Biden, el aborto y el cisma de la Iglesia Católica
La propuesta de los obispos americanos es negar la comunión a los políticos católicos que apoyan la legalidad del aborto, los cuales son casi todos demócratas.
Sigue recibiendo mucha atención, tanto a nivel nacional como internacional, la reciente propuesta de los obispos católicos americanos de negar la comunión a los políticos que apoyan la legalidad del aborto. Esta iniciativa se ha contemplado como motivada por razones estratégicas. Como ha señalado Karen Tumulty en The Washington Post (20-VI-2021), se trata de un ataque a Joe Biden y otros políticos demócratas católicos de cara a las elecciones de medio mandato de 2022 y a las presidenciales de 2024.
También es un ataque al Papa Francisco, reflejando las tensiones existentes dentro de la Iglesia Católica, muy dividida entre reaccionarios y reformistas, hasta tal punto que en algunos países, como Alemania, se habla seriamente de la posibilidad de que se produzca un cisma. El Papa Francisco, más reformista que reaccionario, está en el ojo del huracán. Su buena sintonía con Biden y las enormes tensiones que hay en estos momentos en Estados Unidos entre republicanos y demócratas, han desembocado en este ataque, con el que los obispos americanos ultraconservadores, muchos de los cuales simpatizan con Trump, intentan debilitar tanto a Biden como al Papa y matar así dos pájaros de un tiro.
La propuesta de los obispos americanos es negar la comunión a los políticos católicos que apoyan la legalidad del aborto, los cuales son casi todos demócratas. Debe entenderse que estos políticos demócratas católicos no defienden el aborto en sí, sino el derecho al acceso legal a este procedimiento. En otras palabras, consideran que no deben imponer sus creencias religiosas al resto de la ciudadanía. Al fin y cabo, el aborto es un tema sobre el que ni siquiera hay acuerdo entre las diversas religiones, ya que algunas, incluidas varias ramas del cristianismo, tienen una visión bastante tolerante al respecto, por no hablar de los muchos millones de personas que no pertenecen a ninguna religión. Por respeto a la separación entre iglesia y estado, más de la mitad de los católicos americanos apoya la legalidad del aborto. Dentro de este grupo mayoritario se encuentra Biden.
Biden ha sido siempre un católico practicante muy devoto. Es el presidente más religioso desde Jimmy Carter, cuya sincera dedicación a sus creencias es bien conocida. De origen irlandés, Biden se crió en un ambiente familiar en el que la Iglesia Católica tenía un papel central y se ha mantenido fiel a sus raíces. Precisamente por su asidua asistencia a los servicios religiosos y participación en el sacramento de la comunión se ha convertido en el principal objetivo de esta maniobra política. Los ultraconservadores quieren que la Iglesia Católica le haga un feo públicamente a este presidente, famoso por su espíritu bondadoso y compasivo, con el objeto de minar la considerable autoridad moral que tiene y muchos obispos americanos están dispuestos a hacerlo.
Como en otros países, los obispos americanos están divididos. Hay una fuerte tensión entre los que siguen al Papa Francisco, cuyo énfasis está en la filosofía central del cristianismo, que es el amor al prójimo, manifestado en su interés por ayudar a los desvalidos, incluidos los pobres, los inmigrantes y los miembros de las minorías étnicas, y los que, con una visión reduccionista, se enfocan casi exclusivamente en la prohibición del aborto, como si ésta fuese la esencia de la doctrina católica y no una regla entre muchas. Los obispos americanos que están a favor de esta iniciativa no proponen negar la comunión a todos los que infringen los preceptos de la Iglesia Católica, sino solamente a los que están a favor de la legalidad del aborto, lo que pone de relieve la naturaleza política de su propuesta. Es sabido que la oposición a la legalidad del aborto es uno de los principios ultraconservadores que más animan a los republicanos a acudir a las urnas.
La propuesta de los obispos americanos ha complacido sin duda a los seguidores de Trump. Al que no ha complacido en absoluto es al Papa, cuyas advertencias en contra de esta iniciativa fueron ignoradas por los obispos americanos. Como indica Jason Horowitz en The New York Times (19-VI-2021), el Papa Francisco no ha hecho ningún comentario oficial sobre ella por contemplarla como una maniobra política que, por irritante que sea, no tiene consecuencias prácticas. Para que se aprobase la medida propuesta por los obispos americanos se necesitaría que todos la apoyasen o que la apoyasen dos tercios de ellos y la ratificase la Santa Sede, que está en contra. En otras palabras, la medida propuesta no es más que un golpe de efecto. Así lo han visto tanto el Papa como Biden.
Ni uno ni otro espera que se altere el status quo. La decisión de negar la comunión a los feligreses por cualquier razón seguirá dependiendo de cada obispo y ni el obispo de Washington (Distrito de Columbia), donde se encuentra la Casa Blanca, ni el de Wilmington (Estado de Delaware), donde Biden tiene su residencia principal, están a favor de negarles la comunión a los políticos demócratas católicos que apoyan la legalidad del aborto. Cuando va de viaje, Biden hace averiguaciones sobre la posición de los obispos de los lugares que visita y solamente acude a comulgar cuando sabe que éstos no le van a negar el acceso a este sacramento. No se cree que esta situación vaya a cambiar.
Si la iniciativa de los obispos tiene interés informativo es porque refleja las divisiones existentes tanto dentro de la Iglesia Católica como dentro de Estados Unidos. En ambos sitios se está librando una encarnizada batalla entre las corrientes retrógradas y las fuerzas del cambio. Se trata de una escaramuza política más. Ni la popularidad de Biden ni la del Papa han sufrido con este ataque, que en cambio ha alienado a los muchos feligreses que contemplan la propuesta de negarle ahora la comunión a los políticos demócratas católicos como pura hipocresía, ya que no se la negaron antes a los políticos republicanos católicos seguidores de Trump que se habían apartado de las directrices de Roma, como el fiscal general William Barr, defensor de la pena de muerte. Así que parece que el tiro les va a salir por la culata a los obispos rebeldes.