Mala salud democrática a la española
Si la democracia se blinda en el Congreso llegará un punto en que sus Señorías se volverán misántropos. Si observan a los ciudadanos indignados como a enemigos, la resultante será la ruptura del pacto democrático que sostiene nuestro sistema.
No hacía falta que miles de ciudadanos rodearan el Congreso de los Diputados para saber que nuestro sistema no goza de buena salud democrática. Pero ahora han saltado todas las alarmas.
Como cualquier otro sistema de gobierno, la democracia no es inmune a las amenazas. Y resulta que la crisis del euro está resultando ser un test de vida o muerte. Nada nuevo en Europa, donde países como Grecia o Portugal nos llevan cierta ventaja en su carrera hacia el abismo. Pero en todo caso tenemos en España algunos rasgos propios que agravan la enfermedad.
¿Qué me pasa doctor?
Nuestro inquilino en la Moncloa entró hace casi un año por la puerta grande. La mayoría absoluta del PP fue aplastante y fue precedida además por importantes victorias en municipios y comunidades autónomas. Tiene por tanto toda la legitimidad del mundo para llevar a cabo sus propuestas. El problema es que casi todo lo que hace dijo que no lo haría o, cuanto menos, no dijo que lo iba a hacer.
Recordemos la célebre frase de Rajoy: "Haré cualquier cosa, aunque no me guste y haya dicho lo contrario". Su franqueza deja al descubierto una inquietante pregunta: ¿Para qué entonces votar y elegir sobre la base de un programa electoral?
Hablemos ahora de quienes de verdad mandan. Merkel nos visita un par de veces al año, toma té en la Moncloa, y en su despedida nos regaña porque no nos hemos apretado el cinturón lo suficiente. Como tiene un lado humano, le van a visitar a Berlín nuestros líderes sindicales porque saben que siempre es mejor hablar con el jefe, por muy duro que sea, que con el capataz.
Nada que objetar a la manera con que Merkel defiende los intereses de los alemanes y nos aprieta a los españoles, salvo por el hecho de que no la hemos votado.
Si Merkel no nos salva, parece que lo hará Mario Draghi, de sangre italiana, pero con la oficina en Frankfurt. Algo parecido a un papá banquero del que te pasas las semanas pendiente de saber si te reduce los intereses del crédito.
Los problemas crecen cuando nos pasamos el tiempo pendientes de decisiones providenciales tomadas por héroes o villanos, según los días, que no han sido votados por nosotros.
Nuestros amigos portugueses y griegos saben de lo que les hablo. Nada nuevo por aquí. Pero hay sin embargo un toque especial con Spanish aroma. Hablo de la tinta de calamar que se extiende por las cajas rurales y otros nuevos bancos.
Del agujero que deja Bankia hablan hasta en Beijing, pero poco se ha dicho en la sede del Congreso de los Diputados. Los partidos temen levantar las alfombras y quedar sepultados debajo de ellas, pero de seguir mirando el asunto de reojo, terminarán por quedarse encerrados en la Carrera de San Jerónimo haciendo turnos en la cocina.
Si la democracia se blinda en el Congreso llegará un punto en que sus Señorías se volverán misántropos. Si observan a los ciudadanos indignados como a enemigos, la resultante será la ruptura del pacto democrático que sostiene nuestro sistema.