Los presupuestos 2013 obligan a pedir el rescate
El Gobierno debería dar el paso ya y dejarse de marear la perdiz, algo que nos está restando credibilidad internacional y europea y que, a cambio, no sé qué magros beneficios políticos a corto plazo puede dar al partido mayoritario en las cercanas convocatorias electorales.
El Proyecto de Presupuestos Generales del Estado 2013 aprobado por el Gobierno debería ser la respuesta a la pregunta de si Rajoy pedirá el segundo rescate económico de España a la Unión Europea: sí o sí, como han puesto de moda decir algunos dirigentes del PP.
En realidad, las cuentas públicas para el año que viene no dejan otra alternativa. Basta con fijarse en la cantidad que se dedicará a pagar los intereses de la deuda el año que viene y cuánto crecerá respecto a 2012 para darse cuenta de ello: 35.314 millones de euros, 9.742 más que el año pasado, un incremento del 33,8%. Un monto tan descomunal se come todos los recortes de gasto previstos y deja al Gobierno sin capacidad financiera para poner en marcha políticas de crecimiento, lo que, en una situación sostenida de recesión, es doblemente trágico: primero, por las consecuencias sociales que acarreará en cuanto al paro; segundo, porque la previsión de ingresos y de gastos de los Presupuestos se convierte en dudosa: a menos actividad, menos dinero vía impuestos y más absorbido por el subsidio de desempleo.
No nos engañemos: la mejoría de la prima de riesgo conseguida por las decisiones anunciadas por Mario Draghi el 6 de septiembre es tan positiva como temporal e insuficiente. Nadie sabe cuánto durará y, en todo caso, no sirve para reducir en lo necesario los intereses desorbitados que seguimos pagando por la deuda. Ni podemos permitirnos continuar con una prima de riesgo de 400 puntos o más y ni es asumible seguir colocando títulos a los tipos que se están consiguiendo en las últimas subastas de deuda, aunque sean mejores que los anteriores a septiembre.
El Gobierno debería dar el paso ya y dejarse de marear la perdiz, algo que nos está restando credibilidad internacional y europea y que, a cambio, no sé qué magros beneficios políticos a corto plazo puede dar al partido mayoritario en las cercanas convocatorias electorales. De no hacerse a tiempo, las consecuencias serán nefastas. Tanto, por ejemplo, como haber tenido que echar mano del Fondo de Reserva para pagar las pensiones de los próximos meses, porque, una vez abierta, es muy difícil cerrar la hucha y todavía más volver a llenarla.
Portugal se ha convertido en el ejemplo de que el cumplimiento de los objetivos de déficit pactados con la UE no tiene por qué conseguirse únicamente por la vía del gasto. Al hilo de la marcha atrás de Pasos Coelho, la Comisión Europea ha reiterado que corresponde a Lisboa definir la manera específica de hacerlo, por ejemplo, vía impuestos progresivos (nada que ver con la exacción que se pretendía sobre las nóminas aumentando desorbitadamente las cotizaciones sociales de los trabajadores).
El rescate ofrecido no tiene por qué implicar nuevas condiciones de ajuste y, en todo caso, permitiría a España ahorrarse cantidades ingentes de intereses que enriquecen a quienes se aprovechan de nuestros problemas y nos obligan a romper huchas y lo que se ponga por delante. Y eso deberían entenderlo y pactarlo el Gobierno y la oposición.