El Gran Aznar
Comprender a Aznar es como intentar ver a través de un cristal empañado: difícil. Aunque con algunos oyentes esta estrategia funciona, el proverbio castizo advierte de que habla con la boca pequeña el que no es sincero, ¿será que Aznar no es tan grande como quiere que creamos?
El sueño de la razón produce monstruos, el de la autenticidad, personajes raros.
Aznar, el gran estadista, serio y sabio, que ha vuelto a la actualidad en los últimos días, es también el incisivo cachondo que dice con naturalidad lo que piensa.
Imagen: commons.wikimedia.org
Intención comunicativa
José María Aznar mantiene el labio superior inmóvil mientras habla y su mandíbula permanece cerca del paladar en todo momento, por lo que la lengua no tiene la libertad necesaria para la articulación clara de las consonantes coronales: las [s] se prolongan -incluso aparecen en lugares imprevisibles- y se oyen demasiado; se produce la lenición -suavización- de consonantes oclusivas y el timbre de las vocales [a] y [e] es impreciso. En algunos momentos no se preserva la isocronía silábica característica del español, y las vocales átonas desaparecen. En corto: José María Aznar no habla, masculla.
¿Les parece comunicativo el párrafo anterior? A excepción de la última oración, no lo es. Así son algunos de los enunciados de nuestro gran expresidente: largos -8 segundos y más, con 34 palabras-, sin pausas que ayuden al oyente a procesar la información, con pocos momentos enfáticos.
Hablar en público requiere un cierto nivel de compromiso con el oyente: si nos están escuchando varias personas -incluso varios millones a través de la televisión, un suponer-, lo adecuado es mostrar una actitud de colaboración con el público. Cuestión de respeto. Un hablante que hipoarticula no ayuda al oyente a descodificar el mensaje. No tiene intención de comunicar y por eso el oyente lo percibe allí lejos, inalcanzable. Como ese sabio profesor que sabe muchísimo -se le nota que lo que pasa es que sabe tanto que no se le entiende-. No cuela.
Parálisis de labio superior, labio leporino de nacimiento, que si el bótox. Nada, todo es falso. La prueba: el sonido 'p' es el que mejor pronuncia, algo imposible con un labio paralizado. Al labio superior de Aznar solo le ocurre que es el labio superior de Aznar y como su dueño, no tiene interés en hacerse entender. Ambos carecen de intención comunicativa.
Autenticidad
Las voces graves se basan en unos pliegues vocales grandes y gruesos que oscilan despacio. Por definición son voces laxas. Al oír una voz grave imaginamos un cuerpo grande; un cuerpo grande se asocia a poder, poderío. La zoóloga Sarah Collins ha estudiado que los machos de voz grave atraen a las hembras que prefieren parejas grandes. Sin embargo, las hembras que valoran más la fuerza que el tamaño se sienten atraídas por voces no tan graves y tensas.
Pero la de Aznar es muy grave y sin embargo tensa. No cuadra. O sea: el tono de 108 Hz de media en algunos momentos de su intervención no es el tono espontáneo que su laringe emitiría si no hiciera un esfuerzo consciente por agravarlo. Es una gravedad forzada. La voz grave transmite credibilidad, poder, confianza derivada de la sensación de calma, etc. O eso es lo que le han dicho a nuestro hombre. Y él va y pone el tono más grave que puede. Pero le cuesta. Algunos finales de palabra no se oyen y otros se perciben 'rotos', crepitantes, lo que demuestra que está emitiendo la voz en un registro demasiado bajo para el tamaño y tensión natural de su laringe. Otro dato: durante la entrevista que concedió el otro día en Antena 3 a Gloria Lomana, la frecuencia media de su voz fue subiendo desde los 108 hasta los 195 Hz, y la fatiga y debilidad cada vez más perceptibles en su timbre denotaban que la laringe había trabajado con demasiada tensión.
Los rasgos de entonación se adquieren a través de la exposición a una lengua o a un estilo de habla. Los amigos, los miembros de las familias, los habitantes de un barrio concreto usan patrones de entonación característicos y reconocibles. Interfiere además la personalidad de cada uno: la capacidad de afrontar situaciones difíciles, la inseguridad o la benevolencia configuran el ritmo y las pausas de nuestro discurso. Pero la entonación de Aznar es demasiado diferente entre unas intervenciones y otras. Algunas son de una monotonía extenuante, otras viajan desde esos tonos agudos tan característicos del tejano básico hasta la profundidad de una garganta que sabe más de lo que cuenta. En algunos momentos sus pausas son muy largas, en otros emite retahílas ininterrumpidas e interminables. ¿Cuál es el verdadero Aznar? ¿El benevolente que hace muchas pausas cortas? ¿El competitivo que para poco pero durante largo rato?
Líder carismático
El líder escucha con paciencia la postura de los demás.
Aznar, impulsivo, interrumpe las preguntas de los periodistas: le habrán contado que así demuestra más seguridad.
El líder es asertivo: no tiene miedo a opiniones contrarias.
Aznar no acepta opiniones contrarias: su verdad es la verdad absoluta y los otros están equivocados.
El líder responde con naturalidad a las preguntas, por muy incómodas y difíciles que sean. Y cuando no está seguro de algo no tiene pudor en admitirlo.
A Aznar se le atragantan las preguntas incómodas -silencio de 3 segundos, traga saliva, antes de intentar una respuesta, duda, no encuentra las palabras- pero disimula: antes muerto que reconocer lo evidente.
El auténtico líder es humilde y supone inteligencia en quien le escucha.
Aznar se ríe de los que, a diferencia de él, están equivocados -aunque más tarde se demuestre que el equivocado era él-.
El líder se esfuerza de transmitir sus ideas de forma que sean comprendidas.
Aznar construye discursos inaccesibles a base de frases largas y enrevesadas, llenas de anacolutos, autointerrupciones y cambios de estructura gramatical, y los recita entre los dientes, impasible el ademán.
Comprender a Aznar es como intentar ver a través de un cristal empañado: difícil. Aunque con algunos oyentes esta estrategia funciona, el proverbio castizo advierte de que habla con la boca pequeña el que no es sincero, ¿será que Aznar no es tan grande como quiere que creamos?