Presidente de la Comisión: compleja investidura
El hecho manifiesto la misma noche electoral es que el juego se establece básicamente entre las dos principales fuerzas políticas -populares y socialistas- que pueden configurar una mayoría en el Consejo y en el Parlamento. Dos grandes fuerzas que siguen siendo los pilares básicos de la escena europea.
Se ha calificado estas elecciones europeas como un seísmo político. No es exagerado. Por primera vez, se han vivido como un acontecimiento común. Ha habido debates europeos con candidatos de las principales fuerzas políticas, con la salida de la crisis en el centro y los resultados se han conocido a la vez. Ya no hay que mirar con cierta envidia a la democracia americana. Curiosamente, la abstención se acerca mucho al promedio estadounidense aunque no se valore igual allende el Atlántico. La democracia se construye sobre la participación.
En cuanto a los resultados, se han producido significativos votos de castigo. Los más destacables son los de las dos potencias miembros del Consejo de Seguridad de la ONU Francia y Gran Bretaña. Precisamente, los dos Estados que con su última aventura colonial conjunta en 1956 en el Canal de Suez aceleraron la conclusión del Tratado de Roma. Ahora envían al Parlamento Europeo dos partidos ultranacionalistas llenos de agresiva retórica de vuelta al pasado. Ambos tienen en común tanto no estar presentes en sus propios Parlamentos como medrar protegidos y financiados por el presupuesto europeo. Paradojas de la democracia.
Sin embargo, no se ha valorado suficientemente el resultado más interesante, el cambio del mapa político en Italia, un país que para lo mejor y lo peor marca siempre tendencia en Europa. La victoria de Renzi en el Gobierno supone un importante desbloqueo de un país siempre en el corazón de Europa. En cuanto al aldabonazo español, no es un fenómeno asimilable a los anteriores. Cuando se empieza a depositar la polvareda del terremoto político, aparece una escena europea más presente y consolidada. La cuestión ahora es cómo se va articulando una dinámica que no se limita a la lectura de los Tratados. Ante todo, las fuerzas europeístas representan una clara mayoría del nuevo Parlamento mientras que las variopintas expresiones de los antieuropeos tienen dificultades casi insalvables para constituir un grupo coherente. El único aliciente que tienen unirse es disponer de más medios y puestos para defender su desunión. En todo caso, prefieren ser cabezas de ratón que colas de león pensando cada uno en su clientela.
El hecho manifiesto la misma noche electoral es que el juego se establece básicamente entre las dos principales fuerzas políticas -populares y socialistas- que pueden configurar una mayoría en el Consejo y en el Parlamento. Las cifras son, respectivamente, 11 jefes de Gobierno populares y 12 socialistas de 28 miembros del Consejo; 211 diputados populares y 191 socialistas en el PE en el momento actual de 751 miembros. En esencia, dos grandes fuerzas políticas que siguen siendo los pilares básicos de la escena europea tras la sacudida sísmica. Bipartidismo que funciona desde hace dos siglos en la democracia americana donde el presidente es elegido por los compromisarios de los Estados y no por el voto popular directo. Esta es también la lógica del Parlamentarismo británico, y se afirma en la mayor democracia del mundo, la India. Lo cual no significa que sean siempre las mismas fuerzas. Las otras tres, liberales, verdes e izquierda europea, juegan a bisagra o a apoyar en función de sus temas prioritarios.
La cena del Consejo del martes, precedida por el almuerzo de los líderes de los grupos políticos del PE pidiendo que se aplique una hoja de ruta que tenga en cuenta los resultados de las elecciones, como establece el Tratado de Lisboa. En principio, confiar al veterano Jean Claude Juncker, candidato del grupo más votado, en primer lugar la tarea de intentar formar la mayoría requerida y el compromiso de votar conjuntamente al que obtenga los 376 votos. Lo cual implica negociar un programa común en cuestiones europeas básicas. Schulz, el candidato socialista, adelantó la misma noche el empleo juvenil y la lucha contra la evasión fiscal, como puntos clave. El Consejo ha respondido encargando al sibilino Van Rompuy que realice consultas exploratorias en junio con los miembros del Consejo y los grupos del PE una agenda basada en la consolidación del crecimiento y la recuperación económica, en particular la creación de empleo, la reducción de la dependencia energética, la consolidación del área de libertad y justicia, con la lucha contra la inmigración irregular y el refuerzo de la acción exterior de la UE.
El proceso no será mecánico, no se trata de cumplir trámites sucesivos, es dialéctico en un nuevo marco por lo que a lo largo del mes habrá más cenas y vigilias. En el Consejo, ya no es posible vetar a un candidato como hacía usualmente Gran Bretaña tachándole de federalista. Ahora Cameron tiene que trabajar para conseguir una minoría de bloqueo.
Una agenda interesante para llenar el mes de junio e incluso la legislatura en Europa y... en España.