Ansiedad, temblores y lágrimas: cómo surge el miedo a conducir y cómo se supera
La amaxofobia afecta a uno de cada tres conductores en España, según datos de la DGT.
“Me tensaba y me echaba literalmente a temblar cada vez que alguien me decía que tenía que conducir. Mi respuesta era ’no, no, no y no’. He llegado a bajarme del coche nada más montarme en el asiento del conductor”. Estas son las palabras de Julia (prefiere no decir su nombre real), una joven manchega que ha tenido que tomar cases de reciclaje y terapia en Madrid para poder volver a coger el coche.
“Me saqué el carnet cuando cumplí los 18, como todo el mundo”, explica a El HuffPost. Pero, desde entonces, no volvió a conducir. “Lo cogí un par de veces más hasta que un día me quedé paralizada conduciendo y dije hasta aquí. Empezaron a pitarme varios coches y yo no podía ni arrancar, tuvo que sacar un amigo el coche”, señala. Eso fue en su pueblo de Castilla-La Mancha, cuando se trasladó a Madrid no tuvo necesidad ni quiso volver a ponerse al volante. “Las calles de Madrid me dan pánico y la M-30 ni te cuento”, sentencia.
Reconoce que su experiencia no es tan traumática como haber sufrido un accidente ni tiene ningún familiar que haya sufrido ninguna desgracia al volante, pero ella sufre amaxofobia, o lo que es lo mismo, fobia a la conducción. El caso de Julia no es el único, según datos de la DGT, cerca del 30% de los más de 18 millones de conductores censados en España tiene miedo a conducir. Esto es, uno de cada tres.
Para Jaime González, director de las terapias específicas de amaxofobia de Fundación CEA, hay una clara mayoría femenina: un 95% son mujeres. “Les digo de broma que por el prejuicio social de que el hombre es el valiente y a la mujer no le importa reconocer que tiene miedo. De 15 suele haber uno o dos hombres”, señala.
Según datos del Instituto de Seguridad Vial de la Fundación Mapfre, en el caso de España, el número de mujeres que sufren amaxofobia es casi el doble que el de hombres. Ellas representan también la mayoría del 6% de conductores que sufren amaxofobia incapacitante, es decir, que no pueden conducir.
Para María Hurtado, psicóloga y coordinadora de AGS Psicólogos-Madrid, las causas de la amaxofobia se clasifican en dos grupos.“Por un lado, por inseguridad o ansiedad como característica de personalidad de quien lo padece. Por otro, haber sufrido algún accidente de tráfico alguna persona cercana de su entorno o él mismo o alguna otra mala experiencia relacionada con la conducción”, expone.
Los expertos señalan que la brecha de género se puede deber a que los trastornos de ansiedad y la inseguridad son más comunes en mujeres. Hurtado también apunta a dos tipos diferenciados. “El miedo a conducir puede ser genérico (es decir, la persona tiene miedo a conducir en cualquier circunstancia), o algo más focalizado (conducir con lluvia, estar en un atasco, etc)”, señala.
Para González a esto se suma el factor más común: tener el carnet apartado desde la autoescuela. “La principal razón es llevar sin conducir mucho tiempo. Soy profesor de autoescuela también y, a veces, por las tardes viene a clases de reciclaje y esa gente suele salir adelante. Los que han tenido algún problema como un accidente se sienten más inseguras”, detalla.
Como la mayoría de las fobias, esta puede tratarse. Aunque el camino no esté asfaltado y tenga muchos baches. Tal y como apunta Hurtado, la terapia pasa por “enfrentarse al miedo”.
“El tratamiento que ha demostrado mayor efectividad es el llamado “cognitivo-conductual”. Lo primero es que la persona tome conciencia del problema, entienda lo que le ocurre para que empiece a tener control sobre la situación. Posteriormente se realizan técnicas de exposición en donde la persona de manera progresiva se va enfrentando a aquellas situaciones que le generan miedo en la conducción”, enumera.
Estas situaciones van incrementando del 1 al 10 en función del “miedo” que le produzcan. “Estas técnicas de exposición se pueden hacer primero en imaginación, visualizando las situaciones para abordarlas de manera real, aunque también existe la posibilidad de poder hacerlo de manera virtual en centros especializados para ello”, apunta.
Precisamente a ello se dedica González desde la Fundación CEA, donde llevan casi 10 años al frente de este tipo de terapias que buscan que los conductores pierdan el miedo a la carretera. La terapia, gratuita y financiada por fondos de asociaciones como Ponle Freno, se divide en dos partes. “Una un viernes por la tarde donde un compañero psicólogo les da unas pautas a seguir no solo de cara a la parte práctica —que realizan el sábado por la mañana conmigo— sino en su día a día cuando vayan a coger el vehículo”, explica.
Al día siguiente de esta terapia psicológica grupal, que se refuerza en el caso de las personas que hayan sufrido un accidente, se pasa a la parte práctica en un circuito cerrado. “Hacemos una brevísima teorías como pautas a seguir, cómo colocarse bien en el asiento, lo importante que es tener el vehículo en perfecto estado... Luego salimos y vamos en vehículo de doble mando, como en las autoescuelas, donde vamos haciendo varios ejercicios”, detalla.
Por ejemplo, van mostrando a los 15 alumnos que forman los grupos, guiados por varios instructores, situaciones que se pueden dar en el día a día en la carretera y que a veces generan inquietud. “Vamos mostrando los inconvenientes que se pueden dar en el día a día como puede ser una frenada de emergencia o que el vehículo te patina a muy poca velocidad y tienes que tratar de controlarlo”, señala.
Sin embargo, el especialista recuerda que para aquellos que vayan a retomar la conducción, recomienda que tomen clases de reciclaje para acabar de afianzar los conocimientos.
Julia está dando clases de reciclaje en una autoescuela desde el pasado mes de octubre. “No soy aún capaz de coger el coche fuera de clases ni sola, pero ha habido un gran progreso. El primer día que me subí un coche acabé llorando y con un ataque de ansiedad, ahora puedo conducir acompañada en clase”, explica la joven que se ha visto obligada a retomar la conducción por un motivo familiar.
Esto no es nada extraño, para los que toman este tipo de terapias, el resultado es más que reconfortante. “Las personas que inician este curso o esta terapia formativa no se creen que terminen haciendo lo que terminan haciendo. La gente piensa que nunca sería capaz ni siquiera de arrancar el vehículo, del nerviosismo que tenía o de cómo se ponen en esa situación tan tensa en el día a día”, señala González.
“Ese miedo que tienes al salir de la autopista, al coger carretera o sencillamente por vía urbana hay que machacarlo hasta ser consciente de que es más el miedo que tienes en tu cabeza que el problema en sí”, apunta el especialista.
Otra creencia que se suele dar es que las personas que más suspenden el examen práctico de conducir son las más propensas a no volver a coger el coche. Esto no es del todo cierto.
Para González, las personas que van a examen muchas veces son de dos tipos. “Los que intentan sacarse el carnet de conducir antes y dan pocas clases o personas mayores, que en las que las aptitudes y la capacidad de asimilar información, no son iguales que de 18 o 20 años”, detalla el formador, que recalca que si hay una buena formación no tiene por qué fallar la conducción.
“Si lo has intentado sacar lo antes posible y encima resulta que el día del examen has cogido un atasco y has pasado los 25 minutos sin casi sin circular, has aprobado porque en ese momento estaba que te lo sacases, no porque estuvieses preparado”, apunta.
Para Hurtado sí puede haber alguna mala experiencia que condicione que esa persona no quiera volver a coger el volante. “Si las clases de conducción han sido complicadas o ha sucedido algo desagradable, sumado a características de la personalidad como inseguridades y miedos, son variables que pueden influir”, explica la psicóloga.
Según Hurtado, los profesores de autoescuela juegan un papel fundamental aquí. “Lo ideal sería que tuvieran una formación específica sobre este problema para que sepan lo que pueden hacer para ayudar a estas personas. Cuando nos ha llegado este tipo de casos, nos hemos puesto en contacto con la autoescuela para informar sobre el problema y para dar una serie de pautas al profesor que ayuden a la persona a superarlo”, apunta.
Lo de dejar el carnet de conducir aparcado en la cartera es la peor opción para Hurtado y González, quienes abogan por no dejar de conducir después de lcas clases prácticas de la autoescuela.
“Tienen que seguir tras aprobar el examen con la circulación del día a día, y no limitarse a tener que ir siempre por autopista o por vía urbana porque cuando lo tienes que utilizar en el día a día te sientes inseguro. Ahí empiezan los miedos, la angustia y la ansiedad”, apunta González quien recuerda que antes de cualquier curso de amaxofobia (salvo en caso de accidentes) lo mejor es tomar clases de reciclaje.
“Hay gente que no entiende que para sentirnos más seguros hay que utilizar un vehículo, ya sea por nuestra cuenta o en una autoescuela”, detalla.
Para Hurtado cobra especial importancia seguir conduciendo tras superar la fobia. “Lo importante es que la persona no deje de conducir ya que de esta manera se va consolidando lo trabajado en terapia”, señala.