El jardín de los tories
De nuevo Europa divide a la derecha inglesa. Ya pasó con Thatcher, que, con todo su carisma y poder, tuvo que dimitir de la dirección del partido en 1990 a causa de su antieuropeísmo recalcitrante. Ahora es lo mismo pero al revés. Cameron está atrapado por el chantaje permanente de su particular Tea Party y ha trasladado ese chantaje a Bruselas.
Los discursos de este miércoles 23 (Bloomberg) y jueves 24 (Davos) de David Cameron han sido el relato de un divorcio anunciado. El de la difícil relación entre el espléndido aislamiento británico y el proyecto de Europa (a la cual los conservadores más euroescépticos le han quitado el apelativo de "continental"). La filosofía expuesta por Cameron es una muestra del peso ideológico que sigue teniendo en un sector de la sociedad británica la tradición de la Inglaterra profunda del Siglo XVII o de la era victoriana.
Lo que ha dicho el premier no aporta nada a la política económica para salir de la crisis. No restaura la tranquilidad en las clases medias. No arrincona al Partido antieuropeo de Nigel Farage. Pero incurre en dos graves contradicciones: de un lado, propugnar un papel limitado del Reino Unido en Bruselas y pretender ganar en influencia, y, de otro lado, considerar a Gran Bretaña más fuerte si se mantiene en la Unión pero plantear un referéndum para irse.
Se veía venir desde que, por sorpresa, el Partido Conservador decidió salir del demasiado proeuropeo Grupo Popular del Parlamento de la Unión. Después, todo ha venido rodado y la crisis económica ha ofrecido un nuevo pretexto a los tories para buscar la mayoría absoluta que no alcanzaron en las últimas elecciones.
De nuevo Europa divide a la derecha inglesa. Ya pasó con Thatcher, que, con todo su carisma y poder, tuvo que dimitir de la dirección del partido en 1990 a causa de su antieuropeísmo recalcitrante. Ahora es lo mismo pero al revés. Cameron está atrapado por el chantaje permanente de su particular Tea Party y ha trasladado ese chantaje a Bruselas, y, veladamente, a su propio país, en una evidente maniobra electoral.
En su afán por salir del jardín se ha enfangado en él aún más. Su propuesta de desencadenar un debate circular durante cinco años lanza una incertidumbre sobre el Reino Unido que solo puede traer desgracias. ¿Cómo va a renunciar Gran Bretaña a influir en la futura unión fiscal, unión bancaria y unión económica a las que está llamada inevitablemente la UE? ¿Es prudente diseñar un horizonte posible/probable de salida de la Unión? Estados Unidos está en contra. Bruselas está contra. El mundo de los negocios de las Islas también. Hasta la City. Y, por supuesto, sus aliados, los liberaldemócratas de Nick Clegg. Solo apoya a Cameron el ala ultra de su partido y la nacionalista y poderosa prensa escrita.
Además, el órdago de David Camerón tiene truco. Porque es virtual. Depende de que gane las elecciones de 2015. Y mientras tanto, ¿qué? ¿Cómo será su política con la Unión Europea?
Lo esperable es que el Reino Unido prosiga un camino inexorable de pérdida de influencia entre las instituciones europeas. Aún más si la Unión, como debería, se decide el año que viene a iniciar un verdadero proceso constituyente de Unión Política, que va exactamente en la dirección opuesta a la "devolution" de competencias que dice pretender el primer ministro.
El discurso de David Cameron es una mala noticia. Sobre todo para el Reino Unido, que rompería con su querido mercado único. Pero también para los demás europeos, que ven desengancharse a un gran país de la Unión. Por cierto, es una propuesta que me recuerda de alguna forma al proyecto soberanista de Artur Mas frente al Estado Español.
La apuesta de los tories, el callejón sin salida en el que se han introducido -y que amenaza con partirles en dos- abre una alternativa más nítidamente europeísta a Ed Miliband. Y parece que la ha cogido valiente e inteligentemente, a pesar del ambiente poco europeísta de las Islas.
Así que las próximas elecciones parlamentarias serán, otra vez, sobre Europa. Es paradójico que tenga siempre tanta presencia el debate europeo en el país más euroescéptico.