30 años de Barcelona 92: del relato "dulcificado" a los Juegos que abrieron la puerta a la modernidad
Voces representativas del olimpismo español rememoran la importancia de aquella cita y reflexionan sobre otra futura candidatura nacional.
Cuenta la leyenda apócrifa que la flecha de fuego de Antonio Rebollo estaba preparada para no fallar. Con truco o sin él, el lanzamiento fue tal y como tenía que ser. Aún 30 años después se sigue hablando de la parábola perfecta con la que el arquero paralímpico encendió el pebetero de Barcelona 92. Aquel vuelo, que hoy forma parte de la memoria colectiva de España, adentró a los Juegos Olímpicos en la modernidad, con una ciudad que le dijo un ‘hola’ gigante al progreso y que aún hoy vive de su legado, igual que el deporte español.
Este lunes, Barcelona se viste de gala para celebrar la efeméride del mayor evento de su historia. Lo hace aún con cierto luto por el fracaso de la candidatura para los Juegos de Invierno 2030 que compartían Cataluña y Aragón. España se encamina a medio siglo de olvido olímpico, Madrid bien sabe lo que es eso, mientras suenan de lejos nuevos ecos de intentona por parte de la capital.
La eterna pregunta: ¿valió la pena el esfuerzo?
“La respuesta es fácil, por supuesto que sí”, razona el periodista especializado en olimpismo Juan Manuel Surroca. Habla de lo económico, pero más de la evolución que trajeron a la Ciudad Condal: “Además de ser innovadores en muchos aspectos, como en ser los primeros que de verdad apuestan por la sostenibilidad, son los primeros en los que el paradigma es “la ciudad por los Juegos”, no al revés. Barcelona usó el evento en beneficio propio. Hoy se sigue viviendo de aquel impulso urbanístico, infraestructural”.
Paloma del Río, periodista y voz olímpica por excelencia de RTVE, va por la línea de su colega y compañero editorial —ambos comparten el libro Más que olímpicas—. “Tras los Juegos se quedó una ciudad casi nueva. Barcelona hoy sigue viviendo de buena parte de aquellas inversiones. La prensa, los atletas y sobre todo los turistas siguen celebrando aquellos Juegos y el retorno económico se mantiene”.
Desde una óptica diferente, Jordi Mascarell, profesor del posgrado de Gestión de Eventos de la UOC, cree que “pese a la gran inversión, para Barcelona fueron rentables. Produjo un auge del turismo, uno de los motores económicos de la ciudad. También lanzó a la ciudad como organizador de grandes pruebas internacionales”. En cambio, no ve tan claro que el análisis económico pueda hacerse extensible a nivel estatal, más allá de la buena imagen que dejó el país a ojos del mundo, porque “evaluar los efectos a 1.000 kms de la sede es complicado”.
Cuando se le pregunta a Paloma del Río por la importancia que tuvo Barcelona 92 para el progreso deportivo, lo resume con una frase lapidaria: “Nuestro deporte se mide en A.B. y D.B., antes de Barcelona y después de Barcelona”. Con el reclamo de competir en casa, recuerda, “se empieza a profesionalizar y entender el deporte de una manera diferente. Se multiplican las ayudas a los atletas, nace el programa de becas ADO y nos preocupamos por nuestra posición en el medallero. España empieza a jugar un papel mucho más relevante, de hecho se lograron 22 medallas; 30 años después no lo hemos igualado y va a costar”.
Surroca incide en esa idea del “antes y el después”, pero va a un detalle específico. “Lo supuso especialmente para el deporte femenino”. “Desde Amberes 1920 a Seúl 1988, solamente un 6% de la delegación española había sido femenina; apenas 94 olímpicas. En 1992 pasaron a ser un 36%, con 130 deportistas”. “Algunas lo fueron en calidad de anfitrionas, pero de ahí nace una corriente que se completa en Londres 2012 o Río 2016, cuando hubo más medallas femeninas que masculinas”. Y suma el mencionado programa de becas ADO que, evolucionado en posteriores fases, aún sigue vigente. “Ese es un legado importante”.
También fue un punto de no retorno para la aventura olímpica, como razonan ambos expertos olímpicos. Un salto evolutivo con innumerables avances cuando aún no había aterrizado la era de internet: “Se posicionaron cámaras en puntos nunca vistos; la ceremonia inaugural marcó el futuro con un cambio de rumbo de unos desfiles marciales a una obra de teatro masiva, como el encendido del pebetero; se facilitó la vida del deportista, del periodista...”. Y todo, en medio de un terremoto global por la disolución de la URSS, la guerra de Yugoslavia y la aparición de nuevos países. “El mundo cambió alrededor de Barcelona 92″.
El secreto de Barcelona y un relato ‘dulcificado’
Tres décadas después, la historia ha dejado una narrativa muy positiva de lo que ocurrió del 25 de julio al 9 de agosto de 1992, pero sobre todo de lo que había ocurrido antes, entre bambalinas. “Hay un relato muy positivo, pero la realidad es que no fue fácil, hubo momentos duros con una lucha de poder entre Jordi Pujol y Felipe González, pero Samaranch —presidente del COI entonces— era un excelente diplomático que se lo tomó como algo personal”, rememora Juan Manuel Surroca.
Ese es el secreto, cuenta. La labor ‘mediadora’ de Juan Antonio Samarach, quien “hizo ver a los políticos que o se ponían de acuerdo o no había Juegos”. Hoy ese consenso se antoja tan difícil... Lo acabamos de ver con la candidatura de 2030″, lamenta el periodista.
“Se alcanzó un mínimo consenso institucional para planificar estratégicamente. Hoy, y desde hace años, aquel consenso que también tenía puntos débiles parece casi imposible”, complementa Joan Miquel Gomis, profesor de los Estudios de Economía y Empresa de la Universitat Oberta de Catalunya.
Más allá de lo político, destaca la coincidencia de varios factores clave que reforzaron la posición barcelonesa. “Se unificaron la modernización de la ciudad, su proyección internacional, su posición geoestratégica y su patrimonio cultural y ecológico. El conjunto de todo esto hizo de Barcelona un caso muy particular que otras han querido imitar posteriormente con resultados menos visibles”.
Su colega en la UOC, el profesor Mascarell, ve un escenario “ideal” para el movimiento olímpico: “El rechazo ciudadano a ser sede olímpica era casi inexistente, no hubo problemas destacables y sí un gran seguimiento mundial y una participación notable de la ciudadanía local”.
La otra transformación de Barcelona 1992, el turismo
El cambio de paradigma tocó el deporte, el urbanismo, la tecnología. Lo tocó todo como pocos Juegos han vuelto a hacer; también el turismo. Porque como cita el propio Gomis, “en 1990 solo un 22% venía por ocio, la gran mayoría lo hacía por trabajo y desde los Juegos la relación es inversa”. Pone datos: en 1990 hicieron noche 1,7 millones de visitantes; en 2019 el cálculo rozó los 10 millones.
No todo ese despertar turístico lo motivaron los Juegos, obviamente, aunque sí buena parte. De lo que no tiene culpa el macroevento deportivo, cuenta el docente de la UOC, es del descontrolado boom reciente: “El turismo de la Barcelona actual, con sus ventajas e inconvenientes, es fruto de las decisiones tomadas en los últimos años y no de las que se tomaron hace más de 30 años que sí sirvieron para dar un impulso”.
Pero las cosas no fueron tan fáciles, matiza. “No se preveía un crecimiento tan espectacular como el que finalmente se ha producido”. Cuenta que bastante de las plazas de alojamiento para ese tiempo “se ofertaron en cruceros por si se construían excesivas plazas de hotel que luego no sirvieran. Incluso, había previsiones de transformar edificios hoteleros en oficinas si la demanda turística post-olímpica no crecía según lo esperado”.
El sueño olímpico: del “fracaso” 2030 a las “dudas” de Madrid
Se repite, olimpiada tras olimpiada. ¿De verdad hay opciones de volver a vivir unos Juegos en suelo español? El tema está calentito, además, tras el descalabro político e institucional de la precandidatura Pirineos 2030. “No hemos sido capaces de presentar una candidatura conjunta entre Cataluña y Aragón”, sentenciaba recientemente Alejandro Blanco, presidente del Comité Olímpico Español. Dolido, hablaba abiertamente de “fracaso”. “Y va a afectar a las próximas candidaturas españolas, tenlo claro”, retoma en presente Surroca. “Era una candidatura ganadora, sin rivales de entidad. Es difícil tener las cosas más a favor para organizar unos Juegos y se ha ido todo al garete”.
La otra pata del ‘banco’ olímpico aún no existe oficialmente. Sí hay una sombra de proyecto que el Ayuntamiento de Madrid ha dejado caer de cara a 2036. “Madrid se los merece por solvencia y posición, pero no será fácil; primero se necesitaría una inversión tremenda para terminar la villa olímpica, readaptar los pabellones... Lo que se hizo para las candidaturas de 2012/2016/2020 hay que actualizarlo”, continúa Paloma del Río. A 14 años vista, es un proyecto que exige “que los responsables tengan un golpe de generosidad pensando en el beneficio que podría tener para Madrid, más allá del color político que gobierne. Por esto mismo, no sé si es el momento ni a medio ni a largo plazo”.
″¿Madrid? Veo dudas”, vuelve a tomar la palabra Surroca. “Primero porque el COE prefiere unos Juegos en invierno a en verano y porque como no aceleren se nos va el tren de 2036”. “Esto ha empezado mal, con dudas, declaraciones cruzadas... Capacidades hay para organizar una gran cita, pero el COI toma nota de todo, veremos en qué queda”.
Pero ¿de verdad le merece la pena a España pensar hoy en unos Juegos?
Para el profesor Mascarell, “la experiencia nos dice que pese a que poco a poco los grandes eventos deportivos son más sostenible en todos los sentidos, también económicamente, los JJOO están lejos de ser rentables para la ciudad o país anfitrión”. Asume que ha habido ejemplos basados en el todo vale y que concluyeron en un fracaso organizativo y monetario, como Sochi 2014 o Río 2016 “donde las instalaciones deportivas quedan abandonadas días después de los juegos y las deudas son millonarias”.
“Es que hoy la carrera olímpica no es la de hace años. Ya no se apuesta por esfuerzos inútiles para quedar bien, se busca un modelo sostenible. Y sobre todo, se busca una candidatura que no sea problemática. Con Río, por ejemplo, el COI ya ha tenido bastante”, prosigue Surroca, a quien le dura el enfado por el “desastre” de Pirineos 2030.
“Las quejas de que se dispara el gasto tienen razón, hay una inversión pública muy alta, ya se vio en Atlanta 96 que con lo privado no da. Pero los Juegos también son un momento de riqueza brutal para esa sede y ese país. Y, viendo más allá, a medio y largo plazo, volvemos al ejemplo de Barcelona. 30 años después aún viene gente por los Juegos, ojalá en 2066 la gente siga viendo con orgullo a ese Madrid que fue olímpico en 2036”, remata entre ilusionada y soñadora Paloma del Río. Que por esperanza no sea.