Bruce McArthur, el amable jardinero de Toronto que mataba y descuartizaba a homosexuales
Los enterró en maceteros y en un barranco, durante siete años. Ahora se reabrirán expedientes de otras dos décadas, por si se pueden resolver más desapariciones.
Hace un año, Bruce McArthur era un jardinero respetado, con una buena cartera de clientes que le permitía vivir sin problemas en Toronto (Canadá). En enero de 2018, esa imagen se rompió para siempre, al ser detenido como sospechoso de la desaparición y posible muerte de varios miembros de la comunidad homosexual de la ciudad. Ahora, sin inmutarse, ha ido reconociendo una a una hasta ocho muertes, ocho asesinatos en primer grado de gays a los que se había perdido la pista entre 2010 y 2017. El jardinero apacible es ya el jardinero asesino.
Fue el 18 de enero de 2018 cuando McArthur fue arrestado en su casa, inicialmente por el asesinato de dos hombres, Selim Esen, de 44 años y Andre Kinsman de 49. Con el curso de las investigaciones policiales, se ha sabido que sus víctimas son al menos ocho. A la lista se suman Majeed Kayhan, de 58 años; Soroush Mahmudi, de 50; Dean Lisowick, de 47; Skandaraj Navaratnam, de 40; Abdulbasir Faizi, de 42, y Kirushnakumar Kanagaratnam, de 37. Todos varones homosexuales adultos, de entre 37 y 58 años, y en su mayoría pertenecientes a minorías étnicas.
Este martes, los nombres fueron leídos ante un tribunal, de forma solemne, y el investigado fue asintiendo cada vez. Todos, los mató a todos, dice. Otro joven se salvó, porque cuando fue arrestado tenía en su vivienda a otra víctima, maniatada. También se han reabierto casos pendientes de entre 1975 y 1995, por si él pudiera estar igualmente detrás de desapariciones sin resolver.
Policías y forenses, con perros y radares, han estado todo este año investigando en un centenar de lugares, en busca de cuerpos. La mayoría de las localizaciones inspeccionadas eran casas o fincas en las que McArhur trabajaba como jardinero. En una de ellas, en grandes macetas, se encontraron varios de los cuerpos, lo que quedaba de ellos. Los demás, los tiró en un barranco. Descuartizados. "Una carnicería", resumía uno de los agentes a la prensa local.
Al parecer, todos los asesinatos tenían una motivación sexual detrás e incluso se ha visto cierta escenificación y cuidado en ellos. En algunos casos, se quedaba con algunos recuerdos de sus víctimas, como joyas y cuadernos. Todos los hombres fueron asesinados durante una agresión sexual o mientras estaban "confinadas ilegalmente".
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El tópico se cumple, pero es que en este caso era verdad: nadie lo habría adivinado, a nadie había llamado la atención, quién lo iba a decir. Antes de su captura, el perfil de Facebook de Mcarthur estaba lleno de recetas de cocina, fotografías de gatos y retratos de sus hijos y sus nietos. Hasta había hecho de papá Noel en un centro comercial. Un muro tan normal y tan ideal como el de cualquiera, en el que también decía ser detractor de Donald Trump, el presidente de EEUU.
McArthur, que ahora tiene 67 años, contrajo matrimonio a los 35 y tuvo un hijo y una hija. Sin embargo, según la informó la CBC, en 1999 se convirtió en una figura reconocida en la escena gay de Toronto. Skandaraj Navaratnam, quien habría mantenido una relación sentimental con McArthur, fue reportado desaparecido en 2010. El primero. Kevin Nash, un hombre que conoció a la pareja, afirma que se mantuvieron juntos hasta 2008 y recuerda al presunto asesino como "un hombre bien presentado, agradable, cortés y aparentemente heterosexual".
"Tenía clientes maravillosos y era amable y generoso con ellos", dijo Karen Fraser, la propietaria de la casa en Mallory Crescent donde fueron encontrados restos humanos de las víctimas de McCarthur. El jardinero tenía un acuerdo con los ancianos residentes en la casa para almacenar allí su equipo, a cambio de cuidar su césped gratis. Lo que esa mujer no sabía es que, pese a que en el campo profesional todo el mundo hablaba bien de él, ya tenía dos investigaciones por casos sospechosos sobre sus espaldas: fue condenado en 2001 por atacar a un prostituto con un barra metálica y, más recientemente, en 2016, fue interrogado después de que un hombre denunciara que intentó estrangularlo. Sin embargo, las autoridades nunca le imputaron nada. Aún antes, en 2003, recibió una una sentencia condicional por otro tipo de delito, un asalto, que no conocía ni su familia.
Aunque la policía inicialmente se resistió a calificar a McArthur de asesino en serie, las autoridades policiales reconocen ahora que se equivocaron, y que el detenido puede ser responsable de muchas más muertes en la principal ciudad canadiense. Por eso el caso, además de por el elevado número de víctimas, ha causado conmoción por los fallos policiales que ha ido encadenando.
El arresto de McArthur solo se practicó después de que activistas de la comunidad gay de Toronto estableciesen una campaña para presionar a las autoridades para que investigasen a fondo las desapariciones ocurridas en los últimos años en el barrio gay de la ciudad. Si no, nada.
Aunque será sentenciado en una futura vista judicial, el mes que viene posiblemente, el asesinato en primer grado supone una sentencia automática de cadena perpetua sin posibilidad de libertad condicional en 25 años. Y él ha confesado ya ocho, uno detrás de otro. ¿Le impondrán ocho cadenas perpetuas simultáneas o una detrás de otra?
"Eso nos da igual. Al menos, tenemos un cierre para nuestra angustia", dicen las familias de los asesinados, que ya están pudiendo enterrarlos y guardarlos en paz.