La ruptura sentimental: cuando nos abandonan
Una ruptura sentimental es una de las experiencias de cambio más estresantes que pueden atravesarse. El doliente debe entender el daño que ha sufrido, el cambio que atraviesa y las implicaciones de la relación que contribuían en la definición de su identidad como individuo. Ser consciente del impacto de la ruptura facilitará la puesta en marcha de estrategias para sobreponernos.
Una ruptura sentimental es una de las experiencias generadoras de mayor malestar psicológico por la que podemos pasar a lo largo de la vida. La situación se agrava cuando la decisión no parte de ambos miembros de la pareja, cuando es uno el que abandona al otro.
La persona rechazada acostumbra a pasar por un proceso de duelo con muchas semejanzas al que se atraviesa cuando muere un ser querido, o incluso cuando se padece una depresión. Son momentos de tristeza, melancolía, desesperanza, ansiedad, irritabilidad, insomnio, inapetencia, apatía, etc. Lidiar con el abandono puede ser un proceso muy doloroso en el que el doliente acostumbra a enfrentarse a una serie de tareas o procesos.
Aceptar que la relación se ha acabado. "Esto podemos superarlo, es un bache, no puede ser algo definitivo."
En muchas ocasiones, la persona tiene dificultades para entender que la ruptura es definitiva y tiende a pensar que se trata de un bache, un conflicto o una etapa. En este momento entra en juego el autoengaño. El doliente tiende a pasar por alto aquella información que indica que la relación ha acabado y se aferra a cualquier ambigüedad en las explicaciones o gestos de quien abandona para creer que la decisión no es permanente.
Enfrentar el dolor. "Estoy bien. Nada..., no pasa nada."
El dolor, la rabia o la tristeza pueden llevar a la persona a emplear estrategias de evitación. Cada uno tiene su ritmo. Sin embargo, es conveniente no retrasar demasiado el momento de abrirse a las emociones. Aunque es complicado, se debe buscar el equilibrio entre, por una parte, expresar a nivel emocional el dolor ligado a la pérdida y, por otra parte, intentar sobreponerse y prestar atención a otros aspectos de la vida.
Minimizar los sentimientos de culpa. "Si hubiese sido más divertido/a, si no hubiese engordado, tendría que haber sido más transigente, tendría que haber dejado más espacio..."
La culpa no es patrimonio de quien abandona. La persona rechazada muchas veces tiende a atribuir los motivos de la ruptura a aspectos relacionados con ella misma. Este tipo de patrón de pensamiento lleva asociado un importante deterioro de la autoestima.
Comprender y asimilar las causas y efectos de nuestras acciones (y las ajenas) nos ayudará integrar la experiencia pasada en nuestro presente. En este proceso, debemos asumir de manera realista nuestros aciertos y nuestros errores, sin dejar que los sentimientos de culpa lo invadan todo.
Huir del victimismo. "Me ha hecho daño, me ha tratado como una colilla... ¡Me ha destrozado la vida!"
Cuando asumimos el papel de víctima situamos las causas del deterioro y ruptura en el otro. Las relaciones se acaban y no siempre hay víctimas y verdugos. Es conveniente entender cómo ha evolucionado la dinámica relacional desde su inicio hasta su fin. Es importante comprender nuestra responsabilidad en el proceso, dado que hemos sido parte activa en la relación. Victimizarnos nos sitúa en un papel pasivo, desde el cual será más complicado restablecernos.
No idealizar o demonizar al otro. "Es el amor de mi vida, no hay nadie que le llegue a la suela de los zapatos."
En el proceso del duelo muchas veces idealizamos o demonizamos tanto a la persona amada como a la propia relación. Son momentos en se tiende a pensar de manera obsesiva tanto en pequeños o grandes conflictos como en aquellos momentos de felicidad pasada.
Es conveniente observar las virtudes y defectos del otro, los propios, y valorar de manera objetiva el estado de la relación ya acabada. Pasado el tramo inicial, las personas tienden a entender de manera más realista la dinámica relacional y los motivos de la ruptura.
Entender las implicaciones de la ruptura. "Sólo necesito que estemos juntos otra vez."
Una ruptura sentimental es una de las experiencias de cambio más estresantes que pueden atravesarse. El dolor no sólo se refiere al abandono de la persona amada. La ruptura conlleva la pérdida de un proyecto de futuro, contacto con personas allegadas, cambio de domicilio, disminución de nuestra capacidad adquisitiva, cambios relativos a nuestros hábitos y rutinas, etc. Sin embargo, es común que se achaque todo el malestar simplemente a su ausencia.
El doliente debe entender el daño que ha sufrido, el cambio que atraviesa y las implicaciones de la relación que contribuían en la definición de su identidad como individuo. Ser consciente del impacto de la ruptura facilitará la puesta en marcha de estrategias para sobreponernos.
Proyectarse en el futuro. "Jamás volveré a amar."
Tras la ruptura resulta complicado plantearnos la posibilidad de establecer una relación de intimidad. En cierto sentido, nos vemos incapaces de sentir lo que sentíamos por otra persona.
No debemos pretender que el vínculo se borre de manera instantánea o sacar un clavo con otro clavo de manera precipitada. Iniciar una nueva relación de manera inmediata puede ser contraproducente. Sin embargo, de manera progresiva, es conveniente proyectarse en el futuro, abrirnos de nuevo a la posibilidad de amar y ser amados.
Reinventarse a uno/a mismo/a. "¿Pero qué hago ahora?"
La pérdida puede afectar a nuestra propia identidad y nuestra forma de concebir el mundo. Sin embargo, el cambio también nos ofrece el espacio para pasar más tiempo solo/a, iniciar nuevas relaciones de amistad, nuevas aficiones, nuevos hábitos, etc. Se trata de una nueva etapa. Este proceso constituye una oportunidad para el crecimiento personal y la re-invención de uno/a mismo/a.