El optimismo futbolero de poseer el balón
Comentaristas y entusiastas crean un entorno falso sobre la selección española con su elogio de una forma de jugar que no conduce directamente a meter goles
La reciente derrota de España en la Eurocopa 2016 de fútbol, tras ganar 1-0 a la República Checa en el último suspiro, vencer 3-0 a Turquía, ser derrotada por Croacia (2-1) y rematada por una magnífica Italia (2-0) no tendría mucho de particular si en el entorno de la selección española no se hubiera creado ese optimismo patriotero solo fundamentado en victorias pasadas que el forofo futbolero insiste, por inercia, en que han de repetirse. Porque en ese entorno suele elogiarse y jalearse una forma de jugar al fútbol (el tiqui-taca o la mera posesión de la pelota) que no conduce directamente a meter goles, único requisito para ganar los partidos.
No trato de hacer leña del árbol caído. Tengo una prueba. Esta misma reflexión la hice poco después de que España ganara el Mundial de Fútbol 2010 en Sudáfrica ("con todo merecimiento", decía yo en mi artículo publicado en El País el 27-8-2010, titulado Fútbol: posesión... ¡y goles!). Porque, incluso ganando, en aquel caso tras superar no pocas tribulaciones, lo que a mí me preocupaba entonces y ahora es esa obsesión de los supuestos expertos por el control y posesión de la pelota, dado que tal posesión solo es eficaz si conduce a meter goles. Porque en el fútbol no se gana a los puntos ni mediante el cómputo de retención del balón (habría que descontar los minutos dedicados a echarlo para atrás o directamente al portero... propio).
Cuando esa obsesión la encarna el equipo, el entrenador de la selección o periodistas y comentaristas influyentes, a los viejos aficionados, que seguimos creyendo el axioma de que en fútbol "la mejor defensa es un buen ataque", solo nos queda sufrir. Todo viene del tiqui-taca inventado por Pep Guardiola y practicado con éxito en el Barça, porque fue utilizado como medio inteligente para meter goles, prioridad absoluta en la que resulta especialista Leo Messi, quien tiene como único horizonte la portería contraria y se aburre si no apunta hacia la meta. Es decir, el tiqui-taca como medio, no como fin.
Recuerdo un debate en la SER. Hace ya varios años, entre el entonces entrenador de La Roja, Vicente del Bosque, y mi buen amigo Alfredo Relaño, director de As, que intentaba traspasar su ilusión por el tiqui-taca a Del Bosque, quien llegó a decirle cariñosamente al periodista: "¡qué pesado!", cuando el veterano entrenador mantenía que en el fútbol "no hay un modelo único". Pero el seleccionador español también entró en la congregación del tiqui-taca cuando afirmó la víspera de la final de 2010: "Tendré tranquilidad cuando tengamos el balón". Hubo otros expertos que defendieron que contra Suiza -único partido que perdió España entonces- "se jugó mejor, porque se retuvo más la pelota, se convivió más con ella".
En esto de la convivencia con el balón hay literatos que lo han elaborado muy bien. Así, el magnífico escritor Manuel Rivas ha argumentado incluso con el sentimiento de la pelota. "El balón se siente un compañero", ha dicho; "el balón está más a gusto con los jugadores de La Roja", y ha reprochado a los críticos del tiqui-taca que no contemplan ese factor, por lo que les acusa de "nostálgicos del fútbol cabreado y taciturno", como si los partidarios de la verticalidad y de los goles fueran personas enfadadas e intratables. Puestos a esgrimir sensibilidades, no hay duda de que un largo periodo de posesión nunca producirá en el público ni en los propios jugadores la reacción entusiástica que suscita un gol.
La plasmación televisiva de los partidos de fútbol -cuando no se le quita la voz al televisor- significa a veces un potro de tortura. No olvido (tengo apuntadas las frases textuales) como José Miguel González, Michel, en sus tiempos de comentarista en TVE, describía el juego de la selección española con expresiones como éstas: "Ya llegarán", "tienen calidad", "no hay prisa, que la sigan tocando", "lo importante es no perder la pelota".
La posibilidad de que uno de esos comentaristas se convierta en seleccionador me produce un sarpullido de desesperación. Porque hay riesgo de que el comentario se transforme en técnica futbolística. En concreto, José Antonio Camacho, que ha comentado en Mediaset (Tele5) varios de los partidos de la reciente Eurocopa, me horripila que acceda a esa responsabilidad. Camacho -al que los periodistas que le acompañaban llamaban siempre "míster"- mostraba un permanente optimismo patriótico hicieran lo que hicieran los jugadores, sobre todo si se dedicaban a tocar el balón, incluso permaneciendo demasiado rato lejos de la portería... contraria.
Cuando quedaban pocos minutos para que concluyera el partido España-Croacia, que iba empatado, Camacho provocaba el optimismo de los televidentes cada vez que un jugador español tocaba la pelota, hasta que Croacia metió el gol de la victoria. Y el 24-6-2010, tres días antes del partido con Italia, en una entrevista publicada en El País, preguntado sobre los problemas de España ante ese partido, Camacho contestó, seguro que sin pestañear: "Es más problema para ellos [Italia], que van a tener que jugar sometidos a España". "¿Y a Alemania, cómo la ve?", preguntó el entrevistador. "Más floja que en el mundial (...). Quiere jugar, pero todos los equipos lo saben y le cuesta más", pontificó Camacho. ¿No da un poco de miedo poner La Roja en sus manos?