Donald Trump y los embutidos españoles
No voy a caer en el chiste fácil, a pesar del título. Donald Trump no es un chorizo. Podrá ser maleducado, machista o xenófobo, quizás, pero no chorizo. No se puede llegar a presidente de EEUU siendo un ladrón. Pero la América que propone a sus votantes de clase trabajadora sí tiene que ver con el mundo de las carnes curadas.
No voy a caer en el chiste fácil, a pesar del título. Donald Trump no es un chorizo. Podrá ser maleducado, faltón, machista o xenófobo, quizás, pero no chorizo. En realidad, no se puede llegar a presidente de Estados Unidos siendo un ladrón. Los mecanismos de escrutinio son demasiado buenos.
Pero la América que propone Donald Trump a sus votantes de clase trabajadora (más o menos el mismo sociotipo que en Francia se ha pasado del Partido Comunista al Frente Nacional) sí tiene que ver con el mundo de las carnes curadas.
Es una América a contracorriente, no podía ser de otra manera, con la que defienden los demócratas y casi el resto de los republicanos. Trump propone una América a favor de los aranceles, las tasas a los productos importados y a favor de limitar la mano de obra extranjera. Una América en contra del libre mercado en la que el made in China o el hecho en México lo tengan mucho más difícil. Ésa es su fuerza, y no es moco de pavo.
No es tan diferente, en el fondo a lo que hacen los franceses con su agricultura o teniendo un salario mínimo el doble de alto que el español para que el inmigrante recién llegado no pueda competir por precio con el francés. Para evitar, al contrario de lo que sucede en España, que se creen puestos de trabajo de ínfima calidad a costa de los menos cualificados.
Y tiene mucha razón lo que dice García Domínguez al señalar que el proteccionismo tiene mucho que ver con la tradición americana, ya que estuvo plenamente en vigor hasta 1945, justo cuando las potencias europeas decaen después de la Segunda Guerra Mundial. Por aquellos tiempos, el sindicalismo norteamericano, el de la American Federation of Labor, también estuvo a favor de limitar los derechos laborales de los extranjeros y los inmigrantes. Nada nuevo bajo el sol.
La economía que propone Donald Trump ya existe en determinados sectores, como por ejemplo el alimentario y, más concretamente, el de los embutidos. La prohibición de importar carne de porcino de numerosos países sigue vigente en EEUU.
No es más que proteccionismo encubierto. La bastante deficiente agencia alimentaria norteamericana establece que la carne de porcino de numerosos países, entre ellos España, no se mata en las condiciones adecuadas y no cumple los estándares sanitarios. Esa es razón por la que a los cada vez menos incautos españoles han requisado durante décadas en los aeropuertos americanos toneladas de chorizo y jamón.
Solo hay un matadero en España que cumple esas condiciones, el de Fermín, en la Alberca (Salamanca). Los chorizos Palacios pueden exportarse porque se matan en un matadero en Dinamarca, país de gran tradición choricera, como todo el mundo sabe.
Dicen que en origen fue la mafia italoamericana la que presionó para que esta prohibición se llevara a cabo. Lo cierto es que la prohibición sigue estando ahí muchos años después. Mientras tanto, marcas como Columbus, Daniele y otras, muchas de ellas ubicadas en los alrededores de San Francisco, se forran vendiendo salami, prosciutto, jamón serrano y jamón de York de ínfima calidad, con larguísimas y sospechosas listas de ingredientes añadidos que incluyen los inquietantes y cancerígenos nitratos artificales (ya que este tipo de carne contiene nitratos naturales también).
No pocos americanos se sentirían satisfechos si este tipo de proteccionismo se extendiera a otros sectores productivos. Y les importa poco que el jamón de York hecho en su país sea apenas comestible.