Donald Trump no es benevolente
El liderazgo radica en la capacidad de inspirar confianza. Pero confianza no es sólo que la gente nos "crea". A Trump, de hecho, muchas personas le creen, pero su forma de hablar indica que no ha alcanzado el nivel más alto en la capacidad de inspirar confianza: benevolencia.
El estilo de habla de Donald Trump muestra que no es un buen líder: le falta benevolencia. El liderazgo radica en la capacidad de inspirar confianza. Pero confianza no es sólo que la gente nos "crea". A Trump, de hecho, muchas personas le creen, pero su forma de hablar indica que no ha alcanzado el nivel más alto en la capacidad de inspirar confianza: benevolencia.
Imagen: Carolina Pérez Sanz
La confianza que depositamos en los líderes sucede en tres niveles diferentes: los grandes líderes demuestran que pueden hacer lo que han sido contratados para hacer -Habilidad-. Demuestran que se esforzarán para hacerlo lo mejor que puedan -Integridad-. Y muestran que el objetivo que han sido contratados para lograr es más importante que sus objetivos personales -Benevolencia-.
Habilidad - 'Puedo'
Refleja el conocimiento y habilidad necesarios para llevar a cabo una tarea.
Donald Trump ha demostrado su habilidad de conectar con su público -siempre y cuando su público le pueda beneficiar: entonces sí le importa-.
La "charla de vestuario" que le escuchamos mantener con Billy Bush en la cinta de Access Hollywood le permitió entrar en las salas de estar de sus seguidores. Allí estaba Donald, sentado a la mesa de su cocina, un mes antes de las elecciones, compartiendo en confianza cómo agarraba a las mujeres, etcétera. En esa cinta, su voz es suave, casi un susurro al oído de un amigo.
Tal y como escribe el estratega Roger L. Martin en este artículo de Harvard Business Review, Trump creó una nueva categoría para sí mismo: la del candidato políticamente incorrecto. En todo momento defendió su papel, y mostró lo bien que lo hacía.
Integridad - 'Lo haré'
Integridad implica mantener su palabra y mostrar lealtad hacia unos principios en los que las dos partes están de acuerdo.
Durante la campaña, Trump se comportó con integridad hacia sus partidarios. En todo momento mostró lealtad a la incorrección política que había asumido como categoría de marca. Y nunca falló a sus partidarios. En cada mítin, los mismos cantos, las mismas consignas. Los mismos insultos, las mismas amenazas.
Gail Collins, del New York Times, escribe en esta columna que el momento en que Trump habló de cámaras ocultas en habitaciones de hotel fue el único momento convincente de la primera rueda de prensa tras las elecciones del 8 de noviembre.
Estoy de acuerdo: fue el único momento en que Trump sonó auténtico [audio]. Su voz subía y bajaba en un rango de entre 70 y 320 Hz. Tanta diferencia entre los tonos más agudos y más graves hace que los hablantes suenen dinámicos, implicados en lo que dicen, responsables de sus palabras.
En otras ocasiones durante la rueda de prensa, se esforzaba tanto por sonar presidencial, serio, que su voz se hacía áspera y gutural [audio]. Es lo que les ocurre a hablantes con la laringe tensa de tanto gritar, cuando hablan con un volumen conversacional y tono grave.
Benevolencia - 'Me importa'
La benevolencia nos hace poner el objetivo por el que trabajamos por delante nuestros propios objetivos.
Los presidentes benévolos se preocupan por su país, los ciudadanos y los votantes (incluso los que no les votaron), más de lo que se preocupan por sí mismos. Son capaces de oír la verdad aunque duela, y de borrarse de la imagen, porque lo que importa es el éxito del país, no el suyo propio.
Los líderes benevolentes piensan: "No importo yo, importan ellos". Les da lo mismo si salen bien o mal, o cómo les juzgue la gente. Los oradores públicos benevolentes ayudan a los oyentes a seguir y entender sus mensajes.
Trump no. Esta transcripción completa de la rueda de prensa que el New York Times publicó es fantasía literaria comparada con cómo habló en realidad Donald Trump.
Escuchen, por ejemplo, esta transición inexistente entre dos ideas independientes que Trump convierte en una única frase de más de 11 segundos. Esto es lo que dijo [audio]:
"...pero creo que vamos a hacer (pausa: 0,12 segundos) un trabajo real (pausa: 0,37 segundos) y estoy muy orgulloso de lo que hemos hecho y ni siquiera hemos llegado todavía (pausa + Respiración: 0.41 segundos) estoy pensando ya en la inauguración va a ser (pausa + respiración: 0,50 segundos) un (pausa: 0,12 segundos) evento precioso... "
Los escritores del Times hicieron lo que Trump debería haber hecho: separaron las diferentes ideas, insertaron las pausas necesarias, y convirtieron sus larguísimas retahílas en frases claras, añadiendo los puntos y las comas que faltaban.
Lo de Trump fue un continuo soliloquio, estilo Joyce. Solo hacía pausas para respirar o encontrar la palabra que le venía bien. En lugar de guiar a los oyentes a través de su razonamiento, les dio una parrafada de 15 minutos llena de nombres y detalles inconcretos. Ni una sola vez marcó el final de una oración con entonación descendente o el comienzo de la siguiente con un pico.
En su discurso encontramos un patrón: cuando el párrafo termina, él mantiene la entonación abierta, señalando que sigue hablando. Y sólo cuando resulta evidente que el párrafo continúa, se permite una pausa.
Es la típica estrategia de los que no permiten interrupciones. De los que prohíben que otros hablen cuando no les gustan sus opiniones.
De los que mandan callar [audio] a periodistas en ruedas de prensa.