Azaña vive entre nosotros
Emoción. Esa es la palabra que resume lo que sentimos quienes hemos asistido al homenaje de España, a través de su presidente del Gobierno, a los exiliados que tuvieron que abandonar su patria después de haberla defendido frente al fascismo durante tres años de guerra.
Pero también razón, porque si tuviera que resaltar una idea de la presencia de Pedro Sánchez como presidente del Gobierno de España ante la tumba de Don Manuel Azaña en Montauban –en la misma zona que Colliure, donde está enterrado Don Antonio Machado- es que la Constitución de 1978 restauró gran parte de los valores de la República Española que cientos de miles de hombres y mujeres leales protegieron con su vida ante el asalto de la barbarie.
Un barbarie que se extendía por Europa y tuvo su primer enfrentamiento armado con la democracia en la guerra de España, en la que el nazismo alemán y el fascismo italiano echaron el resto para apoyar a los insurrectos que avanzaban a sangre y fuego, anunciando la brutal represión que después protagonizó la dictadura de Franco.
Mientras escuchaba en las playas que albergaron a miles de compatriotas al presidente, miraba al cielo azul de la infancia de Machado pensando que lo que ocurrió hace ahora ochenta años no puede volver a repetirse porque la Europa y la España de hoy han construido estados de derecho y sociedades democráticas sólidas.
También escuché los gritos de manifestantes que con banderas esteladas y otras de Esquerra Republicana de Cataluña nos increpaban llamándonos fascistas. Era el mundo al revés, máxime si pensamos en los miles de españoles procedentes de todas los rincones de España que lucharon por la República en tierras catalanas, y que dieron su sangre en el Ebro y en la retirada. Estos manifestantes reivindicaban a gritos y con insultos las figuras de los políticos presos (que no presos políticos) en centros penitenciarios del siglo XXI, pero decidieron hacerlo insultando a los familiares de los refugiados políticos (estos sí que lo eran) que tanto sufrieron en Francia internados en campos a la intemperie donde muchos murieron por enfermedad y malnutrición... Sentí una profunda pena.
Pero eso no me hizo olvidar que también en esa Europa unida crecen hoy movimientos populistas de extrema derecha que en muchos casos pretenden revisar la historia para negarla. También en España, lamentablemente, cuando hay quien reivindica la figura del dictador y critica al Gobierno por poner en marcha lo que tenía que haberse hecho hace muchos años: no dejarle al lado de quienes fueron sus víctimas como verdugo impasible incapaz de tener clemencia y menos aún reconciliación.
¿Cómo es posible que haya partidos democráticos que les sigan el juego a quienes piden las listas de los trabajadores que combaten la violencia contra la mujer para amedrentarlos? ¿Cómo es posible que haya diputadas al Congreso que se atrevan a referirse a unos huesos para despreciar a los españoles cuyos restos, tras ser asesinados vilmente, yacen todavía en las cunetas de nuestras carreteras?
Viajé con el Presidente del Gobierno a Montauban, y acompañé a la sobrina nieta de Azaña, el hijo ilustre de Alcalá de Henares, el estadista, el pensador, el defensor de la libertad y la paz, la piedad y el perdón.
Para Alcalá este ha sido un acto de justicia con una de sus figuras históricas, cuya casa natal tenemos tan cerca cada día. Muchas mañanas, cuando paso delante de su puerta, le imagino saliendo a la calle soleada con su impecable traje haciendo el gesto de ponerse el sombrero. Me gusta pensar que en ese momento me pararía ante él y, al saludarle con un "buenos días, señor presidente", me descubriría para mostrar mi respeto a quien mejor que nadie defendió una España moderna y europea. Y después le seguiría con la vista paseando lentamente la Calle Mayor hacia la Plaza de Cervantes, saludando a los niños que juegan y a los vecinos que se paran a su paso para hacer lo mismo que yo ante su puerta.
En el año 2020 se cumplirán 80 años del fallecimiento de Don Manuel Azaña. Ojalá exista en esas fechas un Gobierno de España que esté a la altura de esa efeméride y que continúe la senda que ha abierto el presidente Pedro Sánchez.
Don Manuel, como Don Antonio, murieron en Francia. Pero en la España constitucional y en el corazón de sus demócratas viven y perdurarán todos los días.