Las fobias del Gobierno
Además de recortar tienen que desprestigiar y humillar a los colectivos víctimas de sus tijeras. La irritación social crece por momentos. No es sólo una cuestión de precios y de salarios, sino de dignidad y de modelo social.
A estas alturas ya podemos componer el mapa de las fobias y las filias del Gobierno de Mariano Rajoy. Es lo que tienen los recortes, que delatan con exactitud la geografía sentimental del que nos gobierna. En realidad, podríamos haberlo intuido si hubiésemos prestado atención a los sesudos estudios de la FAES, publicados mucho antes de la crisis, pero que contienen el secreto de una buena parte de las recetas de los decretos aprobados.
Al Gobierno no le gusta el mundo de la cultura. Pueden disculpar a los que permanecen aislados en su torre de marfil que tienen el buen gusto de ejercer su modesta rebelión en solitario; pero las gentes de la cultura que ejercen como ciudadanos, estos, ¡ay!, le han resultado siempre odiosos. Consulten las hemerotecas. Ya habían proclamado a los cuatro vientos que no estaban dispuestos a conceder a la cultura ni el apoyo que se dispensa a las modestas hortalizas. Ahora el IVA les ofrece la guillotina perfecta para que rueden las cabezas de un colectivo que consideran hostil. Los llamaban "los de la ceja", hubiesen o no apoyado a Zapatero, y se habían empeñado en desprestigiarlos incluso cuando cosechaban éxitos internacionales. El Gobierno ha puesto precio a su desafección. En concreto una subida del IVA del 160%. Un impuesto revolucionario, pero al revés.
Al Gobierno no le agradan los profesores ni los estudiantes. Si suspenden demasiadas materias, es un fracaso del sistema pero si aprueban demasiados, como en la selectividad, es todavía peor. Nunca les gustó la ESO, ese lugar donde comparten pupitres gentes de toda condición; odian el bachillerato porque ha dejado de ser un símbolo de distinción y abominan del sistema universitario, demasiado democratizado (literal FAES). Adoran la exclusión y la Formación Profesional (si es posible, privada). Por eso, al albur de los recortes establecerán una selectividad de infantes y consideran que los doce años son una edad ideal para decidir el futuro laboral. Como será la genética y el origen social los que determinen la escala laboral, la labor del profesorado será de simple control, una especie de sheriff del condado sin labor social alguna. Más horas, más alumnos por aula y, si se tercia, clases en el mes de Julio para meter el dedo en el ojo al gremio de la tiza.
Las personas dependientes forman otro colectivo social que nunca han logrado comprender. ¿Qué es eso de que el Estado se haga cargo de las necesidades motivadas por la edad o el destino? La Comunidad de Madrid fue pionera en una insumisión sistemática a la ley de dependencia cuando las letras de la crisis ni siquiera estaban escritas. El recorte, en este caso, es pura coherencia con los principios anunciados y es que el Estado no puede hacerse cargo de los problemas particulares de la ciudadanía, aunque sean comunes y acuciantes. Por eso, en el ranking de los recortes, estas políticas aparecen en el number one, al filo de su completa desaparición.
Nos advertía la FAES de que el proceso de expansión de los servicios públicos había producido un aumento espectacular de funcionarios. No importa que las cifras de la Unión Europea desdigan esta afirmación y sitúen a España en un lugar medio-bajo en cuanto al número de empleados públicos. Han inventado una nueva acepción de funcionario: persona privilegiada y poco trabajadora. No escucharéis al Gobierno llamarlos con el nombre de empleado público. No. Intentan acuñar una imagen mental (¿se acuerdan de las dos caras del signo lingüístico?) que remita a la vieja función pública descrita por Larra, nada que ver con profesores, médicos, bomberos o un personal de administración que, en general, tiene una alta profesionalidad y preparación, como demuestra el hecho de que sean muy apreciados en toda la UE, no en nuestro país donde juegan el triste papel de rompeolas de todos los recortes.
Podemos enunciar otro ramillete de fobias: las comunidades autónomas, los inmigrantes, las energías renovables, el medioambiente, la igualdad de género, los derechos laborales (que siempre han considerado obstáculos para la mayor explotación, perdón, competitividad), hasta componer un panorama desolador. En el fondo, un gran cambio de modelo social impuesto sobre el caballo loco de la crisis económica.
Por eso, además de recortar tienen que desprestigiar y humillar a los colectivos víctimas de sus tijeras. La irritación social crece por momentos y, aunque muchas personas están al límite de sus posibilidades, empiezan a ver que no es sólo una cuestión de precios y de salarios, sino de dignidad y de modelo social.