Los políticos también necesitan vacaciones (por ellos y por ti también)
¿Irresponsabilidad o necesidad? Psicólogos explican por qué los políticos deben coger vacaciones, aún estando en plena crisis, y por qué su descanso nos afecta.
Fernando Simón fue directo al centro de diana en cuanto empezaron a circular por redes sociales unas fotos suyas en una playa de Portugal. Misma polémica para Isabel Díaz Ayuso, cazada con su novio tomándose una cerveza en un bar de Losar de la Vera (Cáceres). Y no mejor suerte para Pedro Sánchez, criticado por Cristina Cifuentes por irse de “de vacaciones a gastos pagados a La Mareta, en Lanzarote”.
En plena crisis sanitaria por la covid-19, no son pocos los que consideran inconcebible que el director del Centro de Coordinación de Alertas y Emergencias Sanitarias del Ministerio de Sanidad; la presidenta de la Comunidad de Madrid, la más golpeada por la pandemia; y el presidente del Gobierno disfruten de días de descanso y desconexión. Y eso son sólo tres ejemplos.
Lo que para unos es motivo de crítica e incluso consideran una irresponsabilidad, para los expertos en psicología es una necesidad. El año laboral debería incluir siempre un periodo de vacaciones. “Son necesarias para asegurarnos la desconexión de los problemas cotidianos y laborales, y con ello la disminución del estrés”, explica la psicóloga Emma Navarro. ”Además se convierten en más necesarias que nunca cuando son precedidas de un periodo especialmente estresante”, añade.
“Cuando tenemos una actividad psicológica intensa, con repercusiones importantes, nuestro cerebro se satura y puede sufrir un colapso, quedarse en blanco o acabar tomando peores decisiones”, aclara la psicóloga Elisa Sánchez, del Colegio de Psicólogos de Madrid (COP).
Eso se explica a partir de la Ley de Yerkes-Dodson de 1908, que sugiere que la activación del cuerpo tiene forma de U invertida: el rendimiento aumenta con la excitación fisiológica o mental, pero sólo hasta cierto punto. Cuando los niveles de excitación se vuelven demasiado altos, el rendimiento y la productividad empiezan a disminuir. “Si se prolonga el agotamiento no se procesa bien la información, no se puede pensar con claridad, se toman peores decisiones y se cometen más errores”, añade esta especialista.
Nos ha pasado a todos alguna vez, pero esta situación de colapso es especialmente problemática si ocurre en altas esferas, en personas de cuyas decisiones depende mucha gente. “Nuestra cultura todavía celebra a los líderes que están disponibles todo el tiempo. Hay una idea falsa del aguante y necesitamos volver a las tradiciones. Cuando el presidente Roosevelt tenía que tomar una decisión, siempre priorizaba su descanso”, recordaba Arianna Huffington en una entrevista en 2016 con El HuffPost, al denunciar que el cansancio es “un gran problema que afecta al estrés y a la salud mental”.
“Lo que hacemos en riesgos laborales es prevenir esas situaciones con pausas periódicas durante la jornada laboral y evitando trabajar diariamente 12 horas seguidas. Así no se llega a una situación de fatiga mental crónica”, continúa Sánchez, que entiende que hay picos de trabajo en los que es imposible parar y ahí es cuando las vacaciones se convierten en imprescindibles.
Menos estrés, más creatividad y mejores decisiones
Navarro define este periodo como “una especie de reseteo mental”. “Determinadas áreas cerebrales implicadas en el trabajo descansan durante este periodo. De esta forma pueden repararse y volver a la actividad laboral con mayor energía, concentración y nuevas ideas para resolver los problemas que vayan surgiendo”, explica.
“Las vacaciones permiten bajarse de un tren en marcha, que es nuestro día a día, y permiten que cualquier trabajador tenga una visión más pausada y más global”, explica Sánchez. De esta manera se consigue la perspectiva que es imposible adoptar en periplos de estrés cuando “vamos a lo urgente pero no a lo importante”.
La visión es más completa, más estratégica y más a largo plazo, y permite ver “qué ha pasado, qué puede pasar y qué puede cambiar”. “Nos dan un respiro para trazar estrategias”, añade Sánchez.
No menos de siete días
Para desconectar de verdad se necesitan al menos siete días. Si las vacaciones duran menos de una semana no servirán para conseguir el objetivo marcado. “Se recomienda mínimo una semana para poder desconectar, dormir bien, tener hábitos más saludables y que los niveles de agitación bajen”, continúa Sánchez, para la que transcurrida esa semana empieza la desconexión real.
Navarro recomienda también que se prolonguen durante dos semanas. Una serviría para bajar los niveles de cortisol, la llamada hormona del estrés que nos ayuda a estar activados pero que deja de ser efectiva cuando funciona a altos niveles durante mucho tiempo. “Y otra para descansar de verdad”, explica Sánchez.
Según esta especialista, irse de vacaciones no debería ser un problema a nivel laboral, ni siquiera para quienes ocupen puestos directivos. “Hay que pensar que nadie es imprescindible y que todos los altos directivos tienen un equipo alrededor y no se van todos a la vez. Lo hay que hacer es dejar claras las directrices para la toma de decisiones y que quien te vaya sustituir sepa cuáles son las líneas rojas, los puntos que deberían ser consultados”, añade.
En términos políticos se traduce en que los miembros de un mismo gabinete no coincidirían estando fuera. De hecho, en Sanidad se ha visto que no es así. Ahora que Fernando Simón está de vuelta en Moncloa, el ministro de Salvador Illa es quien pasea por Matarraña, en Teruel.
Sin vacaciones y con más enfermedades
“Algo tan simple como escapar unos días ofrece multitud de beneficios”, continúa Navarro. A las ventajas ya mencionadas a nivel laboral, hay que sumar las que ofrece a la salud tanto emocional como física.
El descanso tiene “un efecto protector ante determinados problemas del estado de ánimo, como la depresión, ansiedad, estrés, problemas de relación con los demás o trastornos por abuso de sustancias”, aclara esta especialista. Al mismo tiempo, al bajar el estrés se evitan problemas comunes como migrañas o dolores estomacales y otros más graves como enfermedades cardiovasculares. Porque las vacaciones tienen un efecto cardiosaludable probado por numerosos estudios científicos: un ejemplo es el realizado por la Universidad de Pittsburgh en 2000 que concluyó que los trabajadores que no descansan tienen un 32% más de probabilidades de morir por un ataque al corazón.
“También mejoran el sistema inmunológico, previniendo posibles enfermedades futuras, y mejoran la calidad del sueño”, añade Navarro. Y ya se sabe que dormir está directamente relacionado con la productividad. Por mucho que los políticos se jacten de no necesitar muchas horas, los expertos en neurociencia tienen otra forma de verlo. La falta de sueño es nefasta para el organismo tanto a nivel físico como mental, lo que repercute negativamente en la calidad de los resultados y en la eficiencia a la hora de desempeñar las tareas. En resumen, falta de concentración, atención, malhumor y menos tiempo de reacción. O como diría Elisa Sánchez: “Al final el irresponsable es el que deja de disfrutar de las vacaciones”.