Si fuese italiano (siendo español y europeo) votaría 'Sí'
Si fuese italiano, votaría 'Sí' en el referéndum del 4 de diciembre. Y siendo español, ya me gustaría que las reformas sometidas a aprobación ese día se propusieran en mi país. ¿Por qué unos cambios tan claros, que facilitarían la gobernabilidad en Italia, han concitado tanta y tan cruda oposición, hasta el punto de que resultado del referéndum puede poner en riesgo una de las etapas más estables y prósperas de la política y la economía italianas?
Foto: EFE
Si fuese italiano, votaría 'Sí' en el referéndum del 4 de diciembre. Y siendo español, ya me gustaría que las reformas sometidas a aprobación ese día se propusieran en mi país.
Parece, sin embargo, que el domingo puede salir el 'No' (aunque, de cumplirse la nueva ley según la que cual un sondeo electoral nunca acierta -visto lo sucedido en los referéndums del Reino Unido y Colombia y en las presidenciales norteamericanas-, lo mismo gana el 'Sí').
¿Por qué unos cambios tan claros, que facilitarían la gobernabilidad en Italia, han concitado tanta y tan cruda oposición, hasta el punto de que resultado del referéndum puede poner en riesgo una de las etapas más estables y prósperas de la política y la economía italianas?
Díganme si no merece la pena oponerse a facilitar la mayoría parlamentaria de la primera fuerza política si obtiene más del 40 % de los votos o, en su caso, acudir a una segunda vuelta; acabar con el sinsentido de que las dos cámaras tengan exactamente los mismos poderes, lo que se ha traducido tantas veces en bloqueos interesados; reducir el Senado en 220 escaños, convirtiéndolo en una sede de representación regional con miembros que ostentarían el cargo mientras fueran electos locales, poniendo fin a los senadores vitalicios; fortalecer las competencias del Estado central en asuntos nacionales como la protección civil -donde la maraña burocrática ha jugado malas pasadas-; eliminar 110 provincias cuya utilidad pública es más que dudosa; o suprimir un Consejo de Economía y Trabajo creado en 1948 que cuesta 20 millones de euros anuales y del que pocos tienen noticia.
El problema en este referéndum, como en otros, no son las reformas, sino la oportunidad de oro para una heterogénea coalición de votar 'No' con el único objetivo de derribar a quien las ha impulsado: Mateo Renzi, presidente del Consejo de Ministros.
Renzi no llegó al poder directamente desde unas elecciones, sino gracias a una maniobra política. Tampoco parece ser alguien dispuesto a hacer amigos, entre otras cosas porque habla claro (algo que uno echa tanto de menos en medio del lenguaje de madera que domina la política española) y tiene por costumbre mojarse con sus decisiones. Y encima, afirmó que su continuidad en el cargo dependía del triunfo del 'Sí' en la consulta constitucional.
O sea, todos los elementos precisos para desatar la tormenta perfecta, en la que asoman Berlusconi, Beppe Grillo, Salvani (Liga Norte) e incluso Massimo D'Alema y buena parte del Partido Democrático del jefe de Gobierno.
Si consiguen que gane el 'No', Renzi puede caer. En ese caso, Italia volverá a la inestabilidad: ¿quién se hará cargo del Gobierno?, ¿se pondrán de acuerdo los políticos citados en el nombre de un nuevo primer ministro?, ¿habrá un Gobierno técnico más?, ¿se convocarán elecciones anticipadas?, ¿quien pagará la subida de la prima de riesgo italiana?
Eso en Italia, porque a la UE le habrán hecho, en el peor momento, otro agujero que todos los antieuropeístas en lo político (ahí tienen a los amigos de The Economist pidiendo el 'No') y todos los especuladores en lo financiero aprovecharán a fondo. Y los pocos socialistas en el poder en Europa habrán perdido a uno de sus mejores representantes. De ahí que Merkel y Gabriel hayan hecho declaraciones a favor del 'Sí' (algo que, a la vista de los precedentes, no se sabe si termina siendo peor).
¿Qué está pasando en las democracias para que la responsabilidad política y la seriedad ideológica estén perdiendo una y otra vez, por qué los peores -por sus nefastas ideas o su ineficacia, o por ambas- están prevaleciendo en los combates principales, qué nos está empujando hacia el abismo, qué razones hay para que no podamos evitarlo?
Es una buena tarea para los centros de pensamiento -los Think Tanks- y los intelectuales. Pero ante todo, para los militantes de los partidos, que deberían ser capaces de retomar las riendas de la lógica y convencer a la ciudadanía de que abandonar el camino de progreso iniciado hace décadas por las democracias no tiene una alternativa mejor.
Hasta que eso se produzca -si se produce-, cruzo los dedos para que ganen el 'Sí' y Renzi. Y si finalmente pierden uno y otro, para que Italia celebre pronto elecciones: será curioso ver qué hace la coalición del 'No' mientras su país -su extraordinario país, diría yo- y los europeos pagamos los platos rotos de su divertimento referendario.