De la solidaridad con Aylan a la xenofobia de los troles

De la solidaridad con Aylan a la xenofobia de los troles

La crisis de los refugiados involuciona en las redes sociales y pasa de la compasión al miedo y la intransigencia.

Ya estoy definitivamente libre de TweetDeck y a bordo del Bourbon Argos, uno de los barcos de búsqueda y rescate de Médicos Sin Fronteras (MSF) en el Mediterráneo central. Tengo un megáfono y estoy haciendo la traducción al francés de nuestra charla de bienvenida para las 500 personas que acabamos de rescatar. Cometo errores, pero nuestros nuevos invitados aplauden y vitorean con entusiasmo cuando digo que "Libia se ha terminado". Una gran lágrima cae por mi mejilla. Este mar mortal es su balón de oxígeno, su salvavidas, y este maldito megáfono me hace llorar.

Durante los días que dura nuestra travesía hacia Italia, conozco a algunas de las personas más motivadas y fuertes que he visto en mi vida. Me acuerdo de dos, en particular.

El primero es Mamadou*. Me cuenta que en Libia lo colgaron boca abajo y le golpearon en las plantas de los pies, le aplicaron descargas en los testículos y le apalearon. Le pregunto si habría ido a Libia si hubiera sabido cómo sería. "Por supuesto", me responde.

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El 2 de agosto, el Bourbon Argos rescató a 138 personas de este bote hinchable. Todos desembarcaron en Catania.

La segunda es Joy*. Tiene 29 años, como yo, pero ha pasado por una vida muy dura, muy diferente a la mía. En el cuello lleva tatuajes realizados por un proxeneta mientras todo el cuerpo muestra cicatrices, producto de un accidente en Libia. Su carácter se ha endurecido, producto de las experiencias que ha vivido, pero me gusta su atrevimiento. En los días que nos llevará llegar a la costa, confiará en mí. Sus historias de reiteradas violaciones provocan pesadillas. En Italia, la abrazo y me da las gracias. "Me abrazaste cuando estaba sucia y no te importó. Eres como mi hermana". Le deseo suerte en Europa.

Cuando desembarco, me dirijo al aeropuerto, saco mi pasaporte australiano azul brillante y mi tarjeta de residencia europea, y vuelo a casa. "Dios, definitivamente eres la hermana afortunada", me dice mi compañero, mientras le cuento la historia esa misma noche.

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Una joven madre de Eritrea sostiene en brazos a su hija, un bebé de 10 meses, mientras sus dos hermanas mayores la escoltan durante un rescate del Bourbon Argos el 2 de agosto. La comisión de refugiados de la ONU calcula que el 17% de los que llegan a Italia huyendo de Libia son niños; la inmensa mayoría de ellos viajan solos, a diferencia de estas niñas.

Las operaciones en el Mediterráneo y las redes sociales

Unas semanas después de mi paso por el Bourbon Argos, me encuentro de vuelta en Bruselas y en mi puesto habitual. De repente, y de forma inesperada, tres pequeñas palabras me llenan de indignación.

"Probablemente deberíais devolverlo". El tuit se refiere a un bebé nacido a bordo de uno de nuestros barcos solo unas horas después de que su madre huyera de Libia. Se llama Newman y, a pesar de las adversidades, está sano. Su madre, que tuvo un parto seguro porque recibió la asistencia médica adecuada es, a la vez, una de las mujeres más afortunadas y desafortunadas del mundo.

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La comadrona checa Lucia Brazdova juega con Salam (9) y Madou (5), dos hermanas nacidas sin Estado de sus padres eritreos. Fueron rescatadas por el Bourbon Argos junto a otros 136, incluyendo su madre y su hermana bebé, el 2 de agosto.

Tras 18 meses gestionando a diario la cuenta de Twitter @MSF_Sea y años lidiando diariamente con brutos que creen saber sobre migración (soy australiana), apenas dudo antes de responder públicamente a este tipo de comentarios. Seguidores y compañeros por igual me piden que no alimente a los troles, pero persevero. Y he aquí el por qué:

Abrimos @MSF_Sea cuando comenzamos las operaciones de búsqueda y rescate en el Mediterráneo en mayo de 2015. La idea inicial era compartir las novedades en directo de la actividad de los barcos, así como las innumerables historias humanas que hay detrás de los titulares. Pensamos que sería una buena herramienta para los medios de comunicación, y que también nos proporcionaría un espacio para crear empatía con nuestros pacientes.

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539 personas se preparan para unos días apretados en el Argos. La mayoría solo quiere dormir, comer e hidratarse después de un largo viaje, y prepararse para el siguiente paso, Italia.

Desde entonces, la denominada crisis migratoria ha ocupado titulares diarios (a veces incluso gracias a nuestros tuits). Sin embargo, mientras que en 2015 Europa estaba inundada de solidaridad y compasión general por la foto del cuerpo sin vida de Aylan Kurdi en las costas de Turquía, en noviembre de 2016 está bañada de una xenofobia y un miedo políticamente convenientes, y nuestra pequeña cuenta de Twitter se ha vuelto más emotiva e importante.

Esta noche, en las veladas de toda Europa, quienes lloraron la muerte de Aylan están pronunciando las mismas frases que muchos de los troles lanzan a @MSF_Sea.

  • "Son hombres musulmanes en edad militar ¡Que se ahoguen!"
  • "No es una refugiada real, es solo una migrante económica, enviadla de vuelta a Libia"
  • "Rescatar a estas personas solo está animando a otros a venir. Que se ahoguen para que sus hermanos se queden lejos".
  • "Solo es un sucio comprador de asilo; si realmente estaba en peligro, que se hubiera quedado en el primer país seguro".

Sus silenciosos amigos y su familia, sentados al otro lado de la mesa, no saben cómo responder. Esta retórica es tan común que a menudo no es contrarrestada en absoluto. Y, peor aún, en algunos países merece portadas en los periódicos y es repetida por los políticos.

Se trata solo de una gota en un océano muy agitado, pero si MSF, con más de 40 años de experiencia trabajando con refugiados y migrantes, no puede responder a la bilis antimigrante populista que barre Europa y Estados Unidos, ¿quién puede?

Desde aquí, seguimos intentándolo.

*Los nombres han sido modificados por voluntad de las personas rescatadas.

Este texto se publicó originalmente en la edición británica de 'The Huffington Post'.

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