23 cosas que toda mujer debería dejar de hacer

23 cosas que toda mujer debería dejar de hacer

Suele decirse que las peores enemigas de las mujeres somos nosotras mismas y, aunque la idea sea un tópico, es bastante cierta. Tendemos a volvernos locas de tanto buscar la perfección en nuestras experiencias, relaciones y personas, y, la verdad, es agotador.

Suele decirse que las peores enemigas de las mujeres somos nosotras mismas y, aunque la idea sea un tópico, es bastante cierta. Tendemos a volvernos locas de tanto buscar la perfección en nuestras experiencias, relaciones y personas, y, la verdad, es agotador. Por eso, en HuffPost Women, hemos decidido plantearnos un reto: dejar de hacer 23 cosas (por supuesto, una cosa es decirlo y otra hacerlo, pero, para recurrir a otro cliché, si a la primera no lo conseguimos, no hay que darse por vencidas).

1. Pedir perdón todo el tiempo. Múltiples estudios demuestran que las mujeres dicen "perdón" mucho más que los hombres. Nos parece muy bien asumir la responsabilidad de un error que hemos cometido, pero decir "lo siento" sin parar, por pedir al camarero que divida la cuenta, decir a un chico que mejor preferimos salir otra noche o contarle a una amiga nuestros problemas, no sirve de nada, sino todo lo contrario. No hace falta explicar todo lo que hacemos. Tenemos derecho a nuestras propias preferencias y decisiones.

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2. Decir que sí a todo el mundo. Sí, puedo quedar contigo a tomar un café a pesar de que estoy agotada y lo único que me apetece es irme a casa y meterme en la cama. Sí, puedo leerme tu currículum aunque estoy desbordada de trabajo. Sí, podemos salir con esa especie de novio que tienes y su horrible amigo que está de paso por aquí. Dejemos de decir "sí" cuando no queremos decirlo. La gente respeta más a las personas que fijan unos límites.

3. Decirnos "no" a nosotras mismas. Muchas mujeres pasan una barbaridad de tiempo decidiendo lo que no pueden hacer, o no deben hacer, o no son capaces de hacer. No permitamos que nuestras inseguridades y nuestras angustias decidan por nosotras porque lo único que conseguiremos es perdernos un montón de experiencias que merecen la pena. Lo que hay que hacer es hablar con ese grupo de gente con el que creemos no encajar, trasnochar de vez en cuando aunque nos parezca que no deberíamos y permitirnos una festín ocasional aunque no nos haga falta.

4. Pensar que la comida es nuestro enemigo. A las mujeres se nos suele dar a entender que lo que más debe preocuparnos es nuestro aspecto. Debemos llevar el cabello suave o con unos rizos perfectos, maquillaje a todas horas -pero un maquillaje que parezca natural- y unos cuerpos fantásticos (es decir, delgados). En nuestra lucha para cumplir estos criterios imposibles, es fácil que acabemos pensando que la comida es algo con lo que hay luchar, no de lo que hay que disfrutar. Hay que ser conscientes de lo que nos metemos en el cuerpo -al fin y al cabo, es el único que tenemos-, pero no caigamos en lo de sentirnos culpables. Debemos saborear esos ñoquis con gorgonzola o ese helado de chocolate o esos tomates recién cogidos. La comida no debe ir acompañada de ningún arrepentimiento. Como escribió Nora Ephron: "He cometido muchos errores en el amor, y me he arrepentido de la mayoría de ellos, pero nunca de las patatas que les acompañaban como guarnición".

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5. Criticar nuestro físico, tanto en voz alta como mentalmente. Debemos dejar de pensar que estamos horribles, punto. No sirve para nada, a no ser que estemos tratando precisamente de resolver problemas de ese tipo con nuestro psicólogo.

6. Sentirnos como unas impostoras cuando tenemos algún triunfo profesional. Los hombres no suelen hacerlo, pero sí las mujeres, que solemos dudar si merecemos nuestros éxitos. Debemos empezar a valorar nuestros logros sin más. Ese nuevo trabajo, ese ascenso, ese título, ese reconocimiento público, nos lo hemos ganado.

7. Quitar nuestro nombre a todas las fotos "desfavorecedoras" de nosotras que están en internet. Es normal no querer que la foto en la que aparecemos parpadeando sea nuestra foto de perfil en Facebook, pero nos angustiamos innecesariamente cuando nos empeñamos en eliminar todas las fotos que no nos muestran con una luz maravillosa y haciendo algo estupendo. No solo es una forma más de obsesión por nuestro aspecto -al fin y al cabo, cada uno cuelga lo que quiere y no podemos controlarlo-, es que además los álbumes de fotos en la red han sustituido en gran parte a los tradicionales, y es posible que ahora no queramos recordar el extraño gesto que hicimos en la fiesta de graduación de nuestro hermano, pero a lo mejor más adelante nos gustaría revivirlo.

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8. Comparar nuestra vida real con la vida virtual de otra persona. Pasar todo el tiempo obsesionadas con nuestra vida en la red puede ser angustioso, pero también lo es obsesionarnos con las vidas virtuales de otros. Los estudios demuestran que la adicción a Facebook tiene una correlación con la baja autoestima. ¿Cómo no va a sentirse mal alguien que dedica el lunes por la noche a recorrer las fotos de vacaciones de su expareja o a leer los comentarios entusiastas de esa amiga que trabaja en el sector de la moda durante una fiesta llena de famosos? En vez de compararnos sin cesar, cosa que las investigaciones muestran que puede multiplicar los sentimientos de depresión, lo que debemos hacer es apagar el ordenador y disfrutar nuestro momento. Que, por lo menos, es real.

9. Aferrarse a los sentimientos de arrepentimiento y de culpa. "Estoy en contra del arrepentimiento", dijo Lena Dunham en el New Yorker Festival de 2012. Estas dos emociones no suelen servir más que para atormentar a la persona que las siente. Debemos ser conscientes de ellas y después seguir adelante lo mejor que podamos.

10. Llevar zapatos de tacón a diario. Vean este gráfico tan terrible y luego convénzanme de que es una buena idea condenar a nuestros pobres pies a los tacones de manera constante. A todas nos encanta un precioso par de zapatos de salón, pero ir cómodas (la mayor parte del tiempo) no solo hará que sea mucho más agradable ir al trabajo, sino que hará que nuestros pies sean mucho más felices durante años. Y hay muchos zapatos planos la mar de elegantes.

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11. Opinar sobre la vida sexual de otras mujeres. Ninguna mujer merece ser criticada porque se acuesta con tal persona, porque se acuesta con muchas personas ni por cómo expresa su sexualidad. La próxima vez que estemos a punto de llamar a una mujer "mojigata" o "putón", más vale que nos callemos. No debemos llamar zorra a nadie, ni siquiera a Miley Cyrus con su baile obsceno.

12. Opinar sobre nuestra propia vida sexual. Nadie tiene por qué saber lo que nos gusta. Y, para ser sinceros, eso de que nuestra rica (o inexistente) vida sexual indica en parte cómo somos es algo que nos importa mucho más a nosotras mismas que a los demás.

13. Tratar de ser "zen". Quizá haya alguna mujer que es una persona verdaderamente relajada, que se conforma con beber unas cervezas y ver una película en televisión. Pero, para las que no tenemos ese gen "zen", lo mejor es que dejemos de intentarlo. Ir siempre de conformistas nos impide dar a conocer lo que necesitamos, lo que deseamos y lo que opinamos.

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14. Tener miedo a que nos llamen "locas". La mejor forma de desacreditar las opiniones o los sentimientos de una mujer es acusarla de ser demasiado emocional. "No creo que esta idea de que las mujeres están 'locas' sea producto de una especie de gran conspiración", escribió el autor Yashar Ali en un blog para The Huffington Post en 2011. "Creo que tiene que ver con los lentos pero persistentes desprecios y sabotajes a los que se ven sometidas las mujeres a diario". Tener miedo a que nos planten la etiqueta de "locas" hace que las mujeres nos callemos más de la cuenta. Y, al fin y al cabo, todo el mundo tiene una pizca de locura en su interior, independientemente del sexo.

15. Buscar soluciones médicas en internet para todo. Llevar una semana con las glándulas inflamadas no quiere decir automáticamente que tengamos un enorme tumor en el cuello. Debemos apartarnos del doctor internet y, si de verdad estamos preocupadas, ir a ver a uno real.

16. Preocuparnos porque nuestra vida no es como un tablero de Pinterest. No todo el mundo es Martha Stewart. Lo más probable es que nunca seamos capaces de hacer esa estantería flotante que tanto nos ha gustado. Y nuestro aperitivo de huevo y aguacate nunca tendrá un aspecto tan delicioso como nos gustaría.

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17. Tener miedo a la soledad. Hay algunas cosas que podemos controlar -como intentar salir lo más posible, conocer a gente nueva- y otras que no, y encontrar una pareja para toda la vida (o para un tiempo) es una de ellas. No podemos decidir cuándo ni dónde vamos a conocer a alguien con quien acabaremos pasando la vida, así que más vale dejar de obsesionarse pensando que nunca nos va a pasar. Y hay cosas peores que la estar solas. "La relación más profunda que vamos a tener en nuestra vida es con nosotros mismos", dijo en una ocasión Shirley MacLaine. Totalmente de acuerdo.

18. Estar con alguien solo porque necesitamos estar con alguien. Si tenemos terror a estar solas, lo peor que podemos hacer es mantener una relación sin quererlo de verdad. Atarse a una persona que no es la que nos conviene solo porque necesitamos emparejarnos es terrible. Como escribió Nora Ephron cuando inició HuffPost Divorce: "Los matrimonios pasan, pero el divorcio es para siempre".

19. No aprovechar los días de vacaciones. En Estados Unidos es cada vez más corriente que la gente renuncie a sus (ya escasos) días de vacaciones, a pesar de que se sabe que la gente que descansa de vez en cuando tiene más probabilidades de estar sana y feliz y ser más productiva. En serio, nadie va a morirse porque apaguemos de vez en cuando el móvil y nos vayamos a pasar el fin de semana a la sierra.

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20. Aferrarse a amistades dañinas. Hay que eliminar a los malos amigos de nuestras vidas cuanto antes. La vida es demasiado corta para malgastarla con personas que nos humillan.

21. Pasar tiempo con ciertas personas por obligación. El hecho de que en el colegio estuviéramos constantemente con una persona no quiere decir que esa persona tenga ahora nada en común con nosotras. No hay ninguna necesidad de ver a cada viejo amigo y cada primo segundo que está de paso por la ciudad. Hay que tener claro con quién queremos estar y dejar que algunas relaciones se acaben de forma natural.

22. Estar avergonzadas de lo que nos gusta. "Quiero ser feminista, joder, y al mismo tiempo llevar un cuello Peter Pan en la blusa. ¿Qué pasa?", declaraba Zooey Deschanel en el número de febrero de 2013 de la revista Glamour. Hagamos como la actriz, tenemos que dejar de preocuparnos por las cosas que "deben" interesarnos o gustarnos. Si nos gustan las cosas muy femeninas, pues muy bien. Si no, pues no pasa nada. Hay que asumir que no sabemos nada de música, que nos apasiona el hockey y que nos encantan tanto Breaking Bad como el reality show más cutre de todos. Y si hay un tema del que no sabemos nada pero conocemos a alguien que sí, aprovechemos la oportunidad para preguntarle.

23. Fijarse plazos para los grandes acontecimientos de nuestra vida. No hay que tratar de planear de forma meticulosa cuándo vamos a enamorarnos, a tener hijos, a conseguir el trabajo de nuestros sueños ni a comprar esa casa tan estupenda. Debemos disfrutar de las incertidumbres de la vida y alegrarnos cada vez que cumplimos una de esas etapas e incluso sorprendernos agradablemente cuando nos damos cuenta de que pasamos de una o varias de ellas.

Traducción de María Luisa Rodríguez Tapia