Manual europeo urgente ante Trump

Manual europeo urgente ante Trump

¿Quién se atreve ahora a negar que el horizonte federal para la UE ha pasado de ser un buen deseo a una imperiosa necesidad?, ¿quien puede mantener la sonrisa escéptica frente a quienes postulan culminar la unión política europea lo mejor y más rápidamente posible? Frente a Trump y Putin, una UE más potente y sólida es el único escudo de sus estados miembros.

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Foto: EFE

Leerán muchos análisis de profundidad sobre las causas y las consecuencias de la victoria de Donald Trump. El mío no pretende serlo, pero sí aspira a dejar a bote pronto y para su reflexión media docena de ideas claras:

  • Trump ha ganado porque le han votado libremente 57 millones de ciudadanos norteamericanos. Nadie ni nada les obligaba a hacerlo. Sabían perfectamente qué candidato y qué propuesta política estaban apoyando con su papeleta: populismo, xenofobia, racismo, machismo, capitalismo salvaje y amistades como la de Vladimir Putin estaban incluidos en la oferta con nitidez. Por tanto, 57 millones de estadounidenses han llevado a la Casa Blanca a un presidente que, probablemente, actuará en consecuencia (aunque todos esperamos que los frenos y contrapesos de la democracia estadounidense funcionen eficazmente una vez más). Que luego no digan aquello de "yo no lo sabía", porque tanto ellos como los 56 millones que han apostado por Hillary eran plenamente conscientes de lo que estaba en juego.
  • Esos votantes no viven en Marte, sino en los Estados Unidos de América. Algo muy grave tiene que fallar en ese país para que la mayoría de sus electores hayan elegido presidente a Trump con tan sugestivo programa. Si la voluntad individual es la que introduce la papeleta en la urna, las condiciones objetivas juegan un papel determinante en hacerlo. ¿Por qué subsisten el racismo y la xenofobia con tales niveles de intensidad en un país que terminó su Guerra Civil hace 151 años?, ¿cómo es posible que al primer presidente afroamericano le vaya a suceder su antítesis en un movimiento tan brutalmente pendular?, ¿seguirá siendo imposible que una mujer acceda a la Casa Blanca? Una cosa más: no hace mucho afirmé en un debate que la gestión de la presente crisis económica no había sido mejor en USA que en la UE y me cayeron chuzos de punta. Me temo, sin embargo, que no iba tan desencaminado a la vista de los resultados electorales.
  • Trump no es Ronald Reagan ni George Bush, sino alguien mucho peor y más peligroso. Harían bien las democracias en no contemporizar innecesariamente con un presidente de sus características. Una cosa son las buenas relaciones diplomáticas, políticas y económicas entre países -particularmente si son aliados, como los Estados Unidos- y otra imprescindible y complementaria es no pasarle ni una desde el primer minuto de su mandato, ni en la esfera internacional ni en la nacional, en las que está llamado a decir y, si puede y le dejan, cometer numerosos despropósitos. Que los jefes de Estado y de Gobierno tengan que felicitarle protocolariamente con un telegrama es tan ineludible como "escribir" políticamente detrás del mismo que la aplastante mayoría de los líderes democráticos no comparte e incluso condena sus ideas peregrinas. Espero que Tusk, Juncker y Mogherini así lo hagan si quieren representar fielmente a los europeos y, en realidad, hacer el mejor favor al mantenimiento como prioridad de la alianza entre los Estados Unidos y la UE, sin la que el Mundo sería ingobernable.
  • Alguien dijo una vez "no estamos tan mal" ante el pesimismo de sus correligionarios. A la vista de lo sucedido en el mundo anglosajón (primero con el resultado a favor de la salida en el referéndum británico del 23 de junio, luego con el triunfo de Trump), la UE puede verse en el espejo con alguna lógica satisfacción: a pesar de que tiene grandes y graves problemas que resolver, parece descontado que en sus principales estados miembros nunca llegarán a gobernar personajes como Trump (compararle con Berlusconi es no darse cuenta de calibre del presidente electo). Posiblemente, su victoria será un eficaz antídoto en tal sentido, en vez de un efecto llamada. Más aún, la UE solo puede extraer una lección del resultado electoral norteamericano: que le toca hacerse más fuerte para los tiempos que vienen, que traerán muchas y pronunciadas curvas desde Oriente y Occidente. ¿Quién se atreve ahora a negar que el horizonte federal para la UE ha pasado de ser un buen deseo a una imperiosa necesidad?, ¿quien puede mantener la sonrisa escéptica frente a quienes postulan culminar la unión política europea lo mejor y más rápidamente posible? Frente a Trump y Putin, una UE más potente y sólida es el único escudo de sus estados miembros. 2017 debería ser el año en el que demos un paso decisivo en esa dirección si no queremos intentarlo cuando sea demasiado tarde. Habrá grandes dificultades para conseguirlo, por supuesto, ¿pero acaso no las ha habido siempre desde el nacimiento del proyecto europeo?
  • Los españoles, que hemos visto con orgullo cómo millones de ciudadanos estadounidenses de origen hispanoamericano han formado parte de esos 56 millones de norteamericanos que han tratado de parar a Trump con su voto, encarnando de ese modo lo mejor de su país -que tanto admiramos por tantas cosas positivas, a pesar de todo-, debemos pedirle a nuestro Gobierno que esté, junto con los de Alemania, Francia o Italia, entre otros, a la cabeza de ese esfuerzo por construir una UE federal que, en coalición con otras muchas democracias en todo el Planeta, plante cara a los despropósitos de Trump. Lo que nadie espera en nuestro país es que el Ejecutivo se acomode sin más a lo que se avecina, porque esta vez no estamos ante un día cualquiera en la oficina. Para esa apuesta europeísta es preciso reafirmar y renovar el consenso que comparten en tal sentido los partidos políticos representativos de nuestro país, cada uno con sus matices, pero coincidiendo en el objetivo de más y mejor Europa.

Habrá lectores que echen de menos referencias por mi parte a Hillary Clinton y sus errores. Pero, francamente, creo que no haríamos bien en parecernos -salvando las distancias, claro- a quienes suelen criticar lo que había cuando lo que habrá lo puede empeorar con creces.