Reinventarnos o morir como democracia
Como un juguete roto, nuestro sistema no funciona. Nuestras instituciones democráticas no son un juguete, pero se han utilizado como si lo fueran. Se han manoseado para enriquecerse una minoría, pero han gozado del amparo de inquietantes mayorías. No sé qué más tiene que suceder para que haya una reacción rotunda y colectiva.
Como un juguete roto, nuestro sistema no funciona. Nuestras instituciones democráticas no son un juguete, pero se han utilizado como si lo fueran. Se han manoseado para enriquecerse una minoría, pero han gozado del amparo de inquietantes mayorías. No sé qué más tiene que suceder para que haya una reacción rotunda y colectiva.
España tiene un problema, y si no lo resuelve, no habrá manera de salir de la crisis. La crisis no es sólo económica; el sistema democrático está sobrepasado y no cumple las funciones elementales de representación y control de las instituciones.
Al frente del país se encuentra un Gobierno cuya legitimidad en ejercicio está en caída libre. El divorcio entre sus promesas electorales y su acción de gobierno es abismal. Los esfuerzos sociales provocarán una explosión si ellos mismos no dan ejemplo. Y ese es el problema. Las últimas revelaciones sobre la peculiar manera de gestionar sus finanzas y las remuneraciones de sus dirigentes le convierten en un actor extremadamente débil y vulnerable. Este no es solo un problema de Luis Bárcenas; el Partido Popular, y no solo él, está trufado por la corrupción, el amiguismo y el tráfico de Influencias. De Luis Bárcenas a Undangarín; de Baltar a la privatización interesada de la Sanidad Madrileña; de la falta de responsabilidades políticas en el Madrid Arena a los hedores de corrupción en Cataluña.
La autoridad de Rajoy para pedir esfuerzos a los españoles está dañada si no puede garantizar que un mínimo de moralidad aceptable ha gobernado las cuentas de su partido. ¿Si no ha sido diligente en su propia casa, cómo esperamos que lo sea con el dinero de todos?
Su fortaleza exterior también está gravemente dañada. La suerte de guerra norte / sur en la que se ha convertido Europa obliga al gobierno de España a defender con uñas y dientes los intereses de los españoles. ¿Puede alguien moralmente vulnerable sentarse ante Merkel y hablarle de sacrificios para esperar comprensión y generosidad de la otra parte?
Pero no nos engañemos, las instituciones que sostienen al Gobierno también están dañadas. Este no es un problema sólo del PP. Las instituciones que con éxito dibujaron los padres de la Constitución necesitan una revisión a fondo. Partidos, patronal, sindicatos, Monarquía, Banco de España, modelo territorial... Nada se libra.
Nuestros partidos tienen un reto especialmente difícil. Tienen que reformar un sistema enfermo del que ellos son parte. Nada fácil, desde luego, ejercer simultáneamente la condición de bombero y pirómano. Por eso mismo necesitan ayuda externa, como ha sugerido acertadamente José Ignacio Torreblanca en su artículo Déjennos ayudarles. O se toman en serio la necesidad de cambiar, o no podrán evitar una explosión social de inciertas consecuencias.
La "auditoría democrática" que sugiere Torreblanca suena bien. Los partidos en el Congreso podrían crear un órgano independiente, compuesto por funcionarios públicos con una trayectoria que les acredite, y con el mandato de elaborar propuestas y sugerencias para mejorar y limpiar las instituciones. También podría ser mixto, con políticos y expertos. Puede ser un primer paso.
En países como Eslovenia, el primer país de la órbita comunista en entrar en el euro, se creó en 2010 una comisión independiente con el objetivo de investigar y denunciar la corrupción en las instituciones públicas. Hace poco ha revelado que tanto el primer ministro como el líder de la oposición evadieron impuestos por cantidades importantes de dinero, lo que ha levantado la ira de la indignación popular. Nuestro problema no es exclusivo y seguro podemos aprender de los demás.
Los partidos deben hacer también un ejercicio introspectivo y revisar su manera de proceder. Las conductas que, aunque no constituyan un delito, sean moralmente reprobables, deben ser denunciadas y eliminadas. El fenómeno de puertas giratorias, por el que altos funcionarios circulan una y otra vez de la empresa a la política y se valen de sus influencias en uno y otro campo, debe ser estrictamente controlado.
Los militantes de base tienen en este sentido la ventaja de no estar salpicados directamente por muchas de estas conductas reprobables. Precisamente ha surgido un grupo de militantes y simpatizantes socialistas y ha creado Foro Ético con la vocación de coordinar a todos aquellos que, conscientes de la necesidad de cambiar el modo de operar, están dispuestos a reunir sus propuestas.
No hay otro remedio que reaccionar. No nos engañemos. Esta no es solo una crisis económica. Afecta a las piedras mismas sobre las que se soporta nuestro sistema y nuestra convivencia. O nos reinventamos o moriremos como democracia.