Fringe

Fringe

En la residencia de los Clinton en Chappaqua cundió el pánico cuando J.J. Abrams estrenó 'Fringe'. ¿Y si la población empezaba a hacerse preguntas? Porque las realidades paralelas existen.

En la residencia de los Clinton en Chappaqua cundió el pánico cuando J.J. Abrams estrenó Fringe. ¿Y si la población empezaba a hacerse preguntas? Porque las realidades paralelas existen. En una estamos todos, peleando en el mundo matrix por lograr eso que llamamos felicidad, a ser posible pudiendo abrazar a alguien por las noches. Luego está la dimensión donde se deciden las cosas. Ahí, ahora y siempre, Neo es Hillary. Solo muy de vez en cuando suceden fenómenos que nos dan pistas de este mundo bipolar. La última ha sido el culebrón de Chen Guangchen. Mientras contemplábamos el trajín del disidente ciego con los diplomáticos americanos disfrazados de chinos, sucedía otra cosa. Miembros de "La quinta columna contra los lagartos" interceptaron esta conversación de zapatófono entre Hillary Clinton y su portavoz Mike Hammer mientras ella estaba en visita oficial en Pekin:

- Mike, prepara un hotel en Nueva York. Ya está hablado con Hu. A Chen lo sacamos de aquí 10 días después de que yo me vuelva.

- ¿Y qué hacemos con él?

- Es un luchador aunque no es ningún genio. Les pediré a los de New York University que le pongan en nómina a cambio de unas cuantas conferencias de Bill. Oye, y avisa a McNulty. Quiero para Chen la mejor escolta desde el aeropuerto.

- En cuanto salgas de China sin él te van a crujir.

- No creas. Ya se me ha ocurrido algo. Que hablen de que ya no me maquillo, que no voy a la peluquería y que he vuelto a las gafas de culo de botella. Eso les distrairá hasta que el chino esté en casa. Y tú, entre tanto, ya sabes ese dicho que me enseñó la novia flamenca de aquel alcalde español: "Dientes, dientes".

Todo salió de libro. Así ha sido durante toda la carrera de esta política extraordinaria que ha administrado su ascenso reservándose el asalto a la cumbre para cuando no haya ni una nube en todo el Himalaya. Dentro de unos meses nos dirá adiós, pero me da la impresión de que solo se tomará un pequeño recreo. Como estudiante fue mejor que su marido. Como primera dama prefirió enfrentarse al Congreso defendiendo la Sanidad Pública a cultivar lechugas en el jardín, como hace Michelle. Como candidata logró anular al enemigo republicano al provocar un duelo épico con Obama en el que votó todo el planeta. Como Secretaria de Estado ya es un caso único. Más de 100 países visitados cuando termine su mandato, superando así las cifras de Madeleine Albright.

Recibe alabanzas hasta de los carcas que antes la veían como Lucifer hecho mujer. Es ingenuo pensar que su mano no esté detrás de la Primavera Árabe, el relajo de la tensión con Irán, el giro hacia Asia de EE UU y hasta la muerte de Bin Laden. Fíjense en la imagen de aquella noche. La única que tiene papeles, carpetas y fotos censuradas encima de la mesa es ella. Hillary disfruta además de una anormalidad genética. Es americana, pero por su aspecto, ademanes y mandíbula discreta, podría pasar por europea. En las moquetas del Elíseo, Downing Street o Bruselas eso les pone muchísimo y tragan con todo sin rechistar. El último caso sonado de estos seres híbridos fue James Rubin, pero él fue sólo portavoz del Departamento de Estado, un personaje secundario durante la primera temporada de la serie de los Clinton. Menosprecian la maestría dramática de los americanos si creían que con Obama estaban viendo los mejores capítulos. Llegarán en 2016 con la sexta temporada (siempre es así, ¿salvo en Los Soprano?), cuando Hillary haga posible que las dos realidades paralelas de Fringe se conecten. Preparen kilos de palomitas.