El nuevo significado de ser sexy
Siempre he tenido la sensación de que mi vida se ha visto marcada por la igualdad. Nunca ha sido algo tan evidente como decir "¡por el amor de Dios, Emilia tiene las mismas capacidades que su hermano!"; simplemente, iba implícito en cada acción, elección y comportamiento de mi familia.
El hecho de que yo, una mujer, no fuera diferente de mi hermano era algo obvio. Igual que mi madre no era diferente de mi padre en lo que a trabajo se refiere. Por eso me criaron en un hogar en el que los dos ganaban lo mismo y tenían las mismas responsabilidades, y eso me demostró que las mujeres pueden y deben hacer lo mismo que los hombres.
Crecí con voz y voto, pero no los compartía con el resto de mi generación. Mucho más tarde, me di cuenta de la maravillosa infancia feminista que me habían proporcionado.
Durante los últimos meses, hemos sido testigos de un cambio importante en la manera en que las mujeres se hacen oír. La Marcha de las Mujeres del 21 de enero de 2017 reunió a más de cinco millones de personas en todo el mundo y fue una muestra de lo que podemos hacer para que sea un movimiento permanente.
No sé vosotros, pero hay días en los que me siento una feminista culpable. ¿Qué hago a diario para defender los derechos de las mujeres? No basta con mi experiencia ni con el hecho de entender los problemas de la desigualdad. ¿Cómo puedo participar, cómo puedo luchar contra el odio y la opresión, para asegurarme de que el movimiento en defensa de los derechos de las mujeres siga adelante, crezca y sea cada vez más fuerte?
Escribir un artículo para la campaña All Women Everywhere de la edición británica del HuffPost no es algo que me tome a la ligera.
Tal y como diría mi mejor amiga, soy una chica-jefa y trabajo en un sector en el que podría manifestarme en contra de la desigualdad y tendría la suerte de que se me escuchara. Los papeles que he interpretado me han dado una perspectiva de lo que se siente al ser una mujer que se enfrenta a la desigualdad y al odio y que destaca como feminista.
Dicho esto, estas condiciones no me han impedido alejarme de situaciones y de gente que ha asumido que soy débil por ser mujer. Me he visto obligada a defender mis acciones y a aceptar las consecuencias.
¿Recibo un trato igualitario en el trabajo? No siempre. ¿Le pasa lo mismo a todas las mujeres? Sí y las estadísticas lo demuestran. ¿En las ruedas de prensa me hacen preguntas específicas porque conseguirán un titular gracias a las respuestas de una mujer joven? Sí.
Si habéis visto Juego de Tronos, entonces (spoiler), me habréis visto desnuda. La gente quiere que hable de este tema de muchas maneras. Y yo tengo muchas razones por las que no tengo la necesidad de justificarme.
Creo que todos podemos defender a las mujeres en nuestro día a día. Y creo que todos tenemos el poder de sustituir el odio por la justicia, la amabilidad y la generosidad.
No tiene por qué ser un cambio enorme para todos. Creo que, como humanos (dejando a un lado el sexo un momento), podemos combatir el odio en la forma que tenemos de comportarnos los unos con los otros. No sólo en momentos importantes, sino en nuestro día a día.
Una buena forma de empezar a hacerlo es con amabilidad.
Sí, amabilidad. Sé que es una palabra poco guay, pero sus resultados sí molan. Son inmediatos y reales. Un gesto amable puede hacer que tu día pase de ser soportable a gratificante en un abrir y cerrar de ojos. Porque siendo amable demuestras que escuchas a las personas y que importan de verdad. Y eso es sexy.
Por ejemplo, tener la confianza y la seguridad suficientes para mirar a los ojos a alguien y hablarle como a un igual, independientemente de su sexo, etnia u orientación sexual, es ser amable. Es un pequeño gesto con el que demuestras a la otra persona que la aceptas.
Imagínate que todos nos esforzamos por ser más amables en nuestro día a día con cosas cotidianas. ¿No sería increíble?
Creo que el éxito de una mujer es el logro de todas y que todas las mujeres pueden elegir cómo vivir su vida. Todas somos chicas-jefa y el poder de las chicas-jefa reside en la capacidad de preocuparnos un poco más por aquellos que nos rodean.
Dar una serie de pequeñas muestras de amabilidad puede ayudar mucho a un movimiento más grande. No propongo algo grande con motivo de este Día Internacional de las Mujeres —eso se lo dejo a los líderes y a los políticos—, propongo que todos seamos más amables entre nosotros, con nuestras hermanas y hermanos.
Hace poco leí que la amabilidad es sexy, es buena para nosotros y hace que nos sintamos felices y valorados. Los cambios positivos empiezan con pequeñas acciones individuales que se van sumando con el tiempo y que se acaban convirtiendo en un movimiento... Un movimiento hacia una sociedad más equitativa en la que la amabilidad sea nuestros cimientos y nuestro impulso para seguir progresando.
Espero que, con mi voz, el feminismo que mi familia me ha inculcado se convierta en algo normal y que los niños y las niñas crezcan sabiendo que son iguales.
Este post fue publicado originalmente en la edición británica de 'The Huffington Post' y ha sido traducido por Irene de Andrés Armenteros