Aprender lecciones
Pocas veces el cine ha hecho tanto por una causa a la que no parece servir.
Llegará un día en el que tendremos que rendir cuentas por lo que hacemos; un día que, más temprano que tarde, se nos pedirán responsabilidades sin opción a pliego de descargo. Las nuevas generaciones, niños y adolescentes cuyo futuro no se atiende ni cuida, reclamarán de nosotros algo más que excusas. Porque efectivamente, se acabaron las excusas.
Sébastien Marnier estrena en España La última lección, película basada en la novela de Christophe Dufossé L’heure de la sortie. Y lo hace trayendo a la arena pública uno de los temas más candentes de la actualidad, cómo nuestro consumismo desaforado y nuestro sistema de producción resquebraja el principio de sostenibilidad natural, abocándonos a un sinfín de consecuencias de difícil solución. Pero la historia no pretende hacer proselitismo, y este es, quizá, uno de los mayores aciertos de Marnier; de hecho, nadie puede imaginar de antemano que la película invita a esta reflexión. Porque La última lección es, en realidad, un thriller desasosegante, una historia de terror para su protagonista (Laurent Lafitte), cuya estética recuerda a la de ¿Quién puede matar a un niño? (1976), El pueblo de los malditos (1960), La profecía (1976) o Los chicos del maíz (1984).
El argumento parece estar alejado completamente de toda consideración más allá de las propias del género. Pierre (Lafitte), un profesor de sustitución, llega a la elitista escuela St. Joseph para hacerse cargo de su grupo más avanzado, un aula de doce alumnos con altas capacidades, cuyas calificaciones son las más elevadas de toda la región. Pronto se percata de que los estudiantes parecen imbuidos en un trance que desconoce, presentándose como excesivamente reactivos y afilados. Aunque intenta mantener el respeto del aula, los alumnos le dejan en constante evidencia, mientras insisten en que tiene muy poco nivel para estar a su altura.
Comienza entonces el acoso, puro mobbing: llamadas a medianoche, plagas de insectos, apagones de luz, extrañas presencias en su vivienda, objetos de valor que desaparecen. Ni en la escuela ni en su hogar encuentra calma, por lo que comienza una peligrosa espiral de ansiedad, nerviosismo e insomnio. Cuando la situación le desborda, decidirá automedicarse. Pero el hostigamiento, y su propio interés por saber quiénes son estos niños, hará que se introduzca en su vida, que les observe, que les vigile, que siga sus pasos. Al fin la lógica del grupo le es revelada, aunque esta realidad le resulte todavía más desconcertante.
Toda la cinta, por otra parte, está acompañada por una banda sonora perturbadora e intensa, firmada por el grupo Zombie Zombie, en la que se mezclan tonos cortantes con toques de theremin, otros instrumentos de percusión y sonidos inesperados, lo que Marnier denomina “sonidos parásito”, compuestos por elementos naturales, no diegéticos, que se entreveran con el sonido natural.
Y todo ello, insistimos, para hacernos reflexionar acerca de algo tan impensado como el medio ambiente; para recordarnos que Greta Thunberg no es un caso aislado, que las concentraciones estudiantiles reclamando medidas contra el calentamiento global son muestra de una conciencia que desconocíamos, y que el movimiento Rise for Climate ha llegado para quedarse.
Lo fácil habría sido, obviamente, elaborar un discurso crítico, para muchos panfletario, con una total transparencia y pragmatismo: nuestras costumbres son insostenibles. Pero Marnier, impresionado por la novela de Dufossé, quiso adaptar L’heure de la sortie de la misma manera que el escritor realizó su obra, sin obviedades ni evidencias, llevando al terreno del thriller un tema acuciante en el que todos estamos involucrados.
Jamás se había hablado del cambio climático, del deshielo, del maltrato animal, de las condiciones meteorológicas extremas, de las consecuencias para la salud que esto implica o del previsible final para el equilibrio natural como en la cinta de Marnier.
Porque en un mundo en el que las sequías se intercalan con inundaciones extremas; las olas de calor asfixian nuestros veranos, miles de especies están en peligro de extinción y el aire de las ciudades se ha vuelto prácticamente irrespirable, se muestra necesario caminar contracorriente y, al menos, recapacitar al respecto.
No lo duden y vayan a las salas a ver La última lección, pocas veces el cine ha hecho tanto por una causa a la que no parece servir.