¿Un nuevo Reich ?
La gran cuestión es saber qué sistema político estamos construyendo en la UE. Más aún tras lo ocurrido en el Consejo Europeo, reunido durante dos semanas. Siguiendo la tradición, proponía consolidar una Unión total en la moneda, en proceso en lo económico, y esbozada en lo político.
La pregunta ha resonado esta semana en tres Parlamentos. En el Parlamento Europeo, donde Tsipras, ante el asombro del polaco Tusk, presidente del Consejo, se ganó un cerrado aplauso cuando comparó el trato recibido ahora por Grecia con el que tuvo Alemania en la posguerra; después en el Parlamento heleno, donde el mismo Tsipras tuvo pitos de los suyos y palmas de la oposición, para culminar en el Bundestag, donde la canciller Merkel tuvo que emplearse a fondo con los suyos para frenar la amenaza del Grexit blandida por su ministro de Economía, Schäuble.
El debate también está vivo en otros Parlamentos europeos, y no sólo en aquellos que deben votar la medida de solidaridad. Incluso en España, el presidente Rajoy ha salido de su habitual tancredismo y ha propuesto votar la aportación al MEDE. No exagera Romano Prodi cuando habla de la "pérdida de ilusión" y de que "hay mucho miedo".
La gran cuestión es saber qué sistema político estamos construyendo en la Unión Europea. Más aún tras lo ocurrido en el Consejo Europeo y en su núcleo central, la Eurocumbre, reunidos de forma casi permanente durante dos semanas. Su orden del día inicial era debatir el flamante informe de los cinco presidentes (Comisión, Consejo, Eurogrupo, Banco Central Europeo y Parlamento) sobre cómo completar la Unión Económica y Monetaria.
Siguiendo la tradición, proponía una serie de pasos para consolidar una Unión total en la moneda, en proceso en lo Económico y esbozada en lo político, bajo el título Democracia, rendición de cuentas, legitimidad y fortalecimiento institucional. Título éste que se repite desde la negociación del Tratado de Maastrich, recordando a esos bancos con un olvidado cartel de "recién pintado". Los padres fundadores lo dijeron más claro en la Declaración Schuman en 1950: el objetivo final es la "Federación Europea".
En este contexto, la percepción de cómo funciona la UE y quién manda es decisiva. Para gran parte de la opinión pública y los medios europeos es Alemania, con Frau Merkel como Kaiserin (César). ¿ Un nuevo Reich? El término tiene connotaciones negativas por la locura hitleriana del Tercer Reich. Sin embargo, es un elemento central de la historia europea. El Primer Reich fue el Sacro Imperio Romano-germánico, desde Carlomagno. También presente en España con la Marca hispánica para frenar la invasión árabe que le costó la vida a su sobrino Rolando.
Tanto Alfonso X el Sabio como Carlos V arruinaron la Hacienda hispana en costosas y corruptas campañas electorales para ser Emperadores. El Segundo Reich, recién unificado, declaró la guerra a Francia en 1870 con la sucesión al trono de España como pretexto.
El cambio principal es que, en la Alemania actual, los conceptos de la Federación alemana y europea (el Bund) han adquirido rango constitucional frente al Reich. Pero para federarse hacen falta reglas compartidas y voluntad común. Se percibe el debate actual como un enfrentamiento bilateral entre Berlín y Atenas, pero los demás no son meros espectadores. Hollande ha jugado un papel decisivo en el acuerdo, apoyado por Renzi, y Alemania no era el socio más riguroso ni reticente.
La invitación de Tusk a Rutter, primer ministro holandés, al círculo reducido de negociación, fue expresiva. Al compartir moneda y ciudadanía, cada paso que se da se paga a escote por todos y cada uno, como ocurre con el Mecanismo Europeo de Estabilidad del que sale la ayuda, en el que los Estados de la Eurozona han puesto 5 veces el Presupuesto comunitario.
Mientras el informe plantea un cuidadoso caminar ante la perspectiva de 2025, el Grexit y, en perspectiva, el Brexit, plantea la necesidad de un salto político inmediato en sentido federativo. La Unión Monetaria es ya una estructura federal y las grandes líneas de Maastricht expresaban una voluntad compartida de convivir en una unión basada en la cultura de la estabilidad. Al no haber dado el paso paralelo en lo económico y lo político, hemos ido aprobando Tratados llenos de reglas ortopédicas, sanciones y desconfiada vigilancia.
Tras años de crisis y negociaciones al borde del abismo, las prioridades son reforzar la Unión Monetaria con la Económica, superar la división países acreedores-deudores y el rechazo de mecanismos burocráticos tipo troika, percibidos como ilegítimos e intrusivos. En el informe hay propuestas que suponen un claro salto federal en lo económico: transformar el Mecanismo de Estabilidad en un Fondo Monetario Europeo, un Tesoro europeo y avanzar en lo que tímidamente se define como "compartir en alguna medida el riesgo publico" (léase mutualización de la deuda y eurobonos), que "tiene que ser acompañada por una mayor participación democrática y responsabilidad a nivel nacional y europeo".
Esta operación no puede esperar hasta 2025. El órdago de Tsipras no buscaba una salida del país de la UE, trataba de forzar la reestructuración de la deuda griega. Su error fue pensar que estaba luchando como Leónidas en las Termópilas contra el imperio invasor, cuando los otros veintisiete de la UE son sus aliados, solidarios pero dentro de las normas pactadas. Ahora debería seguir a Solón, el gran legislador que estableció en Atenas una constitución contra los oligarcas, defendiendo a los más débiles.
La crisis está creando un nuevo tipo de gobernanza: el federalismo de excepción, es decir, por obligación. Así está ocurriendo con la transfusión condicionada de fondos a Grecia o con el reparto de los demandantes de asilo. Pero, sobre todo, es el momento de recuperar la ilusión y desterrar el miedo.