto de trabajo por lo que sabían de teatro. De esos resultados dependía el que les fueran dando más y más páginas cada vez.
Así que se asiste a una especie de episodios nacionales de esta producción. Las batallas, las negociaciones políticas, los debates, las discusiones, los engaños que se infringieron unos a otros por el bien de la comunidad y del cariño que se tienen los componentes de este proyecto.
Algo que recrean vívidamente, mostrando como el resultado final de una obra como esta, escrita o, mejor dicho, construida a pie de escena, a golpe de ensayo y error y debate interno, es, ante todo, un proceso colectivo de entendimiento, de acuerdos, de cesiones, de decisiones. Porque no se trata de acabar con el otro, con los compañeros de viaje, sino de celebrar a un escritor al que aprecian y estiman, por lo que se ve en escena, mucho. Hacerle unas fiestas y disfrutarlas.
Es esa actitud y objetivo, la que hace que uno salga pensando que ha visto un producto teatral clásico, al uso, a pesar de que su construcción y ejecución es muy contemporánea. Pues lo importante es responder la pregunta por la que empiezan todas las obras. La pregunta de ¿cuál es la pregunta? La pregunta que enciende la necesidad de un equipo artístico y que convoca al público al teatro.
Una pregunta que permite iluminar a Galdós a la luz del tiempo que le tocó vivir y, también, de hoy. Un autor que, según se ve en esta producción, vivió intensamente entre rebeldía, amores, tertulias, producciones literarias y trabajos varios. Incluso llegó a entrevistar a Isabel II en el exilio, escena que adquiere una cercana realidad al introducir un paralelismo con la que podría ser una entrevista con el rey emérito y exilado actual. La historia y las biografías como formas de imaginar y empatizar con los otros en similares circunstancias, como forma de contarnos y de ser cómo somos.
Una historia y una biografía llena de personajes conocidos o no que, si se puede recrear en su amplitud y diversidad, en estos tiempos de elencos estrechos, es por la versatilidad de los actores y actrices de esta producción. Unos interpretes que entran y salen de los personajes que les tocan en danza, con su forma de hacer específica, sin dejar de ser ellos mismos. Usando su autoría actoral propia.
Esa diversidad con la que permiten mostrar posibles lecturas de Galdós y otras personas de aquellos tiempos. Que no alejan del imaginario colectivo que se tiene de ellos, pero, que sí aportan grises, o colores, tan necesarios en un mundo que los poderosos, de ahora y de entonces, quieren pintar en blanco y negro, conmigo o contra mí.
Ahí está el espíritu chaplinesco que le saca Esther Isla a Don Benito para contar lo que hizo con el dinero que ganó con el éxito teatral de Electra. Aunque donde destaca esta actriz es en la interpretación de la titánica Emilia Pardo Bazán, de la que no podía estar más alejada físicamente y por el vestuario que lleva, y, sin embargo, es difícil poner en duda que la Bazán no se comportase y hablase así, como lo hace Esther en escena.
O como todos esos personajes, incluido Galdós, que Macarena Sanz interpreta con una suavidad y voz características, incluso cuando se interpreta a sí misma, al estilo de Verónica Forqué, que se gana al espectador hasta con la últimamente muy repetida reivindicación de todes y todes. Una actriz empática y simpática con lo que interpreta y para quien lo interpreta.
Obra que, tal vez, falle en la continuidad entre escenas, posiblemente resultado de cómo parece que ha sido construida. También puede que falle en algunas imágenes o acciones contemporáneas a las que no se ve necesidad, como ese salto del personaje de la empresaria y actriz teatral Matilde Moreno para dirigirse a Valle-Inclán. O esa escena en la que un actor desenrolla una cinta de casete, tan de moda últimamente, que distrae de lo que dice.
En definitiva, una obra que cuenta no solo quién fue Galdós y cómo fue su tiempo, sino que, gracias a esa contemporaneidad, que se nota poco porque está muy bien jugada por su autora y su director, es capaz de releer la vida y las circunstancias del escritor homenajeado a la luz y el calor de la vida del público español y las circunstancias que le ha tocado vivir hoy, aquí y ahora.
Algo que hacen con amor y, sobre todo, con mucho humor. Pues no han olvidado la reivindicación que Galdós hacía del mismo. Tanto que llegó a crear un Club de la Carcajada, que entre sus normas incluía reírse, reírse mucho y que siempre que le visitasen le entregasen, en muestra de pleitesía, un caramelito.
Eso es esta obra. Un rico caramelito entregado al homenajeado y a los espectadores con gracia. Un bello reconocimiento bien simpático, sin alharacas y sin añadir grandilocuencias como “ese gran hombre de las letras.” Un espectáculo muy de aquí. Ese producto de proximidad, respetuoso con el medio ambiente (cultural) en el que se mueve, que en estos tiempos el público tanto reclama.