Anciana de éxito, confinada
El personaje interpretado por Concha Velasco, simplemente, nos llega al alma en la obra 'La habitación de María'.
Igual que el cine precisa en estos momentos de estrenos blockbuster nacionales e internacionales para atraer al público, lo mismo ocurre con el teatro. Pues estamos de enhorabuena, porque comienza su gira un espectáculo que sin duda resultará un éxito, y seguro que lleva al respetable a los teatros. La gran Concha Velasco vuelve a la escena, un lujo siempre. En este caso con La habitación de María, un espectáculo exquisitamente producido por Jesús Cimarro, Pentación, un señor que además se bate el cobre en redes sociales y donde haga falta por la defensa de la cultura. Y dirige otro clásico, nada más y nada menos que el gran José Carlos Plaza, ahí es nada.
Desconozco hasta qué punto Manuel Martínez Velasco, el autor del libreto de esta obra, un brillante texto de carpintería teatral más que adecuada, tenía desde el principio la intencionalidad de hacer una reflexión sobre la situación personal, física, anímica, de nuestros mayores y los que aún no lo somos, en torno a las secuelas inevitables de la pandemia. Sea como fuere, esta atractiva historia es bien traída en este momento. Una escritora famosa, anciana autoconfinada, en parte por una enfermedad, en parte por una dolorosa decisión, centra el background de una metáfora de la situación personal de muchas personas reales, auténticamente condicionados y desbordados por los actuales acontecimientos.
En La habitación de María hay un muy inteligente entretenimiento con ecos y guiños cinematográficos a El coloso en llamas o Copycat, por citar dos ejemplos, pero más aún: hay una reflexión sobre la necesidad o no de la vida en sociedad, sobre el paso del tiempo, sobre la soledad, sobre lo importante y lo accesorio, sobre la actual tecnología que ayuda y ahoga a partes iguales.
Vayan a ver La habitación de María. Recomendadísimo. No sólo por ver a la gran Concha Velasco, que está maravillosa en la función, y en sí, siempre es un placer delicatessen ver su trabajo en directo. Es muy común ir a ver al teatro a doña Concha, a la irrepetible Conchita, haga lo que haga, en esa tradición tan española de ir a ver a los grandes artistas, independientemente de lo que estrenen (“Deme dos entradas para El brujo, para Arturo, para Lina, para Lola... no se cómo se llama la obra…”), por lo importantes que son. Pero, de verdad, también vayan a verlo porque este texto de Martínez Velasco que pone en escena Plaza, tan bien escrito, tan bien dirigido, es en estos momentos más oportuno que nunca, y dice tantas cosas necesarias.
Sobre los mayores, y los que no son, somos, tanto, en una reflexión de elementos primarios, entre el fuego, un pasado secreto en las aguas del mar, que marca el pequeño terreno de apenas unos metros en el que vive la protagonista, y un aire tan asfixiante como el humo de un incendio, el propio, el de una muy humana isla interior. El personaje interpretado por Concha Velasco, simplemente, nos llega al alma.
Vuelvan al teatro, qué mejor ocasión. Y atrévanse con un espejo tan sugestivo como emotivo, tan entretenido como reflexivo. La ocasión lo merece.