Apariencia de imparcialidad y apariencia de deshonestidad
Tanto hablar de ‘okupas’ y el PP no se mira al espejo: ellos son los ‘okupas’.
En 1985 el alcalde andalucista de Jerez, Pedro Pacheco, popularizó la frase “la justicia es un cachondeo”, cuando los tribunales le negaron el derribo del chalé de Bertín Osborne que había decretado la autoridad municipal competente. Luego el regidor jerezano estuvo entrando y saliendo de los juzgados, hasta cumplir algunas penas de cárcel por cómo algunos entendían la autonomía municipal. ‘Cousas da vida’, que diría Castelao.
En Canarias en los 80 hubo un caso parecido: el rico de un pueblo costero se había hecho un muelle particular y el alcalde socialista recién llegado y creyendo que todo había cambiado y que todo el monte era orégano y la playa lapas, tras un acuerdo plenario para devolver al pueblo lo que al pueblo se le había quitado a la cacique manera ordenó su derribo y mandó el caterpillar. Fue condenado.
Hoy no es que la justicia sea un cachondeo; que es una frase de ocasión ante una decisión que aplicando el principio de la simplicidad no se entiende en todas sus aristas. En la actualidad la cúpula judicial, los juristas que teóricamente tienen que ser más sabios, más justos, más ponderativos —ponderación y deontología son unas de las palabras más utilizadas en las sentencias, pero ‘en casa de herrero cuchara de palo’— presuntamente incumplen algunos requisitos básicos para su empleo como miembros del Consejo General del Poder Judicial o del TC, lo que les exige una carga moral y de ejemplo mucho más importante por sus componentes éticos y su condición de intérpretes de la Ley Fundamental de la democracia del 78.
A ellos, no igual, sino más que a los demás funcionarios de la Ley, y guardianes de la misma, se les exige la apariencia de imparcialidad en grado sumo, porque esa condición es básica para la confianza social en la ley de leyes. En el sistema, en fin.
Y todo eso ha quebrado en los últimos años por el empeño, fríamente calculado por un PP que se niega a perder el control absoluto sobre la maquinaria judicial.
Bloquear la renovación quinquenal del CGPJ implica boicotear e hibernar al TC en los viejos buenos tiempos de las mayorías conservadoras y, a mayores, dominar con una aritmética que ha perdido su legitimidad de origen, todos los nombramientos clave en los Tribunales Superiores de Justicia, Audiencias…etc.
Todo, al espurio servicio de sus intereses, que todo el mundo, hasta los más ingenuos suscriptores del argumentario genovés conocen, o intuyen.
No le mueve a Feijóo el altruismo, o un refinado sentido de jurisconsulto. Como no era lo que movía a Casado y antes a Rajoy. No. La verdad es más vulgar: manejar los hilos de los casos y las cosas pendientes en los juzgados. Las propias, y las que atañen a la oposición, aunque sea con sentencias que repugnan a la inteligencia jurídica y a la doctrina consolidada.
Sostiene el dirigente popular, perdida ya la fina capa de barniz de ecuanimidad, centrista y respetuoso con el orden constitucional, rápidamente contagiado con mucho gustirrinín por el gamberrismo circundante, que no desbloqueará el CGPJ para no entregarlo a Sánchez porque no está de acuerdo con el uso que le puede dar el jefe del Gobierno, o porque no comparte la política de negociar con ERC, o con Bildu o con los extraterrestres, aunque alguno parece que haberlo haylo, como las meigas. Aunque parezca un chiste de cuñados en un 31 de borrachera el dirigente conservador recibió así la noticia de que el TC, gracias a dos de sus magistrados en prórroga ilegítima, fiel infantería popular, que habían impedido a las Cortes cumplir su función legislativa: “Teníamos la razón”. Y no, lo que tenían era la sartén por el mango. Tenían una mayoría caducada y por lo tanto en ejercicio ilegal, o sea, tramposo; tenían y tienen la cara dura como el cemento y tenían y conservan una desvergüenza enciclopédica.
Todo es muy confuso, me dice un fiel lector, “pero me parece que quien empezó el lío fue quien impidió su renovación, otra cosa es que Sánchez haya reaccionado como un pollo sin cabeza”. Estoy de acuerdo; aunque en una situación crítica, impensable en constitucionalistas, de golpe, con perdón, en pecho, la reflexión suele ser sustituida por el impulso. Especialmente en organizaciones muy piramidales y con un fuerte componente caudillista. No parece que Sánchez se haya rodeado para la ocasión con asesores progresistas de altura, catedráticos de distintas áreas del conocimiento jurídico, exministros de Justicia y ex Fiscales Generales, eurodiputados expertos e incluso con asesores internacionales del espectro socialdemócrata y liberal no trastornado en materia de Tratados y la UE.
La realidad parece más compleja de lo que es, parece confusa, pero hay que quitar las hojas para ver las ramas y las ramas para apreciar el tronco… e incluso conviene remover la tierra para ver las raíces. Tanto hablar de ‘okupas’ y el PP no se mira al espejo: ellos son los ‘okupas’. ‘Okupar’ un piso, después de vender miles de viviendas sociales a fondos buitre, los pone histéricos, pero ‘okupar’ el CGPJ y el TS y de ahí hacia abajo lo ven como el sumun de la habilidad estratégica. Una heroicidad. Una genialidad para esconder la verdad y practicar la teoría de la deslegitimación de los poderes democráticos y ya se verá. Todavía viven expertos y medios especializados en esta materia que la ensayaron, con éxito y fakes creíbles a base de repetirlas en los años 30.
Decía De Gaulle, y otros muchos estadistas, pensadores, filósofos, militares de Estado Mayor, que en política es muy importante sentar un precedente. Por eso toda Europa arropa a Ucrania. Y los precedentes son como bumeranes. El PP ha sentado un peligroso precedente.
Lo que se pregunta mi fiel lector y puntilloso corrector de erratas, además de enemigo de etarras y sus descendientes ideológicos, es qué pasaría si Sánchez también considerara un peligro inasumible que Feijóo vuelva a las andadas neoliberales y empiece a desmontar el estado de bienestar al modo ayusero, como hicieron sus antecesores Aznar y Rajoy.
¿Y si la ilusión programática pepera es que suene la campanita de los bares con las propinas para poder pagar salarios de mierda?, ¿y si vuelve la caridad y la beneficencia?, y regresan los uniformes escolares marrones para los niños de pago y los azules para los pobres? ¿Podría el Secretario General del PSOE siguiendo el ejemplo de esta corte palaciega de jueces y magistrados de alto copete caducados, prorrogar cuatro años su mandato?
Mucho me temo que no. El PP tomaría las calles, con sus disciplinados jueces muy atentos en sus despachos para echar una mano, pondrían el grito en el cielo, para ver si otra vez se suman los obispos y cardenales con sotanas y a lo loco y dejan sus escapularios para coger las pancartas. Fíjense que desde in illo tempore no quieren ni siquiera esperar al final de la legislatura cada vez que gana un socialista y socializa el cortijo: a Felipe González, al que ahora santifican y reciben con hisopos, Aznar le exigía que se fuera pero ya mismo. “¡Váyase señor González!”. Pero ya antes, Aznar se quitó de en medio al presidente de Castilla y León, el socialista de Demetrio Madrid aprovechando una denuncia temeraria y sin fundamento. Gracias a la dimisión de un político honesto, Aznar llegó a donde llegó, hizo lo que hizo y permitió lo que permitió, en frase paródicamente mariana.
Y luego se hizo lo mismo con Zapatero; y después, ahora, con Sánchez. Y si el papa Francisco se atreve siquiera a oler una rosa sería el siguiente. Católicos, depende de si hay procesiones, televisiones y fotógrafos.
Ahora que está en el candelero criticar la reforma de los delitos de sedición y malversación —y podemos estar muy de acuerdo en que ha sido una insensatez adolescente y una chapuza impropia tal como se ha hecho y por qué se ha hecho— no se debe olvidar que, por analogía, los miembros del CGPJ vencidos, y los magistrados del TC, dos de los cuales que encima no se recusan ellos mismos son parte muy interesada, son técnicamente y por comparación unos presuntos malversadores con lucro de tomo y lomo, y rabo de regalo.
Ya conocen ustedes el refrán. Y parece que lo son porque en sus cargos conscientemente prorrogados en contrafuero, de lo que hay prueba expresa en su oposición cerrada a la reforma de la ley que desbloquearía la renovación, cobran mucho más de lo que cobraban en los de procedencia. Hay que acudir ya al Tribunal de Justicia de la UE.
Moraleja: al final los arnaldos se tocan.