Días oscuros para la democracia en Grecia
Es sencillo verter nuestro desdén sobre la figura del Primer Ministro griego, pero seamos claros: la democracia más antigua del mundo ha sido víctima de un golpe de estado. Gran Bretaña debe involucrarse para devolver la democracia al corazón de la Unión Europea.
Viven días oscuros aquellos que creen en la democracia. En contra de la voluntad del pueblo griego e ignorando los aplastantes análisis económicos, los ministros de la UE y el FMI están causando un mayor dolor, si cabe, a un país donde la austeridad ya ha tenido consecuencias absolutamente devastadoras.
Las últimas declaraciones de los dirigentes de la Eurozona conducen a una triste lectura. Se ha alcanzado un acuerdo, pero el Primer Ministro griego ha tenido que volver a su país despojado de la soberanía de su propio Gobierno. Las medidas que presentará a su Parlamento --más privatización, recortes en los derechos de los trabajadores y liberalización de la economía-- dejan claro qué poco poder ha ejercido Tsipras en estas negociaciones. Fue a Bruselas con la esperanza de salvar a su país de la austeridad, y salió derrotado.
Es sencillo verter nuestro desdén sobre la figura del Primer Ministro griego, pero seamos claros: la democracia más antigua del mundo ha sido víctima de un golpe de estado. Se le está pidiendo al Parlamento Griego que debata este paquete de medidas en sólo un par de días. Esta legislación de emergencia, que reestructurará por completo la forma en que se dirige la economía del país, no puede ser sujeta a un escrutinio adecuado en el tiempo disponible. No obstante, otra vez, los políticos electos griegos pueden sentir la pistola apuntando contra sus cabezas, un arma en las manos de las fuerzas de las tinieblas: el FMI, la Eurozona y el BCE. Resulta especialmente deprimente ver a los estados miembros de la UE, los cuales han firmado una carta que promete una Unión que "se basa en los principios de la democracia y el Estado de Derecho", negando al pueblo griego su derecho a decidir plenamente cómo dirigir su país.
Grecia es un país pobre que ahora, con toda probabilidad, va a empobrecerse todavía más. Se está intensificando una crueldad innecesaria sobre un país cuya tasa de pobreza infantil está por encima del 40% y la de desempleo juvenil por encima del 50%. Es difícil imaginar cómo va a ser la vida para los griegos en los meses y años venideros. Es muy probable que las dignidades más básicas, el acceso a alimentos, cobijo y un trabajo decente, les sean arrebatadas al pueblo griego ahora con más violencia que nunca, causando un mayor perjuicio a una población privada de su derecho a la autodeterminación. Tampoco se reducirá la deuda de Grecia. Tal y como señalaba el editor de economía de la BBC, "este no es un acuerdo para reducir la carga de la deuda sobre Grecia, no durante años".
Los Gobiernos de Europa son bien conscientes de que existe una solución creíble para la aflicción de Grecia. Los países europeos deben aunarse en un debate sobre las formas de cancelar, al menos, una parte de la deuda. Ya se ha hecho antes --cuando se perdonó la deuda de Alemania después de la Segunda Guerra Mundial-- y debería hacerse de nuevo. En su día, en 1953, el Gobierno griego formó parte del grupo que perdonó a Alemania parte de su deuda y le dio una oportunidad de pelear por su reconstrucción. No ha habido promesa alguna sobre un alivio de la deuda griega durante las negociaciones de este fin de semana; tan sólo un compromiso de continuar las negociaciones: sencillamente, esto no es suficiente.
Durante el transcurso de las 17 horas de conversaciones, la voluntad de una nación ha sido suplantada en favor de una austeridad implacable, económicamente analfabeta y socialmente destructiva. La próxima parte de esta lamentable saga será la farsa de representar a las políticas económicas del libre mercado disfrazadas de democracia en el Parlamento Griego. Esta crisis en Grecia deja de manifiesto la urgencia con la que necesitamos reformar la UE. Esta reforma no tendrá lugar si Gran Bretaña sigue manteniéndose al margen. En lugar de eso, necesitamos redoblar los esfuerzos para devolver la democracia al corazón del proyecto de la UE, al mismo tiempo que abrimos procesos de toma de decisiones que garanticen que las millones de voces europeas sean escuchadas dentro de las salas de negociaciones en Bruselas.
Caroline Lucas es la diputada británica del Partido de los Verdes en el Parlamento Europeo
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Este post fue publicado originalmente en la edición británica de 'The Huffington Post' y ha sido traducido del inglés por Diego Jurado Moruno