La trumpización de Ayuso contagia hasta a la calle
La estrategia de la derecha sin complejos y la victimización le han resultado a la presidenta de Madrid, hasta llevar a miles se simpatizantes a la sede de su partido.
Ángel Gabilondo dijo el pasado mayo, como candidato del PSOE a la Comunidad de Madrid: “Ayuso un epígono de las formas e ideas de Trump y Bolsonaro”. Epígono: “persona que sigue las tendencias artísticas, filosóficas o científicas de un maestro, escuela o generación anterior”. Ahí estaba la referencia del profesor de Filosofía que hoy es Defensor del Pueblo.
Esa trumpización de la presidenta madrileña, Isabel Díaz Ayuso, que ya se señalaba entonces, ha cobrado más cuerpo este domingo con la salida a la calle de miles de simpatizantes que han hecho fuerza ante la sede del PP en la calle Génova de la capital para reclamar la salida del presidente de la formación, Pablo Casado, tras el escándalo de las ayudas al hermano de la lideresa y el supuesto espionaje posterior.
Ayuso ha sabido hacerse con el liderazgo anímico de su partido al erigirse en la líder de facto contra el sanchismo, ha sabido encauzar el rechazo al actual presidente del Gobierno y la coalición que lo sustenta, a base de tripas más que de cabeza. Parecido a lo que hizo Trump en EEUU contra el legado de Barack Obama. Su defensa de la libertad también es comparable, con la economía por bandera. Se vio cuando abrió la hostelería en tiempos duros de pandemia y se ha visto ahora justificando que un empresario del sector de la salud se lleve comisiones elevadísimas por gestionar ese contrato, sin importar que ese empresario sea su propio hermano. Una parte importante del conservadurismo nacional -más ún el madrileño- lo ve bien, le parece aceptable que eso ocurra. Esa es su fuerza. Neoliberalismo por encima de todo.
Esa filosofía de ‘vaya usted donde quiera y haga los negocios que quiera’ ha calado hasta el punto de movilizar a la militancia y a los simpatizantes, que creen que la estrategia de Casado de investigar al comisionista no es más que una suerte de caza de brujas. Trump también se elevó sobre ese discurso, en su caso, azuzando el miedo a un mayor intervencionismo de los demócratas si ganaba “el socialismo” de Hillary Clinton. Lo intentó con Joe Biden, pero el cansancio ya era mucho tras una legislatura en la Casa Blanca.
Como denuncia en el diario Ara Mónica García, portavoz en la Asamblea por Más Madrid, es una catálogo que funciona, “la política basada en la propaganda y basada en idearios, expectativas y emociones más que en las cosas de la comida y las cosas reales, funciona”. Enarbola un discurso tan populista como triunfalista, trufado de mentiras y medias verdades, y en el que el ingrediente principal es el victimismo del que permanentemente hace gala, siempre señalando a los otros, a la oposición que según ella no hace otra cosa que ponerle “la zancadilla”. También esta vez ha sido vista como víctima.
El fenómeno de Ayuso es equiparable al de Trump porque plantea una enmienda a la totalidad de algunos consensos, sobre los que pasa en la administración -como con la pandemia, cuando dijo: “todos los días hay atropellos y no por eso prohibes los coches”, al hablar del riesgo de la hostelería contemplado por todas las demás regiones.- y en su propio partido -como su negativa inicial a dar explicaciones a Casado sobre el tema de su hermano-. Derecha sin complejos, la llaman.
Su visión sobre el Estado de Bienestar rompe con la lógica con la que había actuado el PP en las últimas décadas y antepone el beneficio propio por encima del común de una forma tan clara que hay quien, ante el miedo a la socialización de un Ejecutivo de izquierdas, compra esa carta. La falta de un liderazgo fuerte enfrente en su propia formación, como el pasó a Trump en su ascenso en el Partido Republicano, ayuda.
A la calle
Lo de Génova de ayer es la cristalización de todo eso, visto ya desde hace meses en redes sociales y en las propias elecciones autonómicas del pasado 4-M. Ha lanzado a sus seguidores contra la cúpula del partido, en una presión que va más allá de trending topics y se palpa. A mediodía, la sede nacional del partido se llenó de simpatizantes de Ayuso, jaleados y convocados desde los círculos afines a la presidenta madrileña. Se podían ver banderas de España y pancartas en las que se leía, por ejemplo, “Casado dimisión”, mientras.
Parece evidente que las bases de los votantes populares están del lado de la presidenta madrileña, algo que ya reflejó la encuesta de El Confidencial dando a Ayuso cerca del 71% de apoyo entre los votantes que la ven como candidata a la Presidencia del Gobierno.
Sacar las fuerzas vivas a la calle también es algo que hizo el magnate republicano. No hablemos del Capitolio, que fue el peor ataque a la democracia en EEUU en los tiempos recientes, sino de los mítines en la llamada América profunda contraprogramando a otros miembros del mismo Partido Republicano, la presión en forma de manifestaciones y bloqueo -de negocios, de escuelas- contra candidatos que no eran de su agrado, las protestas contra blandos republicanos en cuestiones como el aborto, la pena de muerte o el supuesto fraude electoral de 2020.