Ébola: menos improvisación, más transparencia y rigor

Ébola: menos improvisación, más transparencia y rigor

Habrá que rastrear con exhaustividad cualquier resquicio que hubiera permitido que la técnico de enfermería, que según el protocolo del Ministerio de Sanidad y el Servicio Madrileño de Salud era un contacto de riesgo bajo, pudiera contagiarse; habrá que analizar por qué el 30 de septiembre, cuando aparecieron síntomas, la técnico de enfermería infectada no fue ingresada y aislada en el hospital Carlos III.

Desgraciadamente, tengo que ratificarme hoy en las consideraciones que expuse en un artículo publicado el pasado 9 de agosto, recién llegado a Madrid el misionero Miguel Pajares, infectado por Ébola y posteriormente fallecido.

Manifesté entonces que el traslado y posterior ingreso del citado misionero había transmitido una sensación de improvisación que no ayudaba en nada a disipar cualquier temor que la opinión pública pudiese albergar; asimismo indiqué que las declaraciones de los responsables sanitarios aquellos días desprendían un aire de triunfalismo absurdo y peligroso; la rueda de prensa entonces convocada resultó patética, mostró la ausencia de una ministra que ya había demostrado suficientemente su incapacidad manifiesta para ostentar el cargo, y la comparecencia de una directora general de Salud Pública incapaz de dar explicaciones fundadas y coherentes. Se pudo constatar también en aquellas fechas que la percepción de improvisación por mí reflejada, era compartida por muchos profesionales, que en diferentes medios de comunicación expresaron la falta de información que tenían, la escasa preparación que se les había dado para afrontar la atención a pacientes contagiados por Ébola, así como sus dudas respecto a contar con los medios adecuados y necesarios para afrontar el reto de asumir la atención de infectados por el virus. A pesar de ello, las autoridades sanitarias del Ministerio de Sanidad y de la Consejería de Sanidad de Madrid manifestaron que los riesgos eran prácticamente nulos y que estábamos perfectamente preparados para poder efectuar la atención sanitaria requerida con una seguridad casi absoluta.

Han pasado sólo dos meses desde aquellos hechos y la realidad es que tenemos en nuestro país el primer caso de contagio por Ébola en el mundo, fuera del continente africano; se trata de una técnico de enfermería que participó en la atención de un segundo misionero infectado por el virus que también fue trasladado a Madrid, el Dr. García Viejo.

Ante un hecho de esta enorme gravedad, es exigible que se proporcione a la opinión pública una información clara, veraz y transparente, que genere confianza y minimice al máximo la lógica alarma social creada, se garanticen medidas que permitan detectar con rapidez y eficacia los errores o fallos que hubieran podido producirse y, al unísono, se asuman las responsabilidades políticas que exige un sistema democrático; es evidente que esa exigencia comporta mucho más que una esperpéntica rueda de prensa que puso en evidencia una vez más la ineptitud de la ministra Mato. Sólo la lamentable permanencia del antiguo eslogan España es diferente explica pueda que pueda mantenerse en el cargo.

Fue una rueda de prensa que contó con la inexplicable ausencia en la mesa del consejero de Sanidad madrileño, Javier Rodríguez, en un ejercicio de cobardía política inaceptable; las explicaciones dadas por la directora general de Salud Pública, Mercedes Vinuesa, mostraron que el cargo que ostenta le viene demasiado grande, al igual que a los responsables del Sermas que comparecieron. Ruedas de prensa como esta no sirven para generar tranquilidad y confianza, sino todo lo contrario; es por ello que la necesidad de un liderazgo que transmita credibilidad y confianza, que pueda transmitir información veraz y transparente y pueda organizar con solvencia las tareas que hay que realizar, exige un relevo en las cúpulas, tanto del Ministerio de Sanidad como de la Consejería de Sanidad madrileña, pues la credibilidad de esos responsables es nula.

España hoy abre portadas e informativos de todo el mundo, la credibilidad del país y de nuestro sistema sanitario están en entredicho, y ello exige dimisiones o ceses de unos responsables sanitarios que han demostrado sobradamente su incapacidad para dirigir nuestras instituciones sanitarias.

Se hace necesario dejar trabajar sin intromisiones a los profesionales, para que analicen e investiguen dónde hubiera podido producirse el fallo que ha posibilitado el contagio; deberá contemplarse si los protocolos seguidos son lo suficientemente exhaustivos, si los profesionales que participaron en la atención estaban suficientemente preparados e informados para el desarrollo de esa labor, si los equipos de protección personal individuales son los adecuados y están en perfectas condiciones. En fin, habrá que rastrear con exhaustividad cualquier resquicio que hubiera permitido que la técnico de enfermería, que según el protocolo del Ministerio de Sanidad y el Servicio Madrileño de Salud era un contacto de riesgo bajo, pudiera contagiarse; habrá que analizar por qué el día 30 de septiembre, cuando aparecieron síntomas (fiebre, astenia), la técnico de enfermería infectada no fue ingresada y aislada en el hospital Carlos III.

Por ir concluyendo, es evidente ha habido algún fallo que ha producido, en primer lugar, el contagio de una profesional sanitaria a la que se le va a prestar la mejor atención posible, y para quien todos deseamos su total recuperación. Asimismo se ha generado un problema serio desde el punto de vista sanitario que ha colocado a nuestro país en el punto de mira. No es sólo un problema del Ministerio de Sanidad, es un problema de todo el Gobierno y del país. Por ello es exigible que el presidente del Gobierno, Mariano Rajoy, abandone el tancredismo que caracteriza muchas de sus decisiones, y asuma su papel de gobernante, que en mi opinión conlleva, en este caso, la petición imperativa de dimisiones o la firma de los correspondientes ceses.

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