Así ha evolucionado la "crisis del mojito" en Italia
Salvini rompió el pacto de Gobierno, esperando convocar elecciones y arrasar, pero no se esperaba un frente común de las demás fuerzas contra su Liga extrema
Italia vive esta tarde un ajuste de cuentas. De los feos, a cara de perro. Los partidos que hasta ahora eran socios y el primer ministro que hasta hoy sustentaba su sillón en esa alianza se enfrentarán a una crisis política sin precedentes, en un país bien acostumbrado a no cumplir ni una legislatura completa. Ya no se quieren. Ya no se soportan.
Desde las tres de la tarde el Senado vota una moción de censura contra Giuseppe Conte, el primer ministro de consenso, que no ha dejado espacio para la imaginación y ya ha anunciado que, según acabe la cita en la Cámara, presentará su dimisión.
La llamada “crisis del mojito”, como la llama la prensa local porque se ha producido en pleno agosto y porque, literalmente, ha pillado a los implicados de vacaciones en el chiringuito, la inició el líder de la ultraderechista Liga Norte y ministro del Interior, Matteo Salvini, quien veía en el horizonte la posibilidad de ser ya primer ministro. Así lo pronostican las encuestas y los buenísimos resultados de su formación en las elecciones europeas de mayo. Pero se ha pasado de frenada, ha roto la baraja antes de tiempo y, oh, sorpresa, los demás partidos han hecho frente común en su contra. Y así estamos, viendo qué va a pasar en un país que ya se va mereciendo un poco de estabilidad...
Cómo hemos llegado hasta aquí
El 18 de mayo de 2018, el populista Movimiento 5 Estrellas y la Liga de extrema derecha alcanzaron un acuerdo para formar una coalición de gobierno. Era un matrimonio contranatura, al primer vistazo, pero los dos tenían ansias de poder y ganas, según sus líderes, de “devolver Italia a los italianos” y “cambiar las cosas de los partidos de siempre”.
Salvini, líder de la Liga, se convirtió en vicepresidente del Consejo de Ministros y en titular de Interior. Luigi di Maio, su homólogo del 5 Estrellas, ocupaba un cargo parejo en la cúpula y se quedaba como ministro de Desarrollo Económico, Trabajo y Políticas Sociales. Por encima de ellos, como figura de consenso, la del primer ministro Giuseppe Conte, un jurista y profesor independiente.
Esta heterogénea coalición, sin embargo, ha estado marcada por diversas fracturas políticas desde su nacimiento, dadas sus diferencias ideológicas. Además, varias elecciones regionales y las europeas han ido separando a las dos partes, que en el fondo hicieron campaña por separado y cada una peleando por su terreno. La confianza se ha ido perdiendo.
El 3 de junio de 2019, el primer ministro Conte ya amenazó con dimitir si sus compañeros de coalición seguían siendo incapaces de ponerse de acuerdo en diversas áreas, en cuestiones básicas para la ciudadanía. Salvini rechazó esas acusaciones diciendo que él “no tenía ninguna intención” de derribar el Gobierno sino de “trabajar” por Italia.
Por unos trenes...
Sin embargo, dos meses más tarde, el 3 de agosto, Salvini decide acabar con la coalición y exige convocar nuevas elecciones. La excusa que puso fue una cosa menor: la votación en contra del proyecto de línea de alta velocidad Turín-Lyon por parte de M5S, partido político muy unido a grupos medioambientales y declaradamente de izquierdas en sus orígenes, que se opusieron abiertamente al proyecto.
¿Trenes, en serio? No, la clave de lo que pasaba eran los números que manejaba Salvini, que se relamía esperando el estrellato. Las encuestas de esos días señalaban una clara victoria del partido de Salvini (con un 38% de los votos, las más conservadoras), seguido muy de lejos del Partido Demócrata (PD). En tercera posición, el M5S (16,5% de los sufragios), desangrado, apenas con la mitad de apoyos logrados 14 meses atrás. En cuarta posición estaría el partido neofascista -y potencial aliado de Salvini- Hermanos de Italia, mientras que Forza Italia, liderado por Silvio Berlusconi, quedaría en un ínfimo 6,5%.
Alianzas o elecciones, los escenarios
Salvini pensaba que con su puñetazo encima de la mesa la convocatoria de elecciones era inmediata. Por eso llamó a los parlamentarios, de vacaciones de agosto, a acudir pronto a Roma e iniciar el proceso cuanto antes. Para el carro... que no tienes tanta fuerza.
Primero, Conte se negó a dimitir ni a dar por disuelto el Gobierno, que sigue trabajando y no en funciones. Es verdad que todo está a medio gas, por las vacaciones, porque no se llevan ya los socios y porque cada materia sirve para hacer pelea política (el mejor ejemplo es la crisis del Open Arms) pero, hasta hoy, la vida sigue.
Luego, los demás partidos, que hace 12 meses fueron incapaces de entenderse y formar una coalición alternativa en la que no entrasen los ultras de Salvini, están moviéndose y diciendo que es mejor tragarse el sapo, taparse la nariz y pactar con quien no te gusta que tener a Salvini en el Ejecutivo. De ahí que hayan salido sumas que hasta ahora eran impensables.
Y de ahí que haya pasado el escenario más probable: el jefe del Gobierno, tras su discurso -en el que ha atacado duramente a Salvini- acudirá al palacio del Quirinal y pondrá su mandato en manos del presidente de la República, Sergio Mattarella -otro enemigo declarado del líder de la Luga-. Concluirá entonces, después de poco más de doce meses y medio, el Gobierno de coalición formado por el Movimiento 5 Estrellas y la Liga.
De inmediato, el jefe del Estado comenzará una ronda de consultas con los partidos para conocer las posibilidades de formar una mayoría parlamentaria alternativa. Una posible opción al actual gobierno es la formada por el Movimiento 5 Estrellas y el Partido Democrático, con apoyo de otros grupos minoritarios de centro y de izquierda. Lo que pasa es que el PD también está dividido, porque en su seno está quien quiere pactar para echar a Salvini como sea (léase Matteo Renzi, exprimer ministro) y quien aún no lo ve claro (el líder de la formación, Nicola Zingaretti).
La prensa italiana sostiene que es factible esta suma, aunque sea igualmente extraña y con poca sintonía, porque se ha llegado a la conclusión general de que hay que dejar fuera a Salvini, que no puede seguir comandando carteras tan esenciales como Interior. Incluso, podría optarse por una cabeza visible de tecnócratas, apoyados por estas fuerzas, que logren un consenso mínimo y puedan aprobar los presupuestos este otoño, en los que la Unión Europea tiene su ojo vigilante encima. El ultra, por su parte, ha dicho que si eso ocurre, se tirará a las calles y plazas para conquistar “los corazones de los italianos uno a uno”.
Existe la posibilidad, muy muy remota, de que se reedite la alianza actual, que se llamen al orden entre los socios y se firme un nuevo acuerdo. Los 5 Estrellas han dicho públicamente que no, que Salvini ya no es “un socio fiable” porque está “desesperado” por ser primer ministro, y no por gestionar el país. Salvini, que ni por asomo apoyaba esta vía, que sólo quería elecciones, ha llamado a sus socios estos días diciendo que, bueno, quizá no es tan mala idea. Le ha visto las orejas al lobo.
La otra opción es que todo se rompa y se convoquen elecciones. En ese caso, el plazo para celebrarlas oscila entre los 35 y los 70 días, sin contar además la anomalía de que el Parlamento no trabaja en agosto. Los datos dicen que, hoy, Matteo Salvini ganaría arrasando.
Quedan horas de infarto en Italia. Quedan semanas intensas para evaluar las fuerzas del consenso, de la ultraderecha y del populismo en un país que no encuentra la paz.