Ayuso humilla a Feijóo
Al presunto líder del PP le temblaron las piernas por algún titular en algún medio de comunicación y, especialmente, por la presión de la presidenta madrileña.
Alberto Núñez Feijóo no pinta nada. Estos últimos días ha quedado claro tras el abrupto final de las negociaciones entre el PP y el Gobierno para renovar el Consejo General del Poder Judicial (CGPJ).
Cuando parecía que, tras cuatro años de bloqueo popular, estábamos muy cerca de un acuerdo prácticamente listo y pendiente de anuncio público, desde el principal partido de la oposición decidieron tirarlo todo por la borda, cortar por lo sano y mantener su incumplimiento de la Constitución. ¿Por qué? Porque al presunto líder del PP le temblaron las piernas por algún titular en algún medio de comunicación y, especialmente, por la presión de la presidenta madrileña, Isabel Díaz Ayuso. El ala dura del PP y sus terminales mediáticas ha ganado también esta batalla. Y el derrotado Feijóo ha perdido una gran oportunidad para, por lo menos, fingir que es un hombre de estado capaz de llegar a acuerdos importantes con el Gobierno y respetar la Constitución, que tanto dicen defender, del país que tanto dicen defender. Ni lo uno ni lo otro.
En solo medio año, el nuevo presidente del PP ha dejado tres cosas claras: empezó avalando la primera coalición de gobierno con Vox, prosiguió evidenciando que todas y cada unas de sus posiciones políticas defienden a una minoría poderosa, y ahora nos queda también claro que los mismos que se cargaron a Casado son quienes siguen dirigiendo los destinos del partido. Las dos primeras obviedades pueden gustar más o menos, pero encajan perfectamente en lo que es un partido de derechas chapado a la antigua y poco asimilable al resto de las derechas europeas. Pero lo ocurrido en los últimos días va más allá: el liderazgo de Feijóo queda muy tocado. Posiblemente, de forma ya irremediable. Por varias razones. Primero, porque no tiene palabra.
Cuando todo parecía prácticamente acordado, teniendo incluso un par de huecos en la agenda acordados para el anuncio, salta en los medios que el PP rompía las negociaciones alegando la enésima excusa: la posible reforma del delito de sedición para adaptar la legislación española a los estándares europeos. Justamente, una cuestión que hasta entonces dirigentes como Cuca Gamarra o el negociador González Pons se habían esforzado en separar de la renovación del CGPJ. En segundo lugar, por las malas formas, incluso filtrando conversaciones del ámbito privado.
En tercer lugar, el liderazgo de Feijóo queda también entre dicho porque hay alguien que se ha esforzado mucho no solo en que sus posiciones se impongan, sino además que todo el mundo conozca que eso ha sido obra suya. Ayuso, presidenta en la sombra, no ha dudado en humillar públicamente al presidente de paja, Núñez Feijóo. Todo muy calculado. Y todo, según parece, muy similar al anterior proceso para ir arrinconando hasta la asfixia al líder popular.
Cada vez parece más evidente que a lo que aspira Ayuso es a convertirse en la futura presidenta nacional del PP, y que los sucesores de Rajoy en el cargo solo son entretenimientos temporales hasta que decida que ha llegado el momento. Pero me da que, de la misma manera que España no es solo Galicia, tampoco es solo Madrid y su ecosistema de poder y medios ubicados en la capital y con poca capacidad para ver más allá de su ombligo.
España no merece que el principal partido de la oposición sea un grupo de personas absolutamente desleales a los intereses del país en el exterior, contrarios a los intereses de la mayoría social de los ciudadanos, incapaces de cumplir con la Constitución y en constante avance hacia un trumpismo que puede tener cierto éxito electoral entre algunos sectores, pero que aporta más problemas que soluciones.
Veremos qué ocurre en un futuro pero lo que ya sabemos es que Feijóo no tiene palabra, ni liderazgo, ni proyecto para la mayoría.