El mandato de Liz Truss estaba condenado al fracaso desde el principio
Solo estuvo tranquila durante los diez días de luto que siguieron a la muerte de la reina.
Una corta (y caótica) aventura y a la calle. El jueves 20 de octubre, Liz Truss anunció su dimisión como primera ministra de Reino Unido, en el día 45º desde su nombramiento.
A principios de septiembre, fue elegida para sustituir a Boris Johnson por los afiliados del Partido Conservador, con 81.326 votos frente a los 60.399 de su oponente, Rishi Sunak. En un contexto de alta inflación y precios de la energía en alza, quiso impulsar el crecimiento mediante recortes fiscales masivos, sobre todo a los ricos.
Desde entonces, Liz Truss ha experimentado una sucesión de reveses y decepciones y ahora tiene el triste récord de ser la persona que menos tiempo ha durado en el cargo: 45 días. La edición francesa del HuffPost repasa a continuación las turbulencias que han complicado el viaje de Liz Truss desde el primer día.
El 6 de septiembre, Liz Truss se convirtió oficialmente en la primera ministra británica tras reunirse con la reina Isabel II, que le pidió que formara un nuevo Gobierno. Dos días después, el 8 de septiembre, ante el aumento del coste de la energía, anunció en el Parlamento la congelación de los precios para los hogares y las empresas. Pero su anuncio quedó totalmente eclipsado por un acontecimiento mayor: el fallecimiento de la reina.
Tras solo dos días como primera ministra, Liz Truss tuvo que lidiar con la muerte de la monarca que más tiempo ha reinado en la historia del país, lo que automáticamente paralizó la vida política y frenó los mercados durante diez días, el tiempo que duró el luto nacional.
Pocos días tras la reanudación de la vida política, el 23 de septiembre, después de que Liz Truss anunciara un ambicioso plan económico, todo se vino abajo. El ministro de Economía, Kwasi Kwarteng, anunció un “minipresupuesto” para impulsar el crecimiento, basado en decenas de miles de millones de libras en recortes fiscales financiados con deuda pública. Los mercados financieros entraron en pánico y la libra esterlina se desplomó hasta mínimos históricos.
El 28 de septiembre, el Banco de Inglaterra anunció una intervención de urgencia en el mercado de bonos ante un “riesgo significativo para la estabilidad financiera de Reino Unido”.
Por si fuera poco, el 29 de septiembre, el instituto demoscópico YouGov anunció una ventaja de 33 puntos a favor del Partido Laborista, la primera vez que se veía una diferencia tal desde finales de los años 90. Y están a solo dos años de las elecciones generales.
El mes de octubre no empezó mejor para la primera ministra. Un revés tras otro. En la conferencia del Partido Conservador, marcada por las ausencias, las tensiones y las discrepancias, Liz Truss y Kwasi Kwarteng se vieron obligados a dar marcha atrás por primera vez: renunciaron a suprimir el tramo impositivo más alto.
En la conferencia del partido, Liz Truss descartó cualquier recorte del gasto público, pero al mismo tiempo prometió mantener los recortes de impuestos, algo que aumentó las dudas sobre su política. Se empezaron a barajar nombres para su posible sustitución. Al día siguiente, Liz Truss anunció un nuevo giro al renunciar a sus planes de bajar al 19% el impuesto de sociedades, que pasó a ser del 25%, tal y como había previsto el Gobierno anterior.
El 13 de octubre, desde Washington, donde asistía a las reuniones anuales del Fondo Monetario Internacional y el Banco Mundial, Kwasi Kwarteng dijo que estaba seguro de que él y Liz Truss seguirían en el cargo dentro de un mes. Se equivocó, porque al día siguiente, tras regresar a Londres a toda prisa, fue destituido y sustituido por Jeremy Hunt, antiguo candidato en la carrera por Downing Street.
Tres días después, el 17 de octubre, Jeremy Hunt, el cuarto ministro de Economía en 2022, anunció la cancelación de casi todo el programa económico de Liz Truss. Admitió los errores en una entrevista con la BBC y dijo que “lo sentía”, pero descartó dimitir por motivos de “interés nacional”.
Además de tener que lidiar con los numerosos contratiempos políticos, Liz Truss también tuvo que soportar las burlas de la prensa e incluso la incomodidad nada disimulada del rey Carlos III. Su primera reunión semanal del rey con la primera ministra tuvo un comienzo incómodo en el que Carlos III no parecía muy entusiasmado por verla.
Ante su precaria situación y su caótico inicio de mandato, los medios de comunicación británicos no dejaron de criticarla. El Daily Star llegó a comparar su posible duración en el cargo de primera ministra con la vida de una lechuga con peluca sin refrigerar. Y al final, ganó la lechuga.
Pero el golpe final llegó el 19 de octubre, cuando la ministra del Interior, Suella Braverman, dimitió. En la carta de dimisión enviada a Liz Truss, Braverman explicó que había enviado un documento oficial sobre política migratoria desde su correo electrónico privado a un compañero del Parlamento. “He cometido un error; acepto mi responsabilidad; dimito”, un claro mensaje contra Liz Truss. A esto se sumó por la noche el caos en el Parlamento por una votación mal explicada sobre el fracking que el Gobierno quería convertir en una prueba de lealtad.
Al día siguiente, el jueves 20 de octubre, Liz Truss anunció que dejaba el cargo. Mes y medio después, parece que solo estuvo tranquila durante los diez días de luto que siguieron a la muerte de la reina.
Esta artículo fue publicado originalmente en el ‘HuffPost’ Francia y ha sido traducido del francés por Daniel Templeman Sauco.