Xabi Alonso, pies de sombra
El miércoles viviremos un duelo entre la tradición y la modernidad, entre la sobriedad y el glamour.
Xabi Alonso lleva las botas negras. Mientras el resto de la plantilla del Real Madrid y la Selección calza voluntariamente u obligado por contratos publicitarios zapatillas fluorescentes, el pelirrojo envuelve los pies en sombra. El cuero umbroso y mudo recuerda a la propia piel del animal que una vez pastó por el mismo verde donde campa Xabi.
Probablemente Alonso vio ese tipo de calzado en su padre Periko y en su hermano mayor Mikel, ambos futbolistas. Las botas clásicas, oscuras, solamente iluminadas por alguna raya blanca y por las briznas de césped prendidas en los tacos y en los cordones como pavesas. El fútbol conserva un primitivismo agradecidamente incivilizable. Se juega al aire libre (a excepción de esta Eurocopa, que ha permitido capotar sin razón algún estadio), entre límites de cal y madera. Veintidós hombres compiten sin la ayuda de ningún artilugio técnicamente sofisticable. Incluso la FIFA aún se resiste a introducir la tecnología para arbitrar ciertas jugadas conflictivas como el gol fantasma.
La indumentarias se adaptan a la moda y a la evolución de los tejidos, el balón pasó de ser de cuero cosido a transformarse en una esfera blanca y negra soldada térmicamente. Pero los futbolistas todavía batallan cuerpo a cuerpo, corriendo a la intemperie, luchando durante noventa minutos por ondear una red.
Xabi Alonso conserva la raíz de este deporte. Hoy continúa jugando el partido que imaginó de pequeño corriendo por La Concha, viendo en la tele a sus mayores defender los colores de su ciudad. Sigue persiguiendo el sueño de ser futbolista, una fantasía gestada en los años ochenta, cuando jugaban hombres no tan millonarios, no tan famosos, no tan guapos. Por eso Xabi no explota excesivamente su elegante físico de polista (aunque haya cedido a algún anuncio), por eso desatiende los artificios estéticos como los tatuajes o los pendientes, como un Bugatti o una novia vedette.
Y ese amor y respeto por la esencia futbolística, por los tiempos de un deporte más embrutecido pero más sincero, se observa también en su fútbol. Xabi Alonso mueve el balón con la diligencia ferroviaria con la que transitaba el juego en los años gloriosos (los sesenta, setenta y ochenta). Sin efectismos comanda al mejor equipo del Siglo XX y a la mejor selección del XXI. Procurando la practicidad, la solución más fácil, rápida y resolutiva. Huyendo de frivolidades traza líneas blancas sobre verde.
Tanto en el Real Madrid como en la Selección Española porta el número 14. Otro homenaje al fútbol puro, a Johan Cruyff. El holandés lució ese dorsal en el Ajax y con su combinado nacional. Desde entonces se ha convertido en una cifra fetiche para muchos jugadores con gusto y memoria como Henry, Guti o Modric (quien además guarda un asombroso parecido físico con Cruyff). Sin embargo el holandés sí que se entregó a la tentación publicitaria. El viejo Johan fue realmente el primer futbolista en convertirse en una estrella mediática en los setenta. Rodó numerosos anuncios, estrenó el concepto de imagen de marca hasta el punto de vestir la camiseta de Holanda con dos únicas rayas negras en las mangas para no hacer publicidad de Adidas, competencia de Puma, con quien tenía un contrato en exclusiva.
Pero el exclusivo protagonista del último encuentro de la Selección fue Xabi Alonso. Anotó los dos únicos tantos, fue nombrado mejor jugador de la contienda y, lo más importante, marcó los tiempos de un choque sin prisas ni estridencias, sin sensacionalismos ni clarines. Fue el partido de Xabi Alonso, fue un partido como Xabi Alonso. Una cita significativa para el tolosarra por cumplir las cien internacionalidades. Ingresaba así en un selecto club de "centenarios" donde, hasta el momento, sólo residían cuatro hombres: Casillas (135 veces internacional), Zubizarreta (126), Xavi Hernández (113) y Raúl (102).
Ahora nos espera Portugal en semifinales, una selección liderada por un hombre totalmente opuesto a Xabi Alonso, Cristiano Ronaldo. El de Madeira no sólo luce los peinados más en boga, protagoniza los anuncios más variados y sale con la modelo más cotizada, sino que su nombre es una marca: CR7. El miércoles, pues, viviremos un duelo entre la tradición y la modernidad, entre la sobriedad y el glamour, entre un hombre con zapatillas siderales y otro con las botas de su padre.