11 fotos icónicas de la Tierra que nos hablan de nosotros mismos
Imágenes para conocer y empezar a cuidar el planeta que habitamos.
Algunos científicos creen que los humanos tienen conciencia de sí mismos cuando son capaces de reconocerse ante un espejo. Antes, hasta casi los dos años, el reflejo del cristal les paraliza, les inquieta o les asusta. El espejo está bien como experimento para individuos pero, ¿cómo poner a prueba la conciencia de los humanos como especie?
También con imágenes. Las que envían desde el espacio los ingenios fabricados para ir cada vez más lejos, para medir cada vez más certeramente, para saber cada vez más cosas... Para conocernos cada vez mejor. Una fotografía de la Tierra sitúa a los humanos ante sí mismos, y por eso esas instantáneas despiertan siempre fascinación.
Ya sea una captura de la espectacular belleza del globo, una imagen nocturna o el testimonio de una devastación, esas fotografías le hablan siempre a los humanos de su humanidad, les muestran el todo del que forman parte, apelan a su responsabilidad y a su identidad: los despiertan y los construyen como terrícolas.
Por eso, para celebrar el Día de la Tierra, hacemos un repaso por las imágenes más icónicas de nuestro planeta, aquellas que más han contribuido a que lo conozcamos y sintamos la obligación de cuidarlo.
La primera imagen
Primero fue la guerra. Sin la frenética carrera por el dominio del aire y el espacio que siguió a la Segunda Guerra Mundial, el milagro aeroespacial no hubiese sido posible. Pero también intervino la curiosidad de un pionero, John T. Mengel. Este ingeniero encargado de dirigir un programa de experimentos con misiles de la NASA tuvo la idea de sustituir el armamento por cámaras en el cuerpo de los misiles V-2 que se lanzaban a la atmósfera.
Así fue tomada, en 1948, la primera imagen de la superficie terrestre en contraste con la oscuridad del espacio.
En la Luna, más o menos
El 23 de agosto de 1966, el Lunar Orbiter I de la NASA hizo historia al tomar la primera fotografía de la Tierra, en fase creciente, desde la cercanía de la Luna. El dispositivo se encontraba trazando su órbita por decimosexta vez cuando una de sus cámaras captó la imagen. Un dato curioso es que el primer lugar en recibirla fue Robledo de Chavela, en Madrid, donde la agencia espacial estadounidense tenía la base de control de la misión.
El color, por fin
La imagen de la Tierra que todos llevamos en la cabeza está inevitablemente unida al color, a los colores de nuestro planeta. En eso tiene mucho que ver esta instantánea tomada en Nochebuena de 1968 por los tripulantes de la misión Apolo 8. Desde la órbita lunar, mientras leían versículos del Génesis, fotografiaron la Tierra y la Luna tal y como se veían desde la nave en la que viajaban. Uno de ellos, Jim Lovell, dijo: "La enorme soledad es impresionante y hace que te des cuenta de lo que has dejado en la Tierra".
La canica azul
Cuando pensamos en la Tierra, vemos esta imagen. La fotografía más icónica de nuestro planeta fue tomada el 7 de diciembre de 1972 en el transcurso de la misión Apollo 17.
Todavía hoy sorprende la belleza de la imagen, que muestra desde el Mediterráneo a la Antártida. El azul del mar, el blanco de las nubes que plaga el hemisferio sur, las costas de África, el verde y la tierra en el interior del gran continente, Asia en el horizonte... No es difícil imaginar por qué se ha convertido en el retrato clásico de la Tierra.
Las vecinas inseparables
Los lazos entre la Luna y la Tierra van mucho más allá de la física planetaria para adentrarse en los terrenos de la mitología y la imaginación. El 18 de septiembre de 1977, gracias al instrumental de la nave interestelar Voyager 1, esa relación estrecha quedó retratada en una imagen en la que aparecen por primera vez las dos al mismo tiempo.
La fotografía, resultado de la combinación de tres capas de imágenes, fue tomada a más de 11 millones de kilómetros de la superficie de la Tierra, cuando la nave se encontraba justo sobre el Everest. En primer plano, la Tierra creciente, en la que son visibles el este de Asia, una parte del océano Pacífico y una parte del Ártico. Al fondo, la Luna, cuyo brillo se realzó en la fotografía.
El punto azul pálido
La capacidad para romper una y otra vez sus límites hace que el ser humano pierda a veces el sentido de su propia dimensión. Cuando eso ocurre, basta echar un vistazo a esta legendaria fotografía para que cualquier ínfula injustificada desaparezca instantáneamente. "Somos tan pequeños en la inmensidad del espacio que no tenemos más remedio que intentar hacernos más grandes mediante el conocimiento", parece decir esta fotografía, tomada por Voyager 1 en el primer retrato del sistema solar.
La Tierra, a miles de millones de kilómetros de distancia, es sólo un punto de luz que, por casualidad, aparece en el margen pero dentro de una de las tres grandes bandas de luz que cruzan el sistema y la fotografía.
Cada vez más detalle
La fotografía de la Tierra y la Luna que Voyager 1 tomó en 1977 fue homenajeada 30 años después, en 2007, por el Orbitador de Reconocimiento de Marte de la NASA (MRO). Un dispositivo creado para observar Marte al detalle, el HiRISE, se reveló como un instrumento perfecto para contemplar otros planetas.
Así, cuando el orbitador estaba en la órbita de Marte, giró su gran ojo hacia la Tierra, que estaba en ese momento a 142 millones de kilómetros del Planeta Rojo, y disparó.
Desde la gran casa espacial
La Estación Espacial Internacional es, hasta hoy, la gran morada humana en el espacio. Ha dado cobijo a decenas de astronautas, ha sido escenario de centenares de experimentos y es el punto estable de referencia cuando se habla de supervivencia fuera de la Tierra.
Por eso, este autorretrato de la astronauta Tracy Caldwell significa tantas cosas. La ingeniera de la NASA aparece recostada como lo estaría en su casa, pero mira con nostalgia a través de la cúpula de la Estación. A través de la ventana, la oscuridad del espacio, pero también el azul y el blanco de la Tierra, donde está su casa de verdad y las personas que la esperan.
Nuestra huella creciente
La roturación de tierras, la destrucción de los bosques, el deshielo polar, la invasión del mar, la desertización de enormes territorios... Han sido imágenes tomadas desde el espacio las que han mostrado la crudeza de todos esos fenómenos, asociados a la actividad de los humanos sobre el planeta.
Como una mancha de aceite, la huella humana se extiende sobre la Tierra a un ritmo imparable. Lo muestra esta animación de la NASA, en la que se observa el crecimiento de las luces nocturnas entre 1992 y 2010. Este gif puede provocar poesías sobre la noche y la actividad de las personas, pero también debe hacer pensar en todos los recursos que hacen falta para mantener encendidas todas esas luces.
La Península Ibérica
Del sur de Francia a la costa norte de Marruecos. El espacio geográfico que se reparten España y Portugal en el centro. Nubes, agua, nieves, accidentes geográficos, vegetación, fenómenos costeros. Un retrato detallado de nuestro hábitat más inmediato, realizado en 2016 por uno de los más modernos satélites que existen, el Sentinel-3A.
Aquí donde vivimos
De vuelta a la canica azul, pero con un grado de detalle imposible con la tecnología existente en la época en la que fue tomada aquella imagen. Esta imagen fue realizada por el satélite GOES-16 y muestra los grandes océanos y América, atravesados por borrascas y anticiclones, pero enseña mucho más que eso: esta fotografía, hecha el 15 de enero de 2017, recuerda una vez más el fascinante y minúsculo 'milagro' en el que vivimos.