No la tomen con la bandera europea
Algunos ayuntamientos han decidido ondear a media asta la bandera de la UE en protesta por las decisiones del Consejo Europeo sobre los refugiados. Con toda su buena voluntad, creo que se equivocan. Pero vaya por delante mi felicitación por el hecho de que en esas casas ondee la enseña europea, algo que no es obligatorio.
Algunos ayuntamientos españoles han decidido ondear a media asta la bandera de la UE en protesta por las decisiones del Consejo Europeo sobre los refugiados. Con toda su buena voluntad, creo que se equivocan al tomarla con la bandera.
En todo caso, vaya por delante mi felicitación por el hecho de que en esas casas consistoriales ondee la bandera europea, algo que no es obligatorio, entre otras cosas porque, gracias a una lamentable decisión de los gobiernos al aprobar el vigente Tratado de Lisboa, la UE no tiene ni bandera ni himno oficiales.
Ya sé que a muchos lectores les sorprenderá tal afirmación, pero es verdad: la bandera de las doce estrellas doradas sobre fondo azul, o el Himno a la Alegría de Beethoven, adquirieron por primera vez en la historia comunitaria la consideración de oficiales en la Constitución Europea que aprobamos en la Convención. Pero, de ella al Tratado de Lisboa, desaparecieron del derecho primario de la Unión para, supuestamente, facilitar las cosas a Irlanda.
Así que, ya ven: los que sufren porque España tiene un himno sin letra pueden consolarse sabiendo que la UE no tiene ni eso; y a los que nos duele que a ese himno y a la bandera nacional se les silbe de final en final de la Copa del Rey, nos queda consolarnos porque nadie se daría oficialmente por aludido si se le hace lo mismo a la enseña azul y al Himno a la Alegría.
Sí, el Parlamento Europeo hizo oficiales en sus instalaciones y actos tales símbolos, aprobando en pleno un informe del que fue ponente éste que os escribe. Pero poco más. La UE será siempre genio y figura, capaz de hacer creer al menos pensado que tiene lo que tiene.
Aunque no es menos cierto que, dentro y fuera de las fronteras comunitarias, la bandera azul y el Himno a la Alegría representan los valores que nos caracterizan: la unidad, la libertad, la igualdad, la solidaridad. Todavía recuerdo con emoción cómo los niños saharauis me rodeaban a decenas en los campamentos de refugiados, al considerarme el hombre del gofio, vistiendo como vestía un chaleco con la enseña de las doce estrellas.
De forma que, por mucho que los gobiernos (que conforman el Consejo Europeo y el Consejo con sus jefes de Estado o primeros ministros y con sus ministros, respectivamente) y la Comisión decidan alejarse de tales valores aprobando normas equivocadas respecto a los refugiados, lo mejor sería reprochárselo directamente a esas instituciones, y no a la bandera europea. Porque, precisamente, ondeándola hasta arriba del mástil es como podemos decir que, a pesar de ellos y de sus decisiones, nosotros creemos en los valores que representa de facto, y estamos dispuestos a defenderlos, en consecuencia.
Lo contrario, hacerla ondear a media asta, puede invitar a la confusión, como casi siempre ocurre con la UE, de manera que parezca que ésta, como construcción política, es culpable de las crisis de todo tipo y condición cuando, en realidad, su existencia es la que permite o puede permitir gestionar los problemas con eficacia y democracia.
Por cierto, creo que, hasta la fecha, el Ayuntamiento de Madrid no iza en su fachada una bandera europea junto a la española. Tiene, por si no se sabe, un emplazamiento específico para la enseña azul en la Glorieta de San Vicente, porque así se decidió a iniciativa del Movimiento Europeo, la Corporación y el Ministerio de Asuntos Exteriores durante la Presidencia Española de la UE en 2010. Y el otro día me pareció verla, quizás, un poco abandonada.
Mejor cuidarla, no sea que pueda pensarse erróneamente que algunos se han vuelto un poco antieuropeos.