Eurovisión: todas estas veces sí ha triunfado el boicot a Israel
En 2018, anularon Shakira, Lana del Rey, Gilberto Gil... y hasta la selección argentina de Messi declinó un amistoso.
Este sábado habrá Eurovisión en Israel. No en Jerusalén, como pretendían los organizadores al principio, pero sí en Tel Aviv. Ningún país se ha negado, al fin, a participar. Y estará Madonna. La campaña del movimiento Boicot, Desinversión y Sanciones (BDS) no ha logrado parar el festival pero, en la línea ascendente de los últimos años, sí ha conseguido poner en aprietos a delegaciones como la española (ahí están sus mensajes a La Pegatina) y hacer mucho ruido, que su pelea llegue a un escaparate mundial y que se hable de las condiciones del pueblo palestino, el que vive al otro lado de los fastos.
El BDS es un movimiento pacífico mundial de defensa de los derechos humanos, impulsado por más de 200 organizaciones palestinas y propalestinas, que pretende usar medios no violentos para presionar al gobierno de Israel para que ponga fin a su ocupación de los territorios palestinos, ilegal según el derecho internacional y las resoluciones de Naciones Unidas. Reclama además que se conceda igualdad de derechos para los palestinos (Israel se ha declarado un Estado “racista” al aprobar en 2018 la Ley del Estado Judío, precisan), un país propio para los palestinos o el retorno de sus refugiados. Llevan semanas desgranando sus argumentos en las redes sociales.
Sus áreas de actuación son cinco: la política, la económica, la académica, la deportiva y la cultural. Entre la segunda y la quinta es donde se encuentra Eurovisión. El reto era impedir el lucimiento de Israel, la llegada masiva de turistas y la celebración “dentro del statu quo” de los artistas.
Plataformas como BDS Madrid o RESCOP, desde España, denuncian que “Israel está utilizando descaradamente Eurovisión como parte de su estrategia oficial Marca Israel, que presenta la cara más bonita del país, para encubrir y distraer la atención de sus crímenes de guerra contra el pueblo palestino”.
A nivel internacional, se han recogido firmas y se han publicado cartas de apoyo en casi todos los países participantes en el concurso, unas pidiendo que no fueran sus representantes, otras reclamando a las televisiones que al menos no emitiesen la señal. En Suecia se sumaron más de 170 personalidades locales. En Reino Unido, otra cincuentena, con nombres conocidos en España: el cantante Peter Gabriel, la banda Wolf Alice, el director de cine Ken Loach o la actriz Maxine Peake. “Eurovisión puede ser un entretenimiento ligero, pero no está exento de consideraciones de derechos humanos”, destacan.
Grupos como la Campaña Palestina por el Boicot Académico (PACBI) y Jewish Voice For Peace (Voz Judía por la Paz) han centrado su llamamiento expresamente en Madonna, la gran estrella invitada en la final de Tel Aviv, pero como el que oye llover. La reina de pop ha actuado en Israel tres veces antes, la llevan los productores más potentes del país y en nada parecen afectarle estas críticas. Su caché para esa noche: 1,25 millones de dólares.
Un año de éxitos: Shakira, Gilberto Gil, Lana del Rey
Desde el inicio del BDS, la clave cultural ha sido muy importante. Entre sus líderes siempre ha estado Roger Waters, quien llevó la campaña a un plano internacional con distintas cartas abiertas en las que el cofundador de Pink Floyd pedía a sus colegas de la música que boicotearan a Israel.
La iniciativa, por este flanco, viene inspirada en el rechazo del Apartheid sudafricano que numerosos artistas comenzaron a hacer en la década de los 80 del siglo pasado. La idea era presionar y presionar hasta que el desgaste surtiera efecto. El aislamiento general del Gobierno de Pretoria acabó siendo clamoroso y el sistema se disolvió.
El último año ha sido especialmente bueno para la causa cultural del BSD. Según una recopilación publicada por el digital Electronic Intifada, se han sucedido anulaciones importantes de conciertos y visitas de peso. Se trata de casos en los que los artistas explícitamente reconocen que, tras conocer los argumentos de la campaña, han cambiado de opinión y se niegan a actuar en Israel, o casos en los que no se dan explicaciones de las anulaciones, sobre todo por miedo a represalias (en la memoria, los ataques a Penélope Cruz y Javier Bardem, por ejemplo).
Así, en 2018 anularon conciertos en Israel Shakira, Gilberto Gil, Lorde y Lana del Rey. Este último caso fue especialmente llamativo porque la cantante era cabeza de cartel del festival Meteor, del que se cayeron en cascada luego otros 16 artistas. Del Rey dijo que no iba “porque quería tratar a todos sus fans por igual”. Otra docena de DJ internacionales anularon igualmente eventos en el país el pasado año.
Un grupo de cineastas acabó boicoteando también el festival anual de cine LGTBI de Tel Aviv, denunciando la técnica de pinkwashing, o sea, de lavado de imagen con color y purpurina, y se disculparon por no ir varios de los principales invitados a un evento mundial de chefs, RoundTables, aunque en este caso hubo incluso ataques contra los restaurantes de varios participantes, algo insólito.
En lo deportivo, a principios de año se anuló un evento de motociclismo patrocinado por Honda y, lo más llamativo, la Selección Argentina de Fútbol canceló un amistoso en junio. Messi fue el objetivo principal de los llamamientos propalestinos, por ser una estrella inconmensurable en
Hubo, además, un caso especialmente doloroso para las autoridades de Israel, el de la actriz Natalie Portman, judía nacida en Jerusalén, con nacionalidad israelí y norteamericana, a la que se le concedió el llamado Nobel Judío, el Premio Génesis, y que declinó ir a la entrega del galardón. Justificó la cancelación de su viaje en los “recientes acontecimientos penosos” para ella registrados en el país, esto es, una nueva masacre en la frontera de Gaza en una de las Marchas del Retorno, en la que murieron adolescentes y niños. La ligazón de la actriz con su tierra es intensa, esta vez no hubo campaña expresa del BDS.
Este movimiento, desde hace más de una década, ha cosechado otros éxitos importantes en el mundo cultural: tienen el apoyo de los actores Susan Sarandon, Emma Thompson o Kenneth Branagh, y han conseguido que anulen sus conciertos Lauryn Hill, Carlos Santana, Elvis Costello, Natalie Imbruglia, Sinead O’Connor o Talib Kweli.
Cada año, invitan a decenas de estrellas de Hollywood a visitar el país y pasearlos por sus principales atractivos turísticos, pero cada vez hay menos respuestas. AFP sostiene que en 2018 desoyeron la oferta Jennifer Lawrence, Leonardo DiCaprio y Matt Damon, entre otros.
En 2014, hubo un caso muy polémico con la también actriz Scarlett Johansson, a quien se pidió que dejase de representar a la marca israelí Sodastream, cuya principal factoría estaba en una colonia, en suelo ocupado palestino. La intérprete, finalmente, se negó a dejar de hacer sus anuncios y abandonó, por contra, su papel como embajadora de la ONG Oxfam. La organización ya le había dicho que publicitar Sodastream y trabajar para ellos -que denuncian las violaciones contra la sociedad palestina- era “incompatible”. Otra actriz, Kristin Davis, había hecho lo contrario un poco antes: dejó de ser la imagen de la marca cosmética Ahava, porque tiene sede en una zona ocupada del Mar Muerto, y se quedó con su papel solidario en Oxfam.
¿Y en España?
Los artistas españoles, por el momento, son más bien dados a mantener sus compromisos en Israel. En los últimos años, el BDS ha lanzado campañas concretas por conciertos de Julio Iglesias, Joan Manuel Serrat y Joaquín Sabina, Paco de Lucía, Diego El Cigala, José Mercé o Concha Buika, hasta llegar ahora a Miki Núñez, el representante de España en Eurovisión con La venda.
El movimiento BDS se hizo especialmente conocido en 2015, cuando convenció al Festival Rototom de Benicasim para anular el concierto del cantante judío norteamericano Matisyahu. Tomaron la decisión “frente a la indisponibilidad del artista a la hora de pronunciarse claramente contra la guerra y sobre el derecho del pueblo palestino a tener su propio Estado”, según un comunicado oficial.
Sin embargo, las acusaciones posteriores de antisemitismo que recibió la organización -ya que el artista no es israelí, por más que tenga relación con el país y haya rodado allí varios videoclips- hicieron que retomaran la actuación. No hubo incidentes y apenas se vieron unas cuantas banderas palestinas al viento mientras entonaba su reggae.