Antologías del terror, más mortalmente vivas que nunca
Tanto en formato cine como en formato gráfico.
Las antologías de terror están más vivas que nunca. Tanto en formato cine como en formato gráfico. Yo mismo tengo el placer de haber participado en una antología cinematográfica que comienza su andadura estos días, Vampus Horror Tales, así como en una revista de relatos gráficos de terror, Knox, ya a la venta.
Compuestas siempre de narraciones en las que prima la fantasía, las antologías de terror en cine siguen de moda, ya sea con México bárbaro, The ABC’s of Death, Historias de miedo para contar en la oscuridad o V/H/S, aunque no tanto en el cine de terror español, poco frecuente desde los tiempos de Pastel de sangre o de Viaje al más allá. Títulos clásicos, inolvidables, de todos los tiempos, que me fascinen, podría citar desde Historias de terror a Creepshow, pasando por Las tres caras del miedo o las propuestas de la mítica productora Amicus, con Dr. Terror, Condenados de ultratumba o La bóveda de los horrores.
Muchas de estas antologías estaban emparentadas no sólo con el mundo literario, también con el mundo del cómic, mi devoción/perdición. Lo he contado en alguna ocasión. Era un ritual semanal en mi infancia, acercarme al kiosko cercano a mi casa y observar las diferentes revistas colgadas del tenderete, con pinzas de la ropa. Ahí estaban los pequeños tesoros. Corría el principio de los años ochenta. Yo era un crío, pero un crío muy precoz, como muchos de aquellos años, que se colaba en el cine para ver Viernes 13 o Aullidos cuando le faltaban años para la mayoría de edad, y que compraba cómics para adultos. Se ve que ni al portero del cine, ni al kioskero, les importaba la edad de este entonces orondo muchacho. Estoy seguro de que influía mi cara de entusiasmo, mi flipe permanente con lo fantástico, para la complicidad de aquellos dos señores con mi causa.
Llegar al kiosko era un festín. Comprabas cromos, gominolas, pipas. Pero también descubrías aquellos tebeos que colgaban junto a El Caso, esa revista rojinegra que era más gore que los comics de terror. Mortadelo, Zipi y Zape, los héroes de la Marvel y la DC, sí, pero también aquellos que más me gustaban, dedicados al terror, como Dossier negro y otras revistas gráficas que ya no se publicaban, pero sí se revendían, como Rufus o Vampus, todos en español. Y la gran gozada, la recién nacida versión española de Creepy, maravillosa. Aquel kiosko era como una gran exposición que mezclaba al maestro Ibáñez con el maestro Frank Frazetta.
Gracias a aquellas “revistas de lo macabro para adultos” (y similares reclamos publicitarios) descubro a grandes autores como Will Eisner, Richard Corben o Mike Kaluta, y sobre todos ellos, Berni Wrightson. Y también a Sanjulián y Azpiri, míticos, celebradamente presentes en esta nueva revista, Knox.
Y de esas revistas gráficas viene el marco de nuestro Vampus Horror Tales, donde Manuel Martínez Velasco dirige una historia muy a lo The Twilight Zone, La boda; Isaac Berrocal se acerca a los mundos de Alfred Hitchcock Presents con Segunda Cita, mientras que Érika Elizalde persigue a Hooper y a Lynch con Cumpleaños, y Piter Moreira mira hacia Alfredson, con Linaje. Y llevándonos por esas historias en blanco y negro, de amor amargo, inconcluso, incomprendido y fatal, nuestro personaje introductor, el Sr. Fettes, español con ascendencia escocesa, emparentado con aquellos personajes resurreccionistas de R. L. Stevenson, tan socarrón como poco recomendable, emula los cometidos del Tío Creepy o el Guardián de la Cripta, en las pelis y los cómics. Nos presenta, nos alecciona, al tiempo que lleva a cabo su siniestro plan de supervivencia. Llamadle Vampus, por favor, que ha nacido una estrella.
Qué felicidad terminar una película en estos tiempos de pandemia, y más que se vea. Y de cumplir aquellos sueños infantiles de cines y kioskos que ya no están.
La vida en fotogramas y en viñetas. Cuántos momentos de felicidad, de sueños. Y de evasión.