Así es la guerra de desgaste de Assad sobre Idlib: más de 740 muertos y 440.000 desplazados en tres meses
La imagen de dos hermanas atrapadas en los escombros tras un bombardeo vuelve a poner en los titulares un asedio que se inició en abril y deja 700 muertos
Las niñas de la foto se llaman Tuqa y Rauan. La primera, de siete meses, está malherida. La segunda, de tres años, está muerta. Se dejó la vida salvando a su hermana, agarrándola como pudo de la camiseta, tras el bombardeo de su casa en Idlib, Siria. Su padre -un hombre que en unas horas tendría que encajar, además, la muerte de su esposa y de otra de sus pequeñas- grita desesperado desde más arriba, mientras ve a las niñas colgadas del precipicio de cascotes. La imagen ha dado la vuelta al mundo y nos ha recordado que en Siria se sigue matando y muriendo, que para esta guerra vieja de ocho años largos no hay aún solución.
El caso de estas chiquillas ilustra bien lo que está sucediendo en su provincia, la zona más caliente de la contienda en estos momentos. Desde finales de abril, el régimen de Bachar El Assad, con ayuda de Rusia, está lanzando una ofensiva de desgaste feroz, no declarada, sobre Idlib y sus alrededores, unos bombardeos intensificados para acabar de una vez con el principal reducto rebelde que queda en el país, junto con el oeste de la provincia de Alepo, el norte de Hama y la zona mediterránea de Latakia.
Allí se concentran opositores a Damasco, grupos rebeldes armados y, sobre todo, facciones yihadistas, además de sus familias, inocentes que poco tienen que ver con la batalla. Idlib está casi por completo dominada por el Organismo de Liberación de Levante o Hayat Tahrir Al Sham, una alianza en la que está incluida la exfilial siria de Al Qaeda, Al Nusra, que se ha convertido en el principal objetivo del presidente sirio. Pero para pelear contra ellos, sufren muchos más.
En la provincia, fronteriza con Turquía y en la que según diversas estimaciones viven entre 2,5 y tres millones de personas, más de 440.000 habitantes se han visto desplazados de sus hogares, según datos de Naciones Unidas. Los muertos en estos meses ascienden a más de 750, añade el Observatorio Sirio para los Derechos Humanos (OSDH). La ONU denuncia que se han atacado centros sanitarios -al menos una docena-, hiriendo y matando a enfermos y personal, y también escuelas -50 han quedado dañadas-.
Sólo la semana pasada, la ofensiva dejó cien muertos, con Rauan, su hermana y su madre entre ellos. Estos ataques contra objetivos civiles han merecido la condena de la alta comisionada de la ONU para los Derechos Humanos, Michelle Bachelet, quien ha rechazado la “aparente indiferencia internacional” ante estas acciones. Más: el coordinador para Asuntos Humanitarios y Respuesta de Emergencia de Naciones Unidas, Mark Lowcock, ha definido la situación como de “carnicería en una zona segura”. Nadie se rasga las vestiduras.
Lowcock ha comparecido este miércoles y ha ahondado en el caso de las hermanas de la fotografía, porque condensa todo lo que ocurre. “Cinco hermanas acabaron en el hospital”, ha explicado. Dos de ellas murieron. Fueron a un hospital, el Central de Idlib, que cuenta con garantías de protección de la ONU y, aún así, también ha sido bombardeado, incluyendo un área para maternidad y ginecología.
“Casi todos los edificios han sido destruidos en un periodo de tres meses. Imágenes por satélite como esas muestran 17 localidades casi completamente destruidas o vaciadas”, ha denunciado, tras calificar los bombardeos de “diarios”. “No hay carencia de información sobre Idlib. Sabemos exactamente lo que ha estado pasando durante los últimos tres meses”, ha reiterado, en un desesperado llamamiento al mundo. ”¿Van a encogerse de hombros, como dijo Michelle Bachelet? ¿O van a escuchar a los niños de Idlib y hacer algo al respecto?”, se cuestiona.
Una zona desmilitarizada (supuestamente)
Sangrantes son las cifras pero, más aún, si se ponen en contexto: se supone que en los alrededores de esta provincia se estableció una zona desmilitarizada el pasado septiembre, tras un acuerdo entre Rusia (aliada de Damasco) y Turquía (valedora de los opositores), pero desde el primer día, prácticamente, ha habido violaciones al acuerdo por ambas partes. Ese pasillo había de separar las áreas yihadistas o de insurgentes de los territorios gubernamentales colindantes, pero tiene incontables agujeros.
Las principales ONG opositoras hablan de “absoluta desproporción” en el empleo de la fuerza contra los rebeldes y los civiles que con ellos aguantan el cerco. Assad y sus amigos rusos, por contra, no hacen más que decir que hay terroristas en la zona, luego tienen que defenderse. Aunque a la vez que mata a milicianos se lleva por delante a lo que llaman su “base popular”, que en muchos casos, denuncian, son sólo “escudos humanos” de sus adversarios. “Sí, efectivamente hay un grupo terrorista que domina la mayor parte de Idlib, pero en el Consejo de Seguridad hay un amplio acuerdo de que, aunque es legítimo combatir a los terroristas, tiene que hacerse con respeto de la ley internacional humanitaria”, replica el enviado de la ONU para Siria, Geir Pedersen.
El máximo órgano de gestión de Naciones Unidas, el Consejo, ha discutido ya varias veces en los últimos meses la situación en la zona, sin que de los despachos hayan surgido ni propuestas ni condenas. El derecho a veto de miembros permanentes como Rusia lo ha impedido.
El miedo de los analistas internacionales es a que esta ofensiva vaya a más, que Assad se canse de ir minando poco a poco las fuerzas en la zona, y acabe llevando a cabo una ofensiva total, que derive en una nueva emergencia humanitaria, con centenares de miles de refugiados llegado a Turquía, bombas de barril que matan niños de nuevo...
Rusia anuncia, de hecho, ese posible golpe mayor: este martes ha denunciado que los insurgentes de Hayat Tahrir al-Sham están redistribuyéndose al suroeste de la zona de distensión y preparándose para una ofensiva. Al menos “500 terroristas han sido reposicionados desde las áreas norteñas de la provincia de Idlib. Las preparaciones para operaciones ofensivas están en marcha”, indicó el jefe de la Dirección de Operaciones del Estado Mayor General ruso, general Serguéi Rudskói, según la Agencia EFE. ¿Estamos a las puertas de una ofensiva terrestre? El acuerdo de hace poco menos de un año habla expresamente de un “aplazamiento o una suspensión temporal de cualquier ofensiva terrestre del régimen”, pero vistos los incumplimientos, todo puede pasar. Los tres meses de pesadilla que ya han pasado pueden ser apenas el preludio de lo que la ONU llama la “tormenta perfecta sobre Idlid”.
Ganando terreno, pero no todo
Apoyándose en sus aliados principales, Rusia e Irán, el gobierno sirio ha reconquistado más del 60% del territorio que fue perdiendo desde el inicio de la contienda civil, en 2011. Pero, además de Idlib y otros pequeños agujeros rebeldes, quedan por controlar también extensas regiones del este y del noreste en manos de las fuerzas kurdas, apoyadas por Washington.
La milicia kurda de las Unidades de Protección Popular (YPG, por sus siglas en kurdo), pelean en el norte contra el Estado Islámico y ahora han dado la batalla final contra los yihadistas en la zona de Al Baguz. Cuentan, sí, con el visto bueno de EEUU, pero también con el odio de Turquía, que los ve como colaboradores del PKK, grupo terrorista perseguido por Ankara.
Damasco ha abierto negociaciones sobre el destino de todas estas regiones aún en disputa, pero sin lograr avances. Las reuniones acaban sin que se presenten algunas delegaciones o con posiciones enconadas desde el primer minuto, firme como está Assad en no abandonar el poder. Ahora se ha instalado en la comunidad internacional la certeza de que el régimen va ganando y ya pocos repiten eso de que la marcha del presidente es la primera condición para hablar.