No deberíamos olvidar el odio y la intolerancia de Trump solo porque haya ganado las elecciones
Pensar que el hecho de que Trump haya ganado las elecciones le absuelve de sus terribles palabras y actos no solo es irrisorio, sino también insultante. Esa es la razón por la que el miércoles por la noche vimos manifestaciones anti Trump en las calles de Estados Unidos.
"Donald Trump no es mi presidente".
Cada vez me resulta más difícil no estar de acuerdo con este punto de vista. De verdad, me gustaría acatar las palabras del presidente Barack Obama, un hombre al que admiro, que el pasado miércoles decía que todos debemos apoyar al presidente electo, Trump, y unirnos para respaldarlo. E intento con todas mis fuerzas hacer caso a lo que con tanta elegancia dijo Hillary Clinton sobre Trump en su discurso de concesión: "Se merece una oportunidad para gobernar y que tengamos la mente abierta".
Pero, ahora mismo, no puedo perdonarle a Trump el sexismo, el racismo y la intolerancia que irradiaba durante la campaña. Este hombre ha mentido vilmente sobre los latinos. Este hombre ha avivado el odio a los musulmanes con frases como "el islam nos odia" y ha fomentado la violencia física contra un manifestante del movimiento Black Lives Matter en uno de sus mítines de campaña. Este hombre se ha burlado de un periodista discapacitado que se negaba a respaldar su afirmación, errónea, de que "hubo gente de la otra parte de Nueva Jersey, donde hay muchas comunidades árabes, que se alegró por el 11 S".
Además, Trump nunca ha denunciado el apoyo del exlíder del Ku Klux Klan, David Duke, y otros racistas y antisemitas que le han respaldado abiertamente y han fomentado la hostilidad en su nombre. Es verdad que ha anunciado públicamente su rechazo a Duke y a tipos de su calaña, pero nunca les ha dedicado palabras como "racista" o "fraude total" como ha hecho con la senadora progresista del distrito de Massachusetts, Elizabeth Warren.
Lo que hace que sea aún más difícil aceptarle como nuestro próximo presidente es el recuerdo de la campaña racista contra Obama -cuando dijo la frase "estoy empezando a pensar que no ha nacido aquí [en Estados Unidos]"- para deslegitimar su presidencia. Como ambos se reunieron en la Casa Blanca por primera vez el pasado viernes, no he podido evitar pensar en el pasado y en los comentarios que se han dedicado durante los últimos 18 meses.
Pensar que el hecho de que Trump haya ganado las elecciones le absuelve de sus terribles palabras y actos no solo es irrisorio, sino también insultante. Esa es la razón por la que, en Twitter, uno de los trending topics del pasado miércoles fue el hashtag#NotMyPresident [#NoEsMiPresidente].
Y esa es la razón por la que el miércoles por la noche vimos manifestaciones anti Trump en las calles de Nueva York, de Oakland, de California y en otros puntos de Estados Unidos. En estas manifestaciones se corearon consignas como "La misoginia tiene que irse" y se vieron carteles que rezaban frases como "Black Lives Matter" o "Trump fomenta el odio en Estados Unidos", tal y como informa la revista Politico.
Uno de los 'trending topics' del pasado miércoles fue el 'hashtag' #NotMyPresident.
Trump no es un político normal. Y estas manifestaciones son la prueba de ello. Trump es diferente: ha llegado a donde está a través del odio. Y, lo que es peor, estamos viendo pruebas de que es posible que, con su victoria, Trump esté haciendo que los intolerantes y los racistas se envalentonen (algo de lo que advertí en un artículo que escribí un día antes de las elecciones).
Ya hemos visto casos aislados de delitos y crímenes cometidos por personas que se autoproclaman simpatizantes de Trump en los días posteriores a las elecciones. En California, según la Policía, dos hombres -que decían apoyar al recién elegido presidente- atracaron a una estudiante musulmana. En Pensilvania, dos estudiantes entraron en un instituto con un cartel de apoyo a Trump al grito de "white power" [poder blanco]. Y, por sorprendente que parezca, las esvásticas y las consignas racistas acompañadas de referencias a Trump están presentes en varias fachadas del estado de Filadelfia tras su victoria. Lo más despreciable es que esta pintada se hizo durante el 78 aniversario de la llamada 'Noche de los Cristales Rotos', en la que se atacó en masa a los judíos en Alemania en 1938 .
La cuestión es la siguiente: si Trump quiere que la gente que no está de acuerdo con él -como yo- le dé una oportunidad, tendrá que hacer algo más que dar un discurso como el que dio tras su victoria en el que dijo: "Es el momento de que Estados Unidos vende las heridas de la división" y "aúne fuerzas como un pueblo unido".
Si de verdad Trump quiere ser el "presidente de todos los estadounidenses", como afirma ser, necesitamos ver hechos. Para empezar, Trump debería seguir las palabras que pronunció en su propio discurso: "Pido vuestra colaboración para que me sirvais de guía y de ayuda, para que podamos trabajar juntos y unificar nuestra gran nación".
Bien, futuro presidente Trump: demuéstrelo. Reúnase con las comunidades a las que demonizó durante la campaña y discúlpese con nosotros por el odio que ha sembrado. Como estadounidense y musulmán que soy, quiero -igual que el resto de mi comunidad- oírle decir que las mentiras que ha dicho sobre nuestra comunidad -como que no avisamos a la Policía si vemos gente sospechosa entre nosotros- son falsas para que los estadounidenses confundidos por sus falsedades oigan la verdad de su propia boca. Reúnase con los líderes latinoamericanos y dígales que entiende que México no está enviando a violadores a Estados Unidos, como dijo usted en su momento, y que lo siente por haber insultado a su comunidad de una manera tan injusta. Reconozca que se da cuenta de que ser sexista y presumir de haber acosado sexualmente a varias mujeres, como hizo en el programa Access Hollywood, es despreciable y una ofensa para las mujeres del país. Díganos que cree que las vidas de los negros importan, algo que hasta ahora se ha negado a decir. Dé un discurso en el que demuestre que acepta la igualdad de derechos de la comunidad LGBT, sobre todo después del atroz historial del futuro vicepresidente, Mike Pence, al respecto.
Dígale al país que cree en las palabras que adornan el Gran Sello de Estados Unidos, "E Pluribus Unum" (de muchos, uno), que queda patente en el compromiso que demostraron los padres fundadores con la noción de que todos somos estadounidenses independientemente de nuestra ascendencia, etnia o religión.
Después tiene que hacer algo más. Designe a personas de estas respetables comunidades para altos cargos de su futuro gobierno. Y no, no me refiero únicamente a aquellos que le han apoyado. Me refiero a nombrar a personas que son líderes de sus respectivas comunidades para su gabinete ministerial u otros puestos importantes. Personas que, probablemente, no hayan estado de acuerdo con usted en estas elecciones.
Si el presidente electo Trump lo hace, puedo asegurar que yo -y seguro que muchos más- tendré la mente abierta y le daré una oportunidad, tal y como dijo Hillary. Pero, volviendo al asunto en cuestión, Trump nunca será mi presidente ni el de millones de estadounidenses que ni olvidan ni le perdonan por todo el odio que ha provocado durante esta campaña electoral.
Este post fue publicado originalmente en 'The WorldPost' y ha sido traducido del inglés por Irene de Andrés y Lara Eleno.