Palestina en la ONU: España debe votar sí
Cuando las bombas y los cohetes estallan de nuevo en Israel y Gaza, dejando su terrible reguero de muerte y miedo, es más oportuno que nunca recordar el voto previsto dentro de unos días en la Asamblea General de las Naciones Unidas sobre el estatuto de Palestina.
Cuando las bombas y los cohetes estallan de nuevo en Israel y Gaza, dejando su terrible reguero de muerte y miedo, es más oportuno que nunca recordar el voto previsto dentro de unos días en la Asamblea General de las Naciones Unidas sobre el estatuto de Palestina.
Alguien pensará (imposible negarle parte de razón) que no es hora de venir con diplomacia cuando lo más urgente es parar la guerra. Pero la verdad es la contraria, porque solo con política puede alcanzarse algún día un arreglo que acabe definitivamente con el enfrentamiento armado en el Próximo Oriente.
Si la Asamblea General de la ONU aprueba por una amplia y sólida mayoría reconocer a Palestina como observador no miembro se conseguirán varios efectos positivos: el primero, respaldar el espíritu de los Acuerdos de Oslo, enterrados entre tantos féretros y cascotes; el segundo, fortalecer la posición de quienes entre los palestinos apuestan por la vía del diálogo y la moderación para conseguir sus objetivos nacionales y evitar más sufrimiento a la población civil, empezando por el presidente Abbas; el tercero, transmitir a la ciudadanía palestina que la Comunidad Internacional, aunque sea a trompicones, no olvida que el origen del conflicto reside en una ocupación ilegal: no en vano el 29 de noviembre se conmemora el Día Internacional de Solidaridad con el Pueblo Palestino; el cuarto, manifestar ante la opinión israelí que la política de Netanyahu es un callejón sin salida, como piensan decenas de miles de ciudadanos en el país.
Subrayo que es precisa una mayoría amplia y sólida. Amplia lo será, qué duda cabe. Pero sólida significa que cuente entre los países que la conformen con una fuerte presencia de Occidente, de aquellos estados que, guste o no, siguen pesando más en el orden-desorden internacional.
Los Estados Unidos de Obama no van a estar en ella, está claro. Por eso es necesario que su ausencia sea equilibrada por una buena presencia de Europa entre los síes. Ya sabemos, sin embargo, que el Consejo de Asuntos Exteriores de la UE no ha sido capaz de definir una posición común en ese sentido, lo que, por defecto, significa haberla definido en el contrario: que cada uno haga lo que desee, sea el no, la abstención o el sí. De forma que cobra especial relevancia que la mayor parte de los miembros de la Unión emita un voto positivo.
En este contexto, a España le corresponde un papel relevante, que debería haber sido triple: haber intentado una posición común de la UE a favor; ante la ausencia de la misma, conseguir que otros socios voten sí; y, ante todo y sobre todo, que nuestro país apoye el estatuto de observador en la ONU para Palestina, como hizo recientemente en la UNESCO.
Pero el Gobierno del Sr. Rajoy todavía no se ha definido. Parece improbable que lo haga para votar en contra, pero puede que esté sopesando la abstención. Sería una mala idea porque no serviría para salvar la división europea, perjudicaría nuestra presencia política en el Mediterráneo y frustraría la confianza palestina en una posición de principios de nuestro país, sin granjearnos ningún rédito (no creo que Israel se enfade en exceso conociendo como conoce el sentir mayoritario de la ciudadanía española).
A veces una película vale por mil libros. Hace poco pude ver en Madrid la titulada Una botella en el mar de Gaza. Si algo quedaba claro en ella es que ni los halcones israelíes ni la irresponsabilidad y el extremismo de Hamás deberían seguir haciendo pagar sus acciones a quienes reciben las bombas y los cohetes, o sea, la gente de a pié. Enviemos un mensaje a ambos en tal sentido votando a favor del reconocimiento de Palestina por la Asamblea General de la ONU.