Al teatro, ¿vas a cazar o a observar?
¿Cazador o avistador? ¿Cuál es tu actitud cuando vas al teatro? ¿Cuál es la actitud que te gusta leer cuando lees de teatro?
En busca de una pieza, igual que en busca de un trofeo, el periodismo y la crítica teatrales pueden salir a la cartelera madrileña a cazar, como si fuera un coto, o a observar, como si fuera una reserva. Un lugar donde se puede salir a matar un espectáculo para leerle hasta las vísceras. Como se puede ir como se va al avistamiento de pájaros. A observar su vuelo, su plumaje, la variedad de tamaños.
Si se sale a cazar, cuando se ve Amor, amor, catástrofe de Julieta Soria en el Teatro Español, se podía disparar a la manera en que Juan Cañas encarna al poeta Pedro Salinas, protagonista y pivote del triángulo amoroso que cuenta la obra. El que tuvo con su mujer y con una estudiante norteamericana. Un personaje hecho de una excesiva excitación, aceleración y entusiasmo cuando, por lo que se cuenta y al estar basado en los tres libros de poemas que escribió a partir de esta relación, debería estar más hecho de sensibilidad, de poesía.
Sin embargo, si se va a observar, se apreciaría un texto que apetece mucho leer cuando se sale del teatro y que confirma a su autora, tras Mestiza, como alguien a quien seguir, pues no hay dos sin tres y, posiblemente, sin muchas más. Por eso disfrutaría con las partes más contenidas del montaje, aquellas en las que los actores se agarran al texto para volar.
También le haría gracia la forma en la que Lidia Navarro pasa por la joven amante norteamericana. Pero, sobre todo, disfrutaría del trabajo de una Lidia Otón como esposa de Pedro Salinas encarnando ese amor roto y que la rompe. Que la hace pedazos. Ese amor que la lleva a la catástrofe mientras ese otro amor que ha surgido a su lado se lo pasa bien, se divierte, se convierte en la poesía que ella ni fue ni será. Un dolor que (con) mueve al público, sobre todo a los que le gustan las historias de amor, las historias trágicamente románticas.
Siguiendo con la búsqueda de una pieza que llevarse a la boca o que anotar en su cuaderno el periodista o el crítico tal vez acabasen en el Centro Dramático Nacional viendo País clandestino. Obra que avala el nombre de la directora Lucía Miranda, siempre interesante, que es una de las autoras y actrices de la misma, y el tiempo que esta obra lleva girando por el mundo. Obra en la que se trata de que cinco directores de teatro hagan realidad sus ganas de trabajar juntos. De hacer lo que justo en el argot se llama una pieza.
Si se fuera a matar, la crónica o la crítica, quizás se focalizaría en sus formas contemporáneas. En el decir y hacer en escena. Un decir que deslocaliza el español al llenarlo de acentos. Los acentos de un elenco que proceden de Argentina, Brasil, España, Francia y Uruguay. Y un hacer de grafiti y tecnología portátil y móvil.
No obstante, la observación detenida ofrecería un viaje por la diversidad que imprime la distinta procedencia de los que hacen la pieza. La forma en la que lo local y la biografía condicionan su globalidad. Su manera de enfrentarse al mundo y a los otros. Ver como en personas cultas, viajadas y leídas, el tópico funciona y que el lugar común también es un lugar en el que refugiarse, en el que sentirse seguro.
Porque más allá y más acá de los mapas políticos, de las fronteras, existe una geografía emocional, con sus accidentes geográficos, que conforman un país clandestino, fuera de toda administración y legislación. Habitado por personas que se convierten en lugares (comunes) a visitar. En los que estar o quedarse. En los que ser.
Continuando con esa observación atenta de la caza o del avistamiento tal vez localizase una rareza musical como Yo, la peor del mundo, de Antonio Muñoz Mesa con música de Iñaki Salvador, que se acaba de estrenar en el Teatro Fernán Gómez de Madrid.
La caza, el tirar a matar, se podría focalizar en el texto y en la letra de algunas canciones. El primero con chistes insistentes, como el del personaje que no es nadie, o esa construcción por escenas, algunas, en sí mismas, un monólogo del Club de la Comedia que le restan potencia como obra teatral pero que satisfacen al público.
En las letras de las canciones porque se encuentran perlas como “antes libre que cristiana” o “quiero ser un semental”, que, incluso entendidas en un aire de comedia, sonrojan porque recuerdan otro tiempo teatral. Ese tiempo político que, según las últimas elecciones, añora una parte de la ciudadanía cada vez más grande. Unos tiempos que en la distancia parecen más claros, no tan confusos y complejos como los actuales.
No sería lo que vería un observador. Este, quizás se pararía en las buenas intenciones feministas, no sin cierta crítica y retranca contra el mismo feminismo, de la historia que se cuenta. La de Sor Juana Inés de la Cruz, una mujer mexicana que en pleno Siglo de Oro prefirió ser una monja y acceder a un gineceo en el que poder tener escarceos amorosos con otras mujeres sin sospechas. A la vez que se le abría el acceso a una cultura, unas bibliotecas y al poder que por género le estaban vedados.
Una obra que cuenta la biografía de la protagonista como la mártir de un tiempo y de una época. Un martirio al que se somete Sor Juana y sobre el que tiene dudas de que le mereciese la pena. Incluso duda de que sus logros literarios e intelectuales pudieran justificar la vida que vivió. Mensaje que traslada al público con una pregunta poderosa dicha a platea y que seguramente le confirmará al auditorio que es mejor quedarse en la comodidad y el confort de la butaca. Ser como Dios manda.
Obra que cuenta para todo lo anterior con un elenco versátil y entusiasta. Versátil porque es capaz de encarnar la diversidad de personajes. Y entusiasta, porque ponen todo lo que tienen en escena y lo hacen con ganas. En el que destaca Ylenia Baglietto como una gran cómica que se lleva al público de calle, incluso al que se muestra escéptico con la obra.
Continuando con la búsqueda. El cazador y el observador se podrían encontrar con Juicio al extranjero de Iñigo Santacana, que se puede ver en el Umbral de Primavera. El primero, dispararía con una enmienda a la totalidad por no considerarlo siquiera teatro o por considerarlo ese tipo de moderneces que desvirtúan lo teatral, por eso de que quieren involucrar al espectador como si el teatro de toda la vida no lo involucrase.
Un observador contrapondría otros argumentos. Diría que este juicio al personaje que protagoniza El extranjero de Camus se parece mucho al Juicio a Hamlet de Bernat, uno de los referentes del teatro inmersivo. Que produce una experiencia en su público, que por un lado les divierte y, por otro, les hace reflexionar al ponerle en los zapatos de un juez, el acusado, su novia y su amigo, el abogado defensor y el fiscal. Ya que estos personajes son elegidos entre el público. Un público que también hará de jurado, condenando o atenuando la pena de cárcel del reo. Un reo que en plena canícula mata a un extranjero que acosaba a su mejor amigo.
Una obra de final abierto, pues depende del juicio de los espectadores que acudan cada noche. De cómo evalúen los hechos objetivos que les son presentados y la opinión que se haga al respecto. Un factor que es un acicate para que los cazadores tiren a matar porque ¿cuándo se ha visto que el equipo artístico no sepa como acaba una obra cada noche? Y que puede divertir mucho a aquellos que buscan otra cosa en el teatro, más allá de historias cerradas y formas establecidas de representar e interpretar. Al que le gusta estar empoderados más allá de pagar una entrada.
Cazador y observador que podrían acabar su ronda en la Cuarta Pared para ver Dolores. Con las alas del amor salté la tapia, lo último de Teatro a la Plancha. Obra de Selu Nieto quien también la dirige e interpreta junto a Esther Alonso. Historia de una pareja de teatreros, él autor y director, ella actriz, que han perdido la vida y la existencia en una residencia artística en la que llevan trece años
El primero, el que caza, dispararía a la línea de flotación por su descarado parecido a un espectáculo de La Zaranda y de Troncoso. Disparo que vendría condicionado por la pregunta de si existiendo los originales es necesario hacer la copia. Tampoco se quedaría corto hablando de la compleja escenografía que tapa una las razones por las que esta sala es mítica, su pared del fondo del escenario, sobre la que toda obra funciona. Y de que no ve la necesidad de que la actriz pase la obra con un solo zapato con tacón
Por otro lado, el observador pondría otras cosas en valor. Lo primero, la poética reflexión metateatral sobre la miseria y lo miserable que es el mundo del teatro. Aspectos que contrastan con la belleza del mismo. Su poesía. Su capacidad para crear sentimientos y emociones. De transformar a sus actores en seres atractivos, aunque los vistiese con los más desastrados ropajes, que tienen capacidad para emocionar de forma distinta dependiendo de cómo diga un verso, un simple verso, como el de Romeo y Julieta de Shakespeare: “Si la rosa tuviera otro nombre, aun tendría la misma fragancia.”
¿Cazador o avistador? ¿Cuál es tu actitud cuando vas al teatro? ¿Cuál es la actitud que te gusta leer cuando lees de teatro?